El conflicto israelí-palestino ha sido objeto de debate y análisis durante décadas. Sin embargo, en los últimos años, las cifras han comenzado a contar una historia que muchos eligen ignorar o minimizar. Desde 2008, mientras 300 israelíes han perdido la vida, la cifra de palestinos asciende a un estremecedor número de 6.407. Esta desproporción no solo es alarmante, sino que también desafía la narrativa predominante que presenta la situación como un «conflicto» equilibrado entre dos partes.
La palabra «conflicto» sugiere una lucha entre dos adversarios de igual poder y capacidad. Sin embargo, las cifras mencionadas anteriormente pintan un cuadro muy diferente. ¿Cómo puede ser que un lado tenga 20 veces más víctimas que el otro y aún así se hable de un enfrentamiento equitativo?
Esta desigualdad en las cifras de víctimas no es un accidente ni una anomalía. Es el resultado de políticas y acciones que han favorecido sistemáticamente a una parte en detrimento de la otra. Israel, con su avanzado ejército y su sofisticado arsenal, ha llevado a cabo operaciones militares en territorios palestinos que han resultado en un número desproporcionado de víctimas civiles.
Presentar esta situación como un simple conflicto y no reconocer la desproporción en las víctimas es, en el mejor de los casos, una indecencia intelectual. Sugiere que la vida de un israelí es inherentemente más valiosa que la de un palestino. En el peor de los casos, esta representación revela una mentalidad supremacista que perpetúa la injusticia y la desigualdad.
Además, es esencial cuestionar el papel de los medios de comunicación y de ciertos líderes políticos en la perpetuación de esta narrativa. ¿Por qué se da más cobertura a la muerte de un israelí que a la de 20 palestinos? ¿Por qué se utiliza un lenguaje que deshumaniza a las víctimas palestinas y presenta sus muertes como inevitables o justificadas?
La comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de reconocer esta desigualdad y actuar en consecuencia. No se trata de tomar partido, sino de reconocer la realidad y buscar soluciones justas y equitativas. Es hora de que se aborde la raíz del problema y se busque una solución duradera que garantice la paz, la justicia y la igualdad para todos los habitantes de la región.
Es crucial entender que, aunque los ataques de Hamás contra la población civil israelí son condenables, no pueden ser condenados sin contexto y sin memoria. Israel ha asfixiado económicamente a Palestina, la ha humillado y ha hecho inviable la vida en sus territorios con una política de ocupación y hostigamiento.
Estas cifras son un recordatorio de que no podemos permitirnos ser indecentes intelectualmente ni adoptar posturas supremacistas. Es hora de que la verdad se haga eco en los pasillos del poder y en las salas de redacción, y de que se busque una solución justa y equitativa al conflicto.
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