Es un aviso: el capitalismo salvaje no tiene aliados, solo intereses.
El proteccionismo de Donald Trump ha vuelto con fuerza. Apenas dos semanas después de regresar a la Casa Blanca, ha decidido imponer aranceles del 25% a México y Canadá y del 10% a China, provocando un terremoto en los mercados. Europa observa con tensión mientras el magnate amenaza con extender la medida al continente. Y si esto ocurre, España tiene mucho que perder.
Las primeras reacciones han sido inmediatas. En el Ibex 35, grandes empresas con intereses en México, como BBVA, Indra o Fluidra, han sufrido caídas superiores al 4%. En el resto de Europa, el DAX alemán cayó un 1,10%, el FTSE 100 inglés un 1,04% y el CAC francés un 1,2%. La incertidumbre se ha instalado en los mercados, y no es para menos: las sanciones comerciales de Washington pueden dar un golpe letal a sectores estratégicos de la economía española.
LOS SECTORES QUE SE JUEGAN SU FUTURO
El comercio con EE.UU. no es anecdótico para España. En 2024, el país fue el sexto destino de nuestras exportaciones, representando el 4,9% del total de ventas al exterior. La incertidumbre sobre los aranceles ha puesto en alerta a tres sectores clave: semimanufacturas, bienes de equipo y alimentación.
Según BBVA Research, los productos químicos, farmacéuticos y materiales de construcción serían los primeros en notar el golpe. Le seguiría la maquinaria industrial y los aparatos eléctricos, esenciales en sectores como la automoción y la construcción. Un encarecimiento de insumos como acero, aluminio o madera no solo elevaría los costes de producción, sino que reduciría la demanda, obligando a muchas empresas a recortar personal o cerrar fábricas.
El tercer sector en la diana es el alimentario, con un foco especial en el aceite de oliva. España es el principal exportador mundial y EE.UU. uno de sus grandes compradores. Si la administración Trump impone aranceles a este producto, el impacto sería demoledor en regiones como Andalucía y Cataluña. Mientras otros mercados como China podrían absorber parte de la demanda, las productoras españolas sufrirían la caída de su principal comprador en Norteamérica.
EL PRECIO DE LA GUERRA ECONÓMICA
Donald Trump ya ha admitido que sus medidas traerán «dolor» económico, pero asegura que «vale la pena el coste». Sin embargo, los primeros damnificados serán los propios ciudadanos estadounidenses. Los aranceles generarán inflación y el coste de la vida aumentará. Aunque EE.UU. tiene capacidad de absorción, los analistas prevén un incremento de casi medio punto en los precios, lo que impactará directamente en el bolsillo de la clase trabajadora estadounidense.
Para España, el problema no solo viene de las exportaciones. EE.UU. es nuestro quinto proveedor de bienes, con importaciones que en 2024 superaron los 28.380 millones de euros. Gran parte de estos productos corresponden a energía (35,2%), químicos (29,2%) y bienes de equipo (21,4%). Un encarecimiento de estas importaciones elevaría los costes de producción en sectores industriales clave, impactando a empresas y consumidores por igual.
Por regiones, las más expuestas a este terremoto comercial son Comunidad Valenciana, Madrid y País Vasco (por su dependencia de bienes de equipo) y Cataluña (por la química). Sin olvidar que, en el sector agrícola, la presión recaerá sobre el sur de España.
LA UE PROMETE RESPONDER, PERO ESPAÑA JUEGA UN PAPEL DÉBIL
Las reacciones políticas no se han hecho esperar. El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, ha intentado rebajar la tensión asegurando que la Unín Europea «tiene la firmeza, la determinación y los instrumentos» para responder. Sin embargo, también ha lanzado un guiño a Washington, llamando a España un «aliado natural» de EE.UU.
El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, ha apostado por una respuesta conjunta desde Bruselas, aunque pide «prudencia». Sumar, a través de Ernest Urtasun, ha hablado abiertamente de «guerra comercial» y ha pedido una respuesta coordinada con la Organización Mundial del Comercio. Desde Podemos han sido más contundentes: «No se puede permitir que Trump haga lo que quiera sin que nuestro Gobierno reaccione», ha declarado María Teresa Pérez.
Lo cierto es que Trump nunca ha sido amigo del multilateralismo. En su primera administración ya impuso aranceles a productos europeos y abandonó acuerdos internacionales clave. Ahora, con un Congreso republicano que le respalda en su política proteccionista, la UE enfrenta un desafío monumental para frenar la escalada.
En un mundo donde la economía globalizada es un hecho, el proteccionismo de Trump no es solo una declaración de guerra económica. Es un aviso: el capitalismo salvaje no tiene aliados, solo intereses.
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