El joven mintió para, según sus palabras, mantener a su “nueva pareja”
El odio, la discriminación, los prejuicios hacia el colectivo LGTBI, no son nada nuevo. Las agresiones violentas hacia el colectivo, expresión más extrema de ese odio, tampoco. Sin embargo, toda la lucha por cambiar esta intolerancia puede verse dañada en cuestión de minutos y es algo que no podemos permitir.
Ese posible daño está enraizado en una mentira en el centro de Madrid: el caso de la agresión ocurrida estos días en Malasaña. Algo había que no encajaba y la Policía no encontraba indicios de la agresión de la que hablaba el joven. La historia que contó, que fue agredido por ocho individuos con capuchas blancas en su portal el pasado domingo por la mañana en el céntrico barrio madrileño de Malasaña y le grabaron a punta de cuchillo la palabra “maricón” en la nalga después de insultarle, resulto ser una mentira.
Los vecinos, interrogados por los agentes, ni “oyeron ni vieron nada” a pesar a que todo había ocurrido a plena luz del día según el relato del joven. Ni un solo testigo.

Este miércoles, en una segunda declaración “más pausada”, el joven contó la verdad: “Fue consentido, en casa de otra persona”, ha reconocido ante la policía. Asegura que mintió para mantener a su “nueva pareja”, quien le llevó a la comisaría para poner la primera denuncia.
Consecuencias
Las consecuencias de esta mentira, además de las que acarrea al propio colectivo LGTBI y la leña que echa al fuego incesante de la ultraderecha española, pueden ser graves. El denunciante podría haber cometido un delito de denuncia falsa y otro de simulación de delito.
El Código Penal recoge que la simulación de delito se produce cuando una persona «simulare ser responsable o víctima de una infracción penal» o «denunciare una inexistente, provocando actuaciones procesales» y prevé multas de seis a 12 meses en función de la cuantía que se le imponga.
No puede tapar la lucha
En los últimos meses, el colectivo LGTBI ha sufrido numerosos y brutales ataques y muchos son los que lo achacan al mensaje de odio de la extrema derecha desde las instituciones. Algunos de los más recientes se han producido en Velada (Toledo) -donde dos presuntos responsables ya han sido identificados por golpear a un joven-, Melilla o Valencia, donde un joven trans fue agredido por llamar «guapes» a un grupo de jóvenes.
La lucha por la defensa de lo justo, contra la intolerancia, no debe pararse ni verse perjudicada por las mentiras de una persona. Muchos son quienes sufren la violencia homófoba a diario y muchos son quienes la seguirán ejerciendo si no se ponen medios para ello, si no se detiene el mensaje de odio y si no se denuncian estas situaciones. La lucha sigue, hagámoslo por Samuel.
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