La culpabilidad directa recae, por supuesto, sobre los agresores, pero no se puede ignorar el papel que desempeñaron las mentiras difundidas en redes sociales, en especial en la plataforma X
En un Reino Unido que se enfrenta a una ola de violencia de extrema derecha, los culpables directos ya están siendo procesados con una celeridad inusitada por un sistema judicial que generalmente avanza a un ritmo glacial. Estos perpetradores, responsables de incendiar hoteles que alojaban a migrantes y refugiados, de saquear tiendas y centros comunitarios, y de atacar mezquitas, han sido señalados como los responsables inmediatos de la destrucción y el miedo sembrados en las últimas semanas. Sin embargo, existe un culpable que aún no ha sido llevado ante la justicia: Elon Musk.
Las autoridades británicas están tomando medidas contundentes contra quienes desataron los disturbios y ataques en varias ciudades, pero si realmente quieren responsabilizar a todos aquellos que incitaron estos actos violentos, deben dirigir su atención hacia Musk. La culpabilidad directa recae, por supuesto, sobre los agresores, pero no se puede ignorar el papel que desempeñaron las mentiras difundidas en redes sociales, en especial en la plataforma X (anteriormente conocida como Twitter), en inflamar el odio que condujo a esta violencia.
EL IMPACTO DE LA DESINFORMACIÓN Y LA HISTORIA QUE SE REPITE
Todo comenzó, como tantas veces en la historia, con una mentira. En esta ocasión, la falsedad de que un ataque con cuchillo en una fiesta infantil en Southport, que resultó en la muerte de tres niñas pequeñas, había sido perpetrado por un migrante musulmán que había llegado al Reino Unido en un bote. Esta narrativa falsa recuerda a acusaciones medievales de “libelo de sangre”, como la de 1144 en Norwich, donde los judíos fueron falsamente acusados de asesinar a un niño de 12 años, lo que condujo a masacres. Aunque los disturbios recientes no han resultado en muertes –más por suerte que por misericordia–, el efecto devastador de la desinformación es evidente.
En cuestión de minutos, la mentira se propagó por las venas de internet, esparciéndose de manera viral a través de las redes sociales. No fue organizada por grupos oficiales de extrema derecha; estos permanecen pequeños y fragmentados. Tampoco parece haber sido orquestada por un actor estatal malicioso. Más bien, fue el resultado de individuos actuando de manera autónoma, pero convergiendo en una dirección común, como un banco de peces.
El fenómeno tomó escala gracias a los “superdifusores”, figuras de gran renombre con enormes seguidores en línea que actúan como nodos para la diseminación de mentiras. Ejemplos de ello son Stephen Yaxley-Lennon, conocido como Tommy Robinson, y Andrew Tate, quienes amplificaron la afirmación inicial falsa, haciéndola llegar a millones de personas. Un solo individuo, con suficiente alcance en redes sociales, puede generar un pánico masivo.
EL PAPEL DE ELON MUSK Y LA NECESIDAD DE REGULACIÓN
Es crucial entender que el núcleo del problema no son las redes sociales en general, sino específicamente X. Musk, quien adquirió la plataforma y la transformó en un espacio seguro para el racismo y el odio, ha permitido el regreso de figuras de extrema derecha que antes habían sido excluidas. Desde que Musk tomó el control, se ha registrado un aumento del 500% en el uso de insultos raciales en la plataforma y un incremento significativo en publicaciones antisemitas.
Musk no solo ha facilitado el regreso de estos agitadores, sino que él mismo se ha convertido en uno. Compartió con sus 193 millones de seguidores un falso titular que afirmaba que Keir Starmer planeaba crear “campos de detención” para los alborotadores en las Islas Malvinas, inflando la situación con declaraciones incendiarias como “la guerra civil es inevitable”.
Ante este panorama, es necesario que políticos, periodistas y líderes de opinión abandonen X en masa y busquen otras plataformas para la difusión de noticias y opiniones. También es vital que las escuelas enseñen habilidades de “higiene informativa” para que los jóvenes puedan identificar y evitar la desinformación, de la misma manera que evitarían alimentos en mal estado. La legislación de seguridad en línea debe ser reforzada para que las compañías de redes sociales sean responsables de cumplir con sus propios estándares. Las multas, no solo a las corporaciones, sino también a sus directores, podrían ser un disuasivo efectivo.
Además, este es un problema global que requiere una solución global. Tal como argumentan Elaine Kamarck y Darrell West en su libro “Lies That Kill”, los países deben cooperar en la lucha contra la desinformación. Un diálogo internacional debe ser una prioridad en las agendas de los gobiernos de todo el mundo, incluyendo posibles discusiones entre líderes como Keir Starmer y Kamala Harris en el futuro cercano.
En última instancia, la desinformación puede matar. Aunque Elon Musk no es el único enemigo de la verdad, es uno de los más prolíficos en el mundo. Como uno de los principales referentes de la extrema derecha global y poseedor de la plataforma de redes sociales más grande del mundo, su influencia es peligrosa y debe ser confrontada con urgencia. La lucha para derrotarlo es inevitable y debe ser ganada, no solo por el bien del Reino Unido, sino de la verdad y la justicia en todo el mundo.
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