El coronavirus se llevó el año pasado a Chato Galante, represaliado del franquismo y torturado por Billy el Niño, que se convirtió en voz de la lucha por la memoria.
El activista y expreso político José María «Chato» Galante falleció hace ya un año en Madrid, debido a un coronavirus, luego de un tratamiento para el cáncer de pulmón. Billy el niño no pudo con él, solo la cruda enfermedad.
Galante tuvo once hermanos, todos hijos de un militar franquista. Siempre contracorriente y en lucha por la justicia, se vinculó con el Frente de Liberación Popular (FLP) y fue miembro del Sindicato Democrático de Estudiantes desde 1967.
Luchó contra el olvido y persiguió a los que perpetraron aquellos crímenes de forma incansable. Era miembro de la asociación de presos y represaliados de la dictadura franquista La Comuna, con la que consiguió reunir más de 50 querellas contra los crímenes del franquismo que investiga la jueza argentina María Servini.

Chato y Billy el niño
Entre los 21 y los 28 años estuvo cinco encerrado, prisionero de la dictadura genocida de Franco. Salió rumbo a la cárcel de Carabanchel acusado de asociación ilícita, propaganda ilegal e insultos a las fuerzas de orden público. Pasó en cuatro ocasiones por la Dirección General de Seguridad, uno de los resortes principales de la represión franquista, donde conoció los oscuros métodos de la policía del régimen.
No podía sentarse por los golpes en glúteos y genitales, orinaba sangre y casi no podía andar del dolor en las plantas de los pies. Los reos que iban con él en el furgón policial se apartaban nada más verlo. «Supongo que sentían una mezcla de miedo y asco», explicaba el eterno luchador de pelo blanco.
El entonces inspector Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el Niño, era el responsable de estas torturas. «Yo tenía entonces 21 años. No fue ni mi primera ni mi última detención, pero sí fue la peor», explicaba Chato. «Mi familia no sabía dónde estaba. Me abrieron la cabeza y me dieron golpes en todo el cuerpo. A veces estaba desnudo. Cuando no podía moverme me tenían como un fardo esposado a un radiador en un pasillo, y cuando pasaba un poli te volvían a golpear o te apagaban un cigarro en la cabeza».
«Pacheco era de los que más estaban presentes. Era un torturador compulsivo, disfrutaba y presumía de ello. Te miraba y te decía: ‘He sido yo, Billy el Niño, el que te ha hecho estas cosas’. Le gustaba su apodo».

Galante y la libertad
«Mi principal miedo era que pudieran conmigo, pero no pudieron. Querían que denunciara a gente y que diera pistas para encontrar una máquina de propaganda, pero no lo consiguieron. Salí de allí pensando que volvía a ser una persona, que es lo que me habían negado durante esos días. Iba sonriendo porque había pasado la prueba, con la dignidad íntegra», contaba orgulloso Galante.
Chato fue puesto en libertad gracias a la amnistía de 1976, contra la que se mostró muy crítico en los años siguientes, cuando el país ya respiraba nuevos aires de libertad. «La amnistía es la ley del punto y final, puesta en marcha fundamentalmente para amnistiar al aparato del estado franquista porque ya no había presos políticos prácticamente a los que amnistiar».
Galante razonaba que era un»delincuente» por haber luchado contra el régimen y a quien se ha perdonado su «delito». «El tipo que a mí me torturó es alguien condecorado por la democracia española. Es incomprensible», lamentaba.
Argentina y evitar el silencio
En 2008 formó el colectivo de presos políticos en el franquismo La Comuna, donde dio cuenta de las barbaridades perpetradas por el aparato del régimen durante la última etapa de la dictadura y el tardofranquismo: «Para testimoniar, en tanto que víctimas directas aún pueden contarlo, que el franquismo, en contra de falsos relatos negacionistas e interesados, fue una dictadura criminal hasta su final».

Chato cuenta que empezaron a recopilar querellas y, cuando tenían más de 50, hicieron su primer viaje a Argentina: «Viajamos cuatro expresos de la dictadura llevando las primeras querellas por torturas contra personas que aún estaban vivas. No eran querellas de la primera época de la guerra, de la que no queda nadie vivo».
Al volver formaron la Coordinadora de apoyo a la Querella Argentina, «con la idea de basar nuestras reivindicaciones en la defensa de los derechos humanos y de concienciar de que no es un problema de las víctimas, sino de toda una sociedad». Recibieron el apoyo de otros colectivos como CCOO, CGT, sindicatos de Sanidad o Enseñanza, organizaciones ecologistas o feministas…», contaba.
Fruto del incansable trabajo en estos momentos hay veinte altos responsables de la dictadura franquista y torturadores encausados por el tribunal argentino en aras de la justicia internacional. Las extradiciones de estos individuos para ser juzgados han sido vergonzosamente denegadas por los gobiernos de turno. Entre estos criminales se encontraba Billy el Niño, quién falleció por coronavirus sin ser juzgado.
En 2018 participó en El silencio de otros, documental español sobre la lucha de las víctimas de Franco, como parte de la Coordinadora. El documental cuenta la odisea de cientos de querellantes para conseguir llevar ante un juez a torturadores, secuestradores de bebés y asesinos. Este es un pequeño extracto del documental que nos recuerda al inolvidable luchador:
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