El presidente de Estados Unidos condena los avances en energías limpias y desafiando compromisos climáticos.
RETORNO AL PASADO: LA RESURRECCIÓN DEL CARBÓN EN PLENO SIGLO XXI
En una maniobra que desafía la lógica y el consenso científico, Donald Trump ha firmado una serie de decretos que buscan resucitar la industria del carbón en Estados Unidos. Rodeado de mineros en la Casa Blanca, el presidente proclamó su amor por el «hermoso carbón limpio», ignorando deliberadamente su impacto ambiental devastador. Esta decisión no solo representa un retroceso en la política energética, sino que también pone en entredicho el compromiso del país con la lucha contra el cambio climático.
La declaración de una emergencia energética nacional por parte de Trump es una falacia construida para justificar la perpetuación de una fuente de energía obsoleta y contaminante. Bajo la administración anterior, Estados Unidos alcanzó récords en generación de energía y exportaciones, con precios de gasolina en mínimos históricos. Sin embargo, Trump prefiere pintar un panorama apocalíptico para imponer su agenda pro-carbón. El País
Los decretos firmados permiten que plantas de carbón obsoletas, destinadas al cierre por su ineficiencia y alto nivel de contaminación, continúen operando. Además, ordena a las agencias federales identificar y explotar recursos de carbón en tierras públicas, eliminando barreras a la minería y priorizando concesiones para su extracción. Estas acciones no solo ignoran la tendencia global hacia energías renovables, sino que también comprometen la salud pública y el medio ambiente. Reuters
DESMANTELAMIENTO DE POLÍTICAS AMBIENTALES Y ABRAZO A LOS COMBUSTIBLES FÓSILES
La retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París por parte de Trump es una afrenta directa a los esfuerzos internacionales para combatir el cambio climático. Al calificar el acuerdo como una «estafa», el presidente muestra su desprecio por la ciencia y por el consenso global que busca reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Esta postura aislacionista y negacionista no solo daña la reputación internacional de Estados Unidos, sino que también pone en riesgo el futuro del planeta.
La obsesión de Trump con el carbón se basa en argumentos falaces y simplistas. Afirmar que «si lanzas una bomba al carbón, al día siguiente el carbón sigue ahí» es una trivialización de la complejidad de la transición energética y una burla a las soluciones sostenibles que el mundo necesita. Mientras otros países invierten en tecnologías limpias y renovables, Estados Unidos, bajo el liderazgo de Trump, se aferra a una industria en declive que representa un peligro para el medio ambiente y la salud pública.
La cuota de mercado del carbón en la generación eléctrica ha caído drásticamente, pasando de más del 50% en 2000 a menos del 20% en 2025. Esta disminución refleja no solo la competencia de fuentes más limpias y económicas, como el gas natural y las renovables, sino también una conciencia creciente sobre la necesidad de reducir las emisiones contaminantes. Las medidas de Trump ignoran esta realidad y buscan perpetuar un modelo energético caduco y perjudicial.
En un momento en que la demanda de energía eléctrica crece debido al auge de los centros de datos y la inteligencia artificial, la respuesta de la administración Trump es apostar por una fuente de energía que el resto del mundo está dejando atrás. Esta estrategia miope no solo es ambientalmente irresponsable, sino que también es económicamente inviable a largo plazo. La insistencia en revivir el carbón es una sentencia de muerte para la innovación y la sostenibilidad en el sector energético estadounidense. Reuters
La firma de estos decretos es una declaración de guerra contra el progreso y un abrazo descarado a intereses corporativos que buscan lucrar a expensas del bienestar común. Mientras el mundo avanza hacia un futuro más verde y sostenible, Estados Unidos, bajo el mandato de Trump, elige retroceder, aferrándose a una industria moribunda que contamina el aire, el agua y compromete la salud de las generaciones presentes y futuras.
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