Un eco del 64: Washington vuelve a preferir a un golpista que a un pueblo soberano
La Casa Blanca ha dejado claro que está dispuesta a usar sanciones y hasta el ejército contra Brasil porque su justicia avanza en el juicio contra Jair Bolsonaro por conspirar un golpe de Estado y planear asesinatos políticos. La excusa es la “libertad de expresión”. La realidad es el chantaje imperialista de siempre.
EL VIEJO REFLEJO DEL IMPERIO
El martes 9 de septiembre de 2025, la portavoz de Donald Trump, Karoline Leavitt, lanzó una amenaza sin precedentes: Estados Unidos “no teme usar el poder económico y militar” para defender la libertad de expresión en Brasil. Detrás de esas palabras se esconde un guion muy conocido en América Latina: la defensa no es de la democracia ni de los derechos, sino de un aliado golpista que ha intentado derribar al gobierno electo.
El Supremo Tribunal Federal de Brasil está juzgando a Bolsonaro y a siete altos cargos militares y de inteligencia por organizar un plan que incluía asesinar al presidente Luiz Inácio Lula da Silva, al vicepresidente Geraldo Alckmin y al juez Alexandre de Moraes. Los magistrados Alexandre de Moraes y Flávio Dino ya han emitido su voto a favor de condenarlo.
Moraes lo explicó con contundencia: “El acusado Jair Bolsonaro era líder de esta organización criminal. Brasil casi volvió a ser una dictadura porque un grupo político no sabe perder elecciones”.
La respuesta de Trump no ha sido apoyar la independencia judicial de un país soberano. Ha sido desplegar aranceles del 50 % a productos brasileños, sancionar al propio juez Moraes y amenazar con la fuerza militar. Washington se coloca así, otra vez, del lado de los verdugos.
BOLSONARO, EL HIJO DE LA DICTADURA
El paralelismo histórico es evidente. En 1964, Lyndon B. Johnson apoyó el golpe contra João Goulart, un presidente reformista que no encajaba en la agenda de Washington. Estados Unidos desplegó incluso un grupo naval para intervenir, aunque no llegó a invadir. Lo que sí hizo fue bendecir 21 años de dictadura militar que dejaron torturas, censura y asesinatos.
No fue casualidad: instructores estadounidenses enseñaron técnicas de represión y tortura a las fuerzas brasileñas. Esa dictadura es la misma que Jair Bolsonaro, entonces un joven paracaidista, ha elogiado en numerosas ocasiones. En su carrera política llegó a decir que el “error” del régimen fue “torturar y no matar”.
Hoy, medio siglo después, Estados Unidos vuelve a usar el mismo pretexto de “defender la libertad” para justificar amenazas contra un país que intenta juzgar a quienes quisieron devolverlo a la noche de los cuarteles.
LA RESPUESTA DESDE BRASIL
El Congreso brasileño ha reaccionado con indignación.
- Lindbergh Farias (PT-Rio de Janeiro): “Esto no tiene nada que ver con la libertad de expresión. Es presión externa, chantaje e intimidación. Brasil no es patio trasero ni colonia de nadie”.
- Erika Hilton (PSOL-São Paulo): “Nadie está restringiendo la palabra de Bolsonaro. Puede hablar desde su casa, donde está bajo arresto porque hay riesgo de fuga. Aquí la Constitución, redactada tras la dictadura, prevé castigo contra quienes intentan un golpe de Estado”.
Los parlamentarios recuerdan que la justicia brasileña no persigue ideas, sino delitos. Bolsonaro no enfrenta un proceso por lo que dijo, sino por lo que hizo: conspirar para asesinar y derrocar a un gobierno electo.
La ironía es evidente: Trump habla de “free speech” mientras intenta blindar a un golpista, pero al mismo tiempo se muestra incapaz de entender que no es un debate académico. Es un juicio a un intento real de destruir la democracia.
UNA ALIANZA ENTRE GOLPISTAS
El caso Bolsonaro se parece demasiado al de Trump como para no ver el espejo. Ambos perdieron elecciones y gritaron fraude. Ambos alentaron asaltos violentos contra las instituciones. Ambos buscan impunidad disfrazada de persecución política. Y ambos cuentan con un ejército de fanáticos dispuestos a negar la realidad.
Por eso Trump no amenaza a Brasil por convicción, sino por reflejo. Al proteger a Bolsonaro, se protege a sí mismo. Al desacreditar la justicia brasileña, intenta sentar un precedente para desacreditar también la justicia estadounidense que lo acorrala con múltiples procesos judiciales.
El problema es que para salvarse está dispuesto a poner en riesgo la soberanía de otro país. Exactamente como en 1964. Exactamente como en cada intervención en América Latina, desde Guatemala en 1954 hasta Chile en 1973, pasando por Venezuela en 2019.
LO QUE ESTÁ EN JUEGO
El proceso contra Bolsonaro es más que un juicio individual. Es una batalla por el derecho de Brasil a no repetir la historia. Es el intento de cerrar la puerta a los cuarteles y a los caudillos. Es la constatación de que la democracia no puede ser rehén de quienes no saben perder.
Mientras tanto, más de 1.500 bolsonaristas fueron detenidos tras el asalto a las instituciones en enero de 2023. Bolsonaro ya está inhabilitado para ocupar cargos públicos hasta 2030. Y ahora se enfrenta a décadas de cárcel si es declarado culpable de todos los cargos.
Frente a eso, la reacción de Washington muestra que nada ha cambiado. El imperio no defiende democracias, las sabotea si el resultado no conviene a sus intereses.
Lo llaman libertad de expresión, pero es el viejo garrote imperial disfrazado de derecho humano.
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TRUMP, es un riesgo eminente para la paz mundial,su autoritarismo imperial, ha demonstrado,el intervencionismo en todo el mundo,caso como Israel,responsable de la barbariecon el pueblo palestino,la intromision en assuntos internos en otros paices y tantos etc.etc.
LA libertad y la democracia entuesgi.