Fanáticos ultras de Donald Trump toman el Capitolio de EE UU para impedir que certifique el triunfo de Biden y la ultraderecha española quiere sacar rédito de ello
Donald Trump llevaba agitando el fantasma del fraude electoral desde hace meses, tal y como hizo en las presidenciales de 2016, a medida que los sondeos le señalaban como perdedor. Su derrota ante Joe Biden dio inició a una huida hacia adelante del presidente de los Estados Unidos en la que ha alentado a sus seguidores más radicales a tomar la calle.
“Después de esto, vamos a bajar caminando hasta el Capitolio y vamos a animar a nuestros valientes senadores y congresistas”, dijo Trump a la muchedumbre a la que había convocado ante la Casa Blanca. “A algunos no los vamos a animar mucho porque nunca recuperaréis vuestro país con debilidad, tenéis que mostrar fuerza y ser fuertes”, señaló. Sus seguidores eran un bidón de gasolina y el multimillonario gobernante tenía la cerilla.
La ingente cantidad de fanáticos ultras de Trump, muchos de ellos armados, que venían de participar en un mitin de su líder, irrumpió contra el edificio en un momento en el cual los parlamentarios se encontraban reunidos para certificar formalmente la victoria del candidato demócrata Joe Biden.
Una guerra en el Capitolio
Tras derribar varias vallas de seguridad para entrar en el interior del edificio que alberga el Congreso y el Senado de los Estados Unidos, provocando choques con la Policía y caóticas escenas tanto a las puertas como en el interior del edificio, así como la evacuación de todos los congresistas allí presentes. Se ordenó la evacuación de dos edificios aledaños y el cierre de emergencia del Capitolio.
Testigos en la zona dijeron a medios locales haber escuchado disparos y el lanzamiento de gases lacrimógenos. Pasadas las cinco de la tarde, hora local, muchos de los manifestantes seguían en el interior del Capitolio y a las puertas del edificio.
El asalto al edificio se prolongó durante horas y dejó al menos una víctima mortal, una mujer que recibió un disparo en el pecho cuya identidad no se hizo pública. Sin confirmación oficial, otras tres personas fallecieron por “urgencias médicas”, según aseguraron las autoridades locales, que en un principio solo habían informado de un deceso.
14 policías resultaron heridos, aseguraron las autoridades locales. Fueron detenidas asimismo al menos 52 personas, tanto en el Capitolio como en otras zonas de Washington, de las cuales unas 30 fueron arrestadas por violaciones del toque de queda que impuso la Alcaldía de la capital.
Las imágenes dentro del edificio quedarán destacadas en la historia negra de los Estados Unidos.
La comparación con “Rodea el Congreso”
La extrema derecha en nuestro país está usando esta terrible situación para compararla con “Rodea el Congreso”, también conocida como 25-S, una acción convocada para el 25 de septiembre de 2012 en la ciudad de Madrid, con la intención de rodear el Congreso de los Diputados de España.
Medios como OK Diario o incitadores de odio como Alvise Pérez ya lanzaron sus mensajes comparándolos. “Podemos alentó un ‘Rodea el Congreso’ al perder las elecciones y ahora ataca a Trump por hacer lo mismo”, titulaba una noticia el medio dirigido por Eduardo Inda. Por su parte, el ex asesor de Ciudadanos publicaba en su cuenta de Twitter dos imágenes de “Rodea el Congreso” señalando que fue convocado por Pablo Iglesias y su “grupo Antifa”.
Santiago Abascal, líder de Vox, también ha utilizado el asalto al Capitolio para atacar al Gobierno de coalición y al de la Generalitat. “Me extraña que a la izquierda progre le parezca tan mal el asalto al Capitolio (…) Quizá lo que les molesta a los comunistas y socialistas es que en otros países las izquierdas hayan perdido el monopolio de la violencia”, ha escrito en un hilo de Twitter.
El PP también ha querido unirse a esta interesada comparación. El secretario general de los populares, Teodoro García Egea publicó en su cuenta de Twitter: “Condenamos el asalto al Capitolio, como todo ataque jaleado en España por el populismo. Los que rodearon el Congreso en 2016 y lanzaban piedras a diputados y los que se manifestaron ante el Parlamento Andaluz en 2019 contra la alternancia política: los radicales que hoy gobiernan”, ha escrito.
“Sutiles diferencias”
La manifestación del 25-S fue autorizada por la Delegación del Gobierno en Madrid. La acción recibió gestos de apoyo en otras ciudades españolas con la convocatoria de distintas acciones; también se organizaron protestas en países extranjeros como Alemania, Francia y Países Bajos.
Los promotores de la protesta denunciaron acoso por parte de la policía y la «intención» de la Delegación del Gobierno en Madrid de criminalizar el movimiento. En los días previos a la convocatoria cuatro personas fueron detenidas y se realizaron numerosas identificaciones en asambleas. El interés por tachar de violenta e ilegal la protesta pacífica llevó a la Secretaria General del PP María Dolores de Cospedal a calificar la convocatoria de “Golpe de Estado” y a Cristina Cifuentes, por aquel entonces Delegada del Gobierno en Madrid, a afirmar que poseía una lista de negra de entre 800 y 1000 personas.
Se realizó un gran despliegue policial de más de un millar de agentes, entre los que se encontraban 1350 agentes antidisturbios. Durante el desarrollo de la protesta varios miles de personas se concentraron en la Plaza de Neptuno de forma pacífica, aunque la manifestación acabó siendo disuelta mediante cargas policiales. Políticos, asociaciones y ONG criticaron la «desproporcionada» respuesta policial del día 25.
La primera carga policial se produjo a las 19:00 horas, aunque sin causas mayores. La concentración, que se había desarrollado sin incidentes reseñables empezó a ser disuelta por la policía a escasos minutos de las nueve de la noche. os agentes empezaron a cargar contra los manifestantes y disparar salvas de pelotas de goma al aire. Con el intento de desalojo de Neptuno se empezaron a suceder los heridos y las primeras detenciones, que los manifestantes presentes calificaron de aleatorias.
Entre los detenidos se encontraron dos policías infiltrados en la concentración, uno de ellos fue reducido por varios agentes mientras gritaba el famoso: «¡Que soy compañero, coño!». Mandos de la policía reconocieron los hechos y los manifestantes acusaron a los infiltrados de ser los instigadores de la violencia desatada, extremo negado por la policía.
Un mundo de diferencia.
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