02 May 2024

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«1, 2, 3, colgado por los pies»: los ultras en Ferraz no detienen su odio
DESTACADA, POLÍTICA ESTATAL

«1, 2, 3, colgado por los pies»: los ultras en Ferraz no detienen su odio 

Este incidente en Ferraz es un síntoma alarmante de una enfermedad política más profunda: la erosión de la civilidad y el respeto en el discurso público.

En una escena cargada de simbolismo y violencia, aproximadamente 150 personas se han congregado en la calle Ferraz, tras una manifestación en Madrid contra la propuesta de ley de amnistía. Esta concentración ha culminado en un acto que trasciende la mera protesta política: el manteo de dos muñecos representando a figuras políticas prominentes, Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno, y Carles Puigdemont, expresidente de Cataluña. Los manifestantes, algunos ondeando banderas españolas, han elevado los muñecos al aire al grito unísono de «1, 2, 3, colgado de los pies», una expresión que refleja más que descontento político, un abismo de hostilidad y deshumanización.

Esta escenificación grotesca en la sede del PSOE en la calle Ferraz se produce en el contexto de una convocatoria más amplia liderada por el Partido Popular en la Plaza de España. Dicha concentración ha contado con la presencia de figuras políticas de renombre, incluyendo al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y a ex presidentes como Mariano Rajoy y José María Aznar. Pero, ¿qué mensaje subyace en esta actuación de violencia simbólica?

UN GRITO DE UNIDAD CONTRA EL «SANCHISMO»

Los asistentes a esta manifestación no se han limitado a expresar su desacuerdo con las políticas gubernamentales. Han cruzado un umbral hacia la agresión personal, tildando a los representados en los muñecos de «delincuentes» y «psicópatas». En las pancartas ondeadas se podía leer: «Un grito de unidad contra el sanchismo». Este lenguaje incendiario, lejos de ser un mero recurso retórico, encarna una preocupante tendencia hacia la polarización y el extremismo en el ámbito político español.

El manteo de los muñecos de Sánchez y Puigdemont no es solo una crítica política; es un acto de deshumanización, un teatro de odio donde las figuras públicas se convierten en chivos expiatorios de un descontento más amplio y profundo. En un contexto democrático, ¿es esta la forma de expresar desacuerdo? La agresión simbólica en Ferraz destapa una olla de grillos de intolerancia y resentimiento que amenaza con desbordarse, socavando los cimientos de la convivencia y el respeto mutuo.

¿HACIA DÓNDE NOS DIRIGIMOS? UN LLAMADO A LA REFLEXIÓN Y ACCIÓN

Este incidente en Ferraz es un síntoma alarmante de una enfermedad política más profunda: la erosión de la civilidad y el respeto en el discurso público. La manipulación de muñecos a imagen de líderes políticos, acompañada de gritos de odio, no es un acto aislado. Es el reflejo de una sociedad cada vez más dividida, donde el diálogo y el entendimiento ceden paso al espectáculo y la confrontación.

Es fundamental, para quienes creen en una democracia robusta y saludable, no solo condenar estos actos, sino también comprender sus raíces. La polarización política no es un fenómeno espontáneo; se alimenta de la retórica de líderes irresponsables, de medios de comunicación que privilegian el escándalo sobre el análisis, y de una ciudadanía que, en ocasiones, olvida que detrás de la figura pública hay una persona.

En este contexto, es imperativo un llamado a la acción. Las y los líderes políticos, los medios de comunicación y la ciudadanía deben asumir su responsabilidad en la construcción de un discurso público más constructivo y respetuoso. Es hora de rechazar la simplificación y la demonización del «otro», de buscar puntos de encuentro en lugar de alimentar divisiones.

El acto de manteo en Ferraz no es solo un incidente aislado, es un espejo de nuestra sociedad. Y la imagen reflejada debería impulsarnos a una profunda reflexión y a un cambio urgente. La política debe ser un espacio para el debate de ideas, no un ring de boxeo donde se aplauden los golpes bajos. La democracia española merece y necesita un discurso político más maduro, reflexivo y, sobre todo, humano.

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