En cuestión de días, más de 500 personas en el estado de Andhra Pradesh, India, se han visto afectadas por una enfermedad desconocida.
Hace aproximadamente una semana se detectaron en la antigua ciudad de Eluru los primeros casos con síntomas como náuseas, mareos, ansiedad o pérdida de conciencia.
Sin embargo las primeras investigaciones no muestran evidencias de infección viral.
Aún y así a raíz de esta sucesión de acontecimientos un hombre de 45 años falleció el domingo pasado, después de experimentar síntomas similares a la epilepsia y de padecer un ataque cardíaco, todavía no relacionado con la enfermedad. 300 personas fueron dadas de alta y al menos 19 trasladadas a otros hospitales para mejor tratamiento.
¿Qué podría estar causando esta enfermedad misteriosa en India?
“Descartamos que la causa sea contaminación del agua o del aire después de que oficiales visitaran las áreas donde la gente se enfermó”, señaló el viceministro de salud, Krishna Srinivas.
También sostuvo que ninguno de los pacientes dio positivo en Covid-19. “Esta es una enfermedad misteriosa y sólo los análisis revelarán lo que es”.
No obstante, el parlamentario Narasimha Rao afirma que los análisis de sangre, hechos por All India Institute of Medical Sciences, uno de los hospitales más importantes del país situado en Nueva Delhi, mostraron altos componentes de plomo, níquel y otros metales pesados en los pacientes.
Las crisis en la India y su impacto
Con una tasa de contagios de 90.000 casos diarios en septiembre, India es ya el segundo país del mundo más afectado por la COVID-19, solo por detrás de EEUU.
El impacto económico y social de la pandemia puede tener importantes consecuencias tanto domésticas como internacionales para el gigante asiático. La consolidación de India como potencia emergente y contrapeso liberal a China en Asia ya había sufrido algunos reveses en el último año, debido a la ralentización de su economía, la cual se estima se contraiga alrededor de un 8,5% en 2020, y al autoritarismo blando del primer ministro Narendra Modi.
Por su frontera compartida con China, India fue uno de los primeros países en reaccionar a la crisis de la COVID-19. El 17 de enero, el gobierno federal tomó las primeras medidas: restringiendo vuelos, repatriando a sus ciudadanos y comenzando la monitorización y rastreo de potenciales infectados.
La rápida reacción del gobierno tuvo el efecto positivo de frenar la expansión de la pandemia en los primeros meses. Mientras Europa sufría los estragos de la crisis sanitaria, India reportó 500 casos y diez muertes a 24 de marzo, el día en que se decretó el confinamiento en el país. Los errores en el diseño del confinamiento por parte del gobierno, sin embargo, fueron clave en la expansión del virus.
Trabajo masivo en sectores informales de la economía
Según datos del FMI y de la OIT, alrededor del 92% de la población activa del país trabaja en sectores informales de la economía, esto supone que no posee ningún tipo de protección frente al desempleo y, por tanto, su sustento depende del salario diario.
A su vez, alrededor de 139 millones de estos trabajadores informales son migrantes domésticos, personas que se trasladan de las zonas rurales a las grandes ciudades.
Cuando el gobierno decretó el confinamiento, el cierre de la industria y otros centros de trabajo supuso que estos trabajadores rápidamente se quedaron sin sustento económico. Ante esta situación, muchos de ellos decidieron regresar a sus lugares de origen para poder subsistir.
La pandemia se ceba con la India rural
Este éxodo, alrededor del 4,5% del total de la población, tuvo el efecto de expandir el virus por la geografía india. Si en abril el 23% de las infecciones se registraban en las zonas rurales, en septiembre esa cifra representa el 54%.
Mirando ahora al estado de la infraestructura sanitaria india, encontramos que esta presenta tanto fortalezas como debilidades a la hora de hacer frente a la pandemia.
