Los muelles de Barcelona se han convertido en escenarios de una contienda moral, donde los estibadores y estibadoras han levantado la bandera del pacifismo. En un acto que desafía la lógica mercantilista que a menudo impera en los puertos, han proclamado un sonoro «no» a la manipulación de cargamentos bélicos destinados a las zonas de conflicto en Palestina e Israel. Este colectivo, lejos de tomar partido en la disputa, ha hecho un llamado a la sensatez, exigiendo un cese al fuego y el respeto por los derechos humanos y civiles, esos que parecen desvanecerse en el fragor de la guerra.
«No permitir la actividad» no es solo una frase; es un compromiso con la vida y la dignidad humana. Los estibadores y estibadoras de Barcelona han solicitado coherencia.
UNA LUCHA POR LA HUMANIDAD
La Organización de Estibadores Portuarios de Barcelona (OEPB), que representa a más de mil trabajadores y trabajadoras, ha decidido poner un alto a la facilitación de la muerte. En un mundo donde la violencia se ha convertido en moneda corriente, ellos y ellas han optado por proteger a la población civil, sin distinción de fronteras.
«Rechazo absoluto a cualquier forma de violencia», proclaman, mientras se hacen eco de la violación de derechos humanos que resuena en los ecos de conflictos como los de Ucrania, Israel y Palestina. Este no es un acto aislado; recuerdan el boicot de 2011 durante la guerra de Libia, donde su intervención no solo obstaculizó el envío de armas sino que también promovió la ayuda humanitaria.
Sin embargo, se enfrentan a un dilema: la imposibilidad de conocer el contenido exacto de los contenedores. Aquí es donde la colaboración con ONGs y entidades humanitarias se vuelve crucial, una sinergia que busca ser los ojos en el terreno para evitar que el puerto de Barcelona se convierta en cómplice de la guerra.
«No es un comunicado político», insisten, mientras el Gobierno asegura no exportar armas letales a Israel. Pero los números hablan por sí solos: España ha adquirido material militar de Israel por valor de 300 millones de euros solo en este año, con un compromiso de otros 700 millones en el horizonte. ¿Cómo reconciliar estas cifras con la promesa de paz?
UNA TRADICIÓN DE RESISTENCIA
Este gesto de los estibadores y estibadoras se alinea con una tradición de resistencia que ha visto a trabajadores y trabajadoras portuarios de todo el mundo, desde Bélgica hasta Italia, Sudáfrica y Estados Unidos, negarse a ser engranajes en la máquina de guerra. Es un eco de la solidaridad que resonó durante el conflicto en la Franja de Gaza de 2008 y 2009, un recordatorio de que la historia juzgará las acciones tomadas en momentos de crisis.
Los estibadores y estibadoras de Barcelona, con su negativa a operar barcos armamentísticos, no solo están tomando una postura; están enviando un mensaje. Un mensaje que trasciende las aguas del Mediterráneo y se convierte en un llamado global a la reflexión y al cambio. En un mundo donde las armas se cargan con la misma facilidad que se cargan los contenedores, su decisión es un faro de esperanza.
«Solo queremos que se agoten todas las vías de diálogo antes de usar la violencia», concluyen, mientras el mundo observa si este acto de valentía portuaria puede influir en el curso de la historia. La pregunta que queda flotando en el aire es si la comunidad internacional seguirá su ejemplo o si, una vez más, el sonido de las armas ahogará los llamados a la paz.
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