«Se necesitan políticos valientes que trabajen no para la gente, sino con la gente»
Federico Velázquez de Castro. Presidente de la Asociación Española de Educación ambiental
Estamos plenamente en una época de transición bajo importantes desafíos: una población creciente, con legítima demanda de recursos y energía, en un contexto de emergencia climática, degradación ambiental e incertidumbre con las materias primas (incluidas algunas tan preciosas, como el agua).
Y tenemos en contra tres importantes factores: un modelo económico que no renuncia al crecimiento, sustentado en la publicidad y el consumo; una estructura política pensada para el corto plazo, que no quiere predisponerse contrariando a sus votantes; y la parte menos consciente de la población que no admite restricciones a sus comportamientos adolescentes, dejándose influir fácilmente por los que le prometen “libertad”, rechazando la necesaria responsabilidad que el momento requiere.
Frente a ello se precisa un cambio de amplio alcance. Un cambio que, difícilmente vendrá desde el propio modelo (salvo que unas circunstancias extremas le obliguen, lo que sería desastroso), sino del corazón de la sociedad y en donde la educación, la cultura y la ética se conviertan en motores transformadores. Por una parte, advirtiendo del delicado momento por el que transita la humanidad, promoviendo valores que conecten con lo que de esencial tiene el ser humano, haciéndole comprender cuáles son los verdaderos caminos de la realización y la felicidad, descubriendo la unidad que, desde sí mismo le conecte con los demás, la naturaleza y el universo. Hay que reivindicar la dimensión profunda del ser humano, desde la que se pueda comprender la vida con otras miradas que renuncien al consumismo y se vuelvan hacia la gratitud, la sencillez y el asombro.
Paralelamente, se necesitan políticos valientes que trabajen no para la gente, no “siendo voz de los que no la tienen”, sino con la gente, para que los pueblos sean protagonistas de su destino y no vean la política como un espectáculo, tantas veces bochornoso. Los sujetos de la historia son los pueblos y el “político” no debe sino acompañar y facilitar ese camino. Gestores que miren a largo plazo y propongan con realismo, aun a riesgo de resultar impopulares, sacudiendo la comodidad de una población que debería participar a través de las organizaciones que vertebran la sociedad civil; y, desde ella, mantener un espíritu crítico que se traduzca en prácticas de no colaboración con todo lo que dañe al ser humano y la naturaleza. La rebeldía es una virtud que nos lleva a permanecer atentos, cuestionando y rechazando propuestas que se alejen de la sostenibilidad y la justicia.
Hay que actuar con determinación y rapidez. Todas las aportaciones suman, por lo que las prácticas de economía circular y transición energética son muy bienvenidas. Mas, sin modificar los comportamientos éticos no habrá nunca cambios definitivos. Por ello, en este Día del Medio ambiente hay que apuntar hacia una ciencia que no se desvincule de la sociedad, una tecnología que esté al alcance de los pueblos y bajo su control, y una educación transformadora que suscite valores sólidos y el compromiso necesario para la construcción de nuevos horizontes: justos, éticos, fraternales, sostenibles.
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