Artículo inspirado por Javier Gallego, Carne Cruda.
En las entrañas de Palestina, donde el eco de la desesperación resuena en cada esquina, la actualidad se tiñe de un tono sombrío, un lienzo que refleja el dolor y la resistencia de un pueblo que clama por justicia. Nos sumergimos en la realidad de las palestinas y palestinos, cuyas voces se alzan en busca de respuestas que parecen perderse en el viento en base a una pregunta: ¿dónde están?
Dónde están las sanciones a Israel. En un mundo que se precia de equidad y justicia, la balanza parece inclinarse con un peso que aplasta la esperanza. Las sanciones, ese instrumento de presión internacional, parecen ser una moneda de cambio que no se aplica con la misma rigurosidad en todos los rincones del mundo. ¿Acaso el valor de las vidas palestinas no merece la misma consideración?
Dónde está el bloqueo económico. Mientras la economía global se entrelaza en una red de intereses, Palestina se asfixia en un cerco que limita su respirar. El bloqueo económico, una medida que podría forzar un cambio de rumbo, permanece ausente, como si el sufrimiento de un pueblo no fuera suficiente para mover las piezas del ajedrez mundial.
Dónde está la ruptura de relaciones. La diplomacia, ese baile delicado entre naciones, parece tropezar cuando se trata de Palestina. Las relaciones se mantienen, los lazos se fortalecen con algunos, mientras que las palestinas y palestinos esperan por un gesto, por un acto que demuestre que no están solos en esta lucha desigual.
Dónde están los líderes mundiales condenando la masacre. Los titulares de las noticias nos recuerdan a diario las tragedias que se suceden, pero las condenas de los líderes mundiales parecen ser susurros tímidos que no logran convertirse en el rugido necesario para detener la violencia.
Dónde están las denuncias a Netanyahu por crímenes de guerra. En un escenario donde cada bomba caída y cada vida perdida debería ser un grito de guerra contra la injusticia, las denuncias contra los líderes responsables de tales actos se diluyen en un mar de cautela política.
Dónde están la civilización y la humanidad. La civilización se mide por cómo trata a sus miembros más vulnerables