La principal debilidad se encuentra en un deficiente sistema de atención primaria, clave en la respuesta ante la COVID-19. En términos globales, India posee 0,9 médicos y 1,7 enfermeros por cada 1.000 habitantes; unas ratios por debajo de la media global de 1,6 y 3,8 respectivamente.
Es importante, sin embargo, destacar que la situación no es igual en todo el país. El carácter federal de India hace que haya diferencias entre las capacidades sanitarias de los distintos Estados del país. Un ejemplo claro de esas diferencias interterritoriales lo podemos encontrar en el éxito del Estado de Kerala en su estrategia de lucha contra la pandemia. El Estado fue el primer foco de la infección en enero y representa un ejemplo de buenas prácticas.
Kerala recibe más de un millón de turistas al año, además de poseer una importante parte de su población emigrada, tanto en el Golfo Pérsico, por motivos económicos, como en China, por estudios. Este Estado de 35 millones de personas ha conseguido mantener el número de infecciones en 100.000 casos y 396 muertes, muy por debajo de países desarrollados de similar tamaño.
La mayoría de los casos se concentra en cuatro Estados
De hecho, más del 50% de los casos de COVID-19 en India se concentra en cuatro Estados – Maharashtra, cuya capital es el centro financiero de Mumbai, Tamil Nadu, Karnataka y Delhi.
Una fortaleza del sistema sanitario indio es su experiencia en la lucha contra otras pandemias y enfermedades infecciosas. A lo largo de las últimas décadas, el país ha desarrollado exitosas campañas masivas para luchar contra enfermedades como la polio o el SIDA, brotes epidemiológicos como el del nipah en 2018 o enfermedades estacionales como el dengue o la malaria.
Esta experiencia ha hecho del sistema sanitario indio uno de los mejor adaptados del mundo en la lucha contra este tipo de emergencias en situaciones extremas, particularmente a nivel local, como ilustra el éxito de la lucha contra la COVID-19 en Dharavi, el asentamiento chabolista más grande de Asia, en la ciudad de Mumbai.
Una fuerte industria farmacéutica
Por último, es importante destacar la importancia de la industria farmacéutica india; el mayor productor de genéricos del mundo, con una cuota de mercado global del 20% y un valor total de 55.000 millones de dólares en 2020.
El sector será clave de cara a la eventual producción de una vacuna o tratamientos contra el coronavirus a precios asequibles y volúmenes suficientes para garantizar el acceso al mayor número posible de población mundial.
La crisis de la COVID-19, sin duda, ha resaltado algunos de los grandes problemas estructurales a los que se enfrenta India en su camino hacia el estatus de potencia mundial. Como ya hemos señalado, su economía sufre graves problemas de precariedad laboral, pero también altas cotas de analfabetismo, pobreza y baja cualificación. Su infraestructura estratégica, como el transporte o la vivienda, está obsoleta. Y servicios sociales básicos como la sanidad están necesitados de fuertes inversiones.
China quiere aprovecharse de la situación
Más allá de las debilidades estructurales, la crisis actual también ha puesto el foco en la gestión del gobierno. Ya antes de la pandemia, la economía india había comenzado a ralentizarse, pasando de un crecimiento del 8.2% en 2016-2017 al 4,2% en 2019-2020. Aun así, expertos como Kaushik Basu, ex-economista jefe del Banco Mundial, señalan la fortaleza india en sectores como las nuevas tecnologías, farmacia y educación superior, claves en la economía mundial postcrisis.
Las debilidades indias ante esta pandemia no han escapado a la atención de China, que ha visto una oportunidad para mover ficha en su rivalidad geoestratégica en la frontera compartida en el Himalaya.
Por último, en las últimas dos décadas, India ha buscado fortalecer su imagen como potencia emergente; la mala gestión de la pandemia puede suponer una importante mella en esa “marca India”.
En suma, la crisis de la COVID-19 ha demostrado que a India, más allá de sus indudables fortalezas, todavía le queda camino por recorrer para consolidar su estatus de potencia.
Los últimos apartados pertenecen a Mario López Areu The Conversation. Rigor académico, oficio periodístico
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