La respuesta a esta crisis ha sido tardía, confusa y cargada de retórica política.
“Nadie informa de nada” se ha convertido en el lamento unísono de 161 pueblos en Salamanca y Zamora, donde las aguas envenenadas han desencadenado una emergencia humanitaria. Las y los vecinos acuden en masa con garrafas, buscando agua potable mientras las autoridades parecen aletargadas y confusas.
El embalse de La Almendra, un oasis convertido en un pozo de problemas, registra niveles de contaminación por plaguicidas que exceden el límite establecido por la Unión Europea. No es solo un hecho preocupante; es una negligencia que revela la falta de supervisión y control.
La Diputación salmantina ha alegado, sin mucho énfasis, la falta de tiempo para adaptarse a la normativa. Pero las palabras se quedan cortas cuando los estómagos están sedientos y los grifos escupen veneno. El argumento de la “falta de tiempo” suena como una excusa vacía, especialmente cuando las y los ciudadanos esperaban que quienes están al mando se hubieran preparado.
Carolina Martín, presidenta de Ecologistas en Acción en Salamanca, expone un panorama aún más preocupante al apuntar a la posible “contaminación histórica” o el uso continuado de plaguicidas prohibidos. Las prácticas de la agricultura intensiva, tan cómodamente ignoradas, se han convertido en una espada de Damocles para la región.
RESPUESTAS TARDÍAS Y LA LUCHA DIARIA
La respuesta a esta crisis ha sido tardía, confusa y cargada de retórica política, mientras la gente común lucha diariamente por un recurso tan básico como el agua. La indignación no es solo palpable sino completamente justificada.
“¿Qué razonamiento es ese? El nuevo decreto establece 0,03 microgramos de metolacloro autorizados por litro y antes eran 0,1 microgramos. Eso es que antes nos envenenaban igual con sustancias no permitidas y no lo sabíamos”, exclama una furiosa Carolina Martín. El veneno ha estado allí, oculto pero presente, y ahora las y los residentes de estos pueblos deben enfrentarse a él.
Las imágenes de garrafas de agua apiladas en un almacén del ayuntamiento de Monleras y bares afectados por las restricciones de agua en la zona pintan un cuadro sombrío de una sociedad en crisis. Pero más allá del pánico y la incertidumbre, hay una sensación de traición.
El alcalde de Monleras, Ángel Delgado, y su concejal, hombres de 65 y 63 años respectivamente, resumen el sentimiento general: “La intensificación de la industria agroalimentaria contra modelos tradicionales provoca estos problemas, el modelo intensivo implica explotar más el terreno y usar más pesticidas”.
La ausencia de información, de planes y de respuestas claras de las autoridades se ha convertido en una burla para las y los ciudadanos que, con garrafas en mano, ven cómo sus vidas han sido alteradas por una negligencia evitable.
Las palabras y promesas están bien, pero en esta situación, no son suficientes. Se necesita acción, y se necesita ahora. La gente de Salamanca y Zamora merece más que excusas; merece soluciones, merece transparencia y, sobre todo, merece justicia.
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