Interceptar arroz, medicinas y sillas de ruedas en alta mar es el retrato perfecto del mundo que estamos tolerando.
UN ACTO DE PIRATERÍA CON CONSENTIMIENTO INTERNACIONAL
El Madleen no era un barco de guerra. No transportaba armas. No escondía combatientes. Su cargamento era tan subversivo como arroz, medicinas y sillas de ruedas. Su delito: intentar que esa ayuda llegase a Gaza sin el filtro del Estado que la está matando de hambre.
Esta madrugada, Israel ha interceptado el barco en aguas internacionales, lo ha abordado con soldados armados y ha secuestrado a las y los activistas a bordo. Ha publicado fotos humillantes —Greta Thunberg, con un bollo en la mano ofrecido por un soldado, como si el cinismo pudiese blanquear la violencia— y ha tenido la desfachatez de calificar la flotilla como “propaganda de Hamás”.
No. Lo que es propaganda es fingir que interceptar ayuda humanitaria en alta mar es un acto de legítima defensa. Lo que es crimen es usar el hambre como arma de guerra. Y lo que es piratería, simple y llanamente, es abordar un barco civil en aguas internacionales.
EL MUNDO QUE SE RESIGNA A LA BARBARIE
Y ahora, ¿qué? Esa es la pregunta que nos queda. Porque el Madleen ha sido interceptado. Porque las y los activistas han sido secuestrados. Porque Gaza sigue cercada, bombardeada y matando a su población lentamente. Y porque los gobiernos de Europa —incluido el español— siguen escondiéndose tras las buenas palabras mientras mantienen acuerdos comerciales y militares con el Estado que perpetra este asedio.
Cada flotilla interceptada es una victoria política para Israel, pero también un espejo incómodo para el resto del mundo. El mensaje que envían hoy es claro: no basta con que los Estados se abstengan de actuar; quieren criminalizar a quienes desobedecen su bloqueo ilegal. Y el problema es que buena parte de Occidente lo permite.
Por eso la pregunta es tan urgente: ¿hasta cuándo vamos a tolerar esto? ¿Hasta cuándo vamos a resignarnos a que la ayuda humanitaria solo llegue en los términos que impone un gobierno que viola de forma sistemática el derecho internacional? ¿Hasta cuándo vamos a normalizar que quienes intentan romper un cerco criminal sean tratados como delincuentes?
Porque cuando las leyes protegen a los verdugos, la desobediencia civil no es solo legítima: es la única respuesta ética posible. Y si quienes intentan ejercerla son secuestrados, atacados y criminalizados, no podemos limitarnos a aplaudir desde la distancia. Nos toca actuar. Nos toca gritar más fuerte. Nos toca exigir responsabilidades políticas aquí, en nuestros parlamentos y gobiernos.
Porque si el Madleen ha sido interceptado con impunidad hoy, es porque se ha dejado a Israel actuar con impunidad demasiados años. Y si no frenamos esta deriva, no será solo Gaza quien pague el precio: será la propia idea de humanidad.
Opinión | Y ahora, ¿qué?: el secuestro del Madleen nos interpela a todas
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