La Casa Blanca exige 600.000 millones en compras de gas y petróleo a cambio de no castigar con tarifas más duras.
EL MERCADO LIBRE QUE SE COMPRA A GOLPE DE AMENAZA
Donald Trump volvió a redefinir lo que llama “acuerdo comercial” el pasado 5 de agosto de 2025. En una entrevista con CNBC, advirtió a la Unión Europea que si no se materializa una inversión de 600.000 millones de euros en gas y petróleo estadounidense, la rebaja arancelaria que actualmente se sitúa en el 15 % pasará al 35 %. El presidente describió ese dinero como “un regalo” que EE.UU. no devolverá jamás, una especie de tributo impuesto a socios que, se supone, participan en un mercado de “libre competencia”.
Las autoridades europeas recuerdan que ese compromiso nunca se firmó en términos jurídicos, que depende de decisiones empresariales y no de los Estados miembros, y que ni Bruselas ni ningún gobierno puede garantizar esa suma. Aun así, Trump transforma promesas privadas en cláusulas de Estado y amenaza con castigos millonarios si no se cumplen.
ARANCELES A SU SUIZA, FARMACÉUTICAS Y PRESIÓN GLOBAL
Trump no se limitó a Europa. Su discurso apuntó a Suiza, anunciando un arancel del 39 % a sus exportaciones farmacéuticas, con una advertencia aún más inquietante: en uno o dos años las tarifas a medicamentos importados podrían alcanzar el 150 % o incluso el 250 %. El objetivo declarado es obligar a las farmacéuticas a producir dentro de Estados Unidos. Según el propio Trump, ocho de cada diez medicamentos vendidos en su país provienen de Europa.
El mensaje es claro: quien no traslade su producción a EE.UU. pagará. La lógica del mercado global se reduce a una pistola en la mesa. Lo mismo vale para India, acusada de alimentar la maquinaria de guerra rusa por sus compras de petróleo, y para China, que recuerda el golpe sufrido cuando Washington aplicó aranceles del 140 %.
UN JUEGO SIN REGLAS, UNA EUROPA SIN VOZ
Lo que Trump llama negociación es un ultimátum: cumple o paga. Europa no tiene poder para obligar a empresas privadas a gastar cientos de miles de millones en energía estadounidense. Aun así, la amenaza cuelga sobre su economía como una espada: si el dinero no llega, la factura de exportaciones se disparará un 20 % más de la noche a la mañana.
En paralelo, países terceros ven cómo sus industrias quedan a merced de aranceles mutantes, decididos al ritmo de las apariciones televisivas de Trump. El supuesto libre comercio es una quimera: el mensaje a Europa y al mundo es que el “aliado” más poderoso del planeta convierte los acuerdos en extorsiones, la soberanía económica en un juego de sumisión y la política exterior en un mercado de favores.
Europa no puede permitirse seguir pagando la obediencia. O legisla su soberanía económica o quedará atrapada en una cadena perpetua de chantajes y verdugos comerciales.
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