El presentador de «Cuarto Milenio» vuelve a generar polémica al desestimar el gesto de Musk como un posible saludo nazi, en un contexto global cada vez más polarizado.
Cuando Iker Jiménez defiende a Elon Musk, lo hace desde una posición que, según él, busca «contextualizar» y «entender al personaje». Sin embargo, sus palabras obvian un hecho fundamental: los símbolos no se leen en un vacío. Calificar de «cachondeo» las acusaciones sobre el gesto de Musk, tildado por algunos de saludo nazi, es ignorar la carga histórica de estos actos, que han sido normalizados por líderes autoritarios en repetidas ocasiones.
Decir que @elonmusk hace el saludo nazi ?♂️ y demás es un cachondeo. Y entender muy poco del personaje. Lean a Isaacson- y hay alguna otra buena biografía- y entenderán.
— Iker Jiménez (@navedelmisterio) January 20, 2025
El gesto atribuido a Musk no puede analizarse sin considerar el auge de la extrema derecha en todo el mundo. En un contexto en el que los discursos de odio han encontrado altavoces en las plataformas digitales, minimizar la importancia de un símbolo como este es extremadamente peligroso. Al restar gravedad al asunto, se contribuye al blanqueamiento de movimientos que se apropian de estos gestos como parte de su narrativa.
El problema no es solo si Musk intencionalmente hizo un saludo nazi, sino el impacto que tiene su imagen al reproducirlo, incluso si fuera por descuido. Como figura pública, Musk representa no solo a su empresa, sino a una élite tecnológica que muchas veces actúa sin rendir cuentas. Su presencia al lado de Trump, quien ya ha sido criticado por su retórica divisiva, no hace más que amplificar esta preocupación.
Ya me gustaría a mí tener su talento. Ese que a tantos figuras les sobra.
— Iker Jiménez (@navedelmisterio) January 20, 2025
IKER Y ELON: CUANDO EL DEBATE SE DESVÍA HACIA LO PERSONAL
Iker Jiménez, por su parte, ha optado por personalizar el debate, defendiendo las «habilidades» de Musk y atacando a quienes critican al magnate. «Ya me gustaría a mí tener su talento», dice el presentador, como si este fuera el eje de la discusión. Pero el debate sobre Musk y su posible gesto no se centra en su capacidad para liderar empresas tecnológicas, sino en cómo estas figuras influyen en las dinámicas sociales y políticas actuales.
Al defender a Musk, Jiménez no solo desvía la atención del gesto en sí, sino que también participa en una narrativa que equipara el éxito económico con la intocabilidad moral. Es la misma narrativa que ha permitido a líderes autoritarios, empresarios y multimillonarios evitar rendir cuentas por sus acciones.
Además, el tono utilizado por Iker en sus respuestas en redes sociales no contribuye a un debate serio. Al reducir las críticas a comentarios sobre «tertulianos patrios» o «intelectuales que no entienden», cae en el mismo cuñadismo que dice criticar. Estas generalizaciones no hacen más que alimentar una polarización que beneficia a quienes buscan desviar la atención de los problemas reales.
La gravedad de los símbolos no radica solo en la intención, sino en su impacto. Minimizar gestos como el de Musk es dar un paso más hacia la normalización de lo intolerable.
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