«Necesitamos menos estupidez, menos cinismo, menos egocentrismo. Y quizás así, podremos empezar a construir un país más justo, más igualitario y más unido».
«En la política, la estupidez no es un obstáculo», dijo Napoleón Bonaparte. Y si alguien personifica esa máxima en la actualidad política española, es sin duda Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid que parece estar más interesada en crear controversias y desestabilizar el país que en trabajar para mejorar la vida de sus ciudadanos.
Es difícil encontrar una figura política más cínica, arrogante y sin escrúpulos que Ayuso, quien parece disfrutar insultando y menospreciando a sus adversarios políticos y a cualquiera que no comparta su visión del mundo. Y si bien muchos podrían argumentar que esta es una estrategia astuta y efectiva para mantener el poder, lo cierto es que a largo plazo solo contribuye a la polarización y el enfrentamiento, y aleja aún más a la sociedad de cualquier consenso.
Pero no todo es culpa de Ayuso y su gobierno. También hay que señalar la responsabilidad de la oposición, que en lugar de presentar propuestas y soluciones, se dedica a caer en la provocación de los populares y a entrar en el juego del insulto y la descalificación. Una oposición que parece haber olvidado que su misión es fiscalizar al gobierno y defender los intereses de la ciudadanía, y no caer en las trampas del adversario. Pero, ¿quién es Ayuso para hablar de acabar con la izquierda? ¿Qué ha hecho ella para mejorar la vida de la ciudadanía?
No nos engañemos, la declaración de Ayuso de «matadlos» no es solo una muestra más de su estilo provocador y desafiante, sino una incitación a la violencia y un peligroso llamado a la intolerancia y la división. Si algo debería estar «acabado» en la política, es precisamente esa actitud belicosa y destructiva que solo sirve para sembrar odio y desconfianza entre las personas.
Y si hablamos de acabados, ¿qué tal si Ayuso empieza por hacer autocrítica tras las miles de muertes de personas mayores en residencias durante la pandemia? ¿O por explicar por qué su vicepresidente, Enrique Ossorio, ha estado recibiendo bonos sociales destinados a los más vulnerables? ¿O por aclarar todas las polémicas que rodean a su familia y sus relaciones con la justicia?
Pero claro, eso sería pedirle un mínimo de honestidad y transparencia, algo que parece estar muy lejos de la ética y el comportamiento de la casta política actual. ¿Cómo podríamos esperar que alguien como Ayuso asuma sus responsabilidades y errores cuando su modus operandi es siempre echar la culpa a los demás y presentarse como la víctima de una conspiración?
La política española necesita menos de figuras como Ayuso y más de líderes responsables, comprometidos con el bienestar común y capaces de dialogar y buscar soluciones juntos. No necesitamos más confrontación, más insultos, más polarización. Necesitamos menos estupidez, menos cinismo, menos egocentrismo. Y quizás así, podremos empezar a construir un país más justo, más igualitario y más unido.
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