No se trata solo de un ‘trend’. Se trata de vidas destruidas por una cultura que enseña a aguantar en lugar de exigir respeto.
La Generación Z ha transformado las redes sociales en una herramienta para visibilizar la opresión cotidiana. Ahora, un ‘trend’ viral en TikTok expone con crudeza las actitudes machistas y abusivas que muchas personas han soportado en sus relaciones.
Y aun así me quedé es el nombre que las y los usuarios han dado a esta tendencia, que ha roto el silencio sobre las experiencias más devastadoras y cotidianas en el ámbito de la pareja. Con un alcance de millones, el fenómeno se ha convertido en un grito colectivo contra la normalización de la violencia emocional, psicológica e incluso sexual.
EL ‘TREND’ QUE DESNUDA LA TOXICIDAD COTIDIANA
Todo comenzó con un video de la usuaria Lady Marrdita, que detalló comportamientos de su expareja como pedir fotos desnudas a otras mujeres “para asegurarse de que ninguna era más atractiva” que ella. Su testimonio, tan doloroso como común, acumuló casi cuatro millones de visualizaciones, inspirando a otros a compartir sus propias historias. Este tipo de contenido ya no es anecdótico; es un archivo vivo de una cultura que trivializa la toxicidad en las relaciones.
Algunas publicaciones abordan el tema con humor, pero otras reflejan realidades profundamente inquietantes. En este espacio de denuncia se han compartido vivencias de chantajes, infidelidades y vejaciones que, con frecuencia, las víctimas racionalizaron como “normales”.
La atleta olímpica Ana Peleteiro se unió a la tendencia el 9 de diciembre con un relato que estremece. Denunció haber sido víctima de abuso sexual dentro de su relación: “Me despertaba teniendo relaciones sexuales sin consentimiento”, afirmó en un video que también destaca cómo su expareja la manipuló emocionalmente con amenazas y mentiras. Con esta denuncia pública, Peleteiro ha puesto rostro y voz a una problemática que afecta a millones.
LA NORMALIZACIÓN DEL ABUSO Y EL SILENCIO CULTURAL
Detrás del impacto viral de Y aun así me quedé hay una realidad profundamente arraigada: la normalización de las actitudes machistas en las relaciones de pareja. Desde la infancia, muchas personas son educadas para tolerar el abuso, ya sea emocional o físico, como parte “inevitable” de las relaciones. Este ‘trend’ no solo denuncia comportamientos individuales, sino también un sistema que perpetúa estas dinámicas.
Peleteiro, como otras y otros participantes de esta tendencia, subraya cómo el apego emocional puede convertirse en una trampa. “Salir de una relación con un narcisista es muy complicado”, declaró. Pero también remarcó que el apoyo de personas cercanas y la terapia son herramientas esenciales para romper el ciclo. Esta afirmación también pone de manifiesto la insuficiencia de los recursos públicos para atender estas situaciones, dejando a muchas personas en la indefensión.
Aunque TikTok se ha convertido en un espacio de denuncia, también queda claro que no debería ser la principal vía para abordar estos problemas. La responsabilidad recae en los sistemas judiciales, las instituciones educativas y las políticas de salud pública, que a menudo fallan en proteger a las víctimas y en prevenir los abusos.
EL PODER DE LO VIRAL COMO MOTOR DE CAMBIO
Y aun así me quedé no solo evidencia las fallas individuales, sino también la necesidad de un cambio estructural. El machismo y la violencia de género son problemas sistémicos, y su erradicación requiere una respuesta integral que incluya educación afectivo-sexual obligatoria, refuerzo de las leyes contra el abuso y un compromiso mediático que deje de trivializar estas conductas.
En 2024, cuando las redes sociales concentran buena parte del debate público, las historias como las compartidas en esta tendencia se convierten en recordatorios ineludibles de que el cambio no puede esperar. Las voces que ahora resuenan en TikTok exigen justicia, reparación y, sobre todo, transformación social.
No se trata solo de un ‘trend’. Se trata de vidas destruidas por una cultura que enseña a aguantar en lugar de exigir respeto.
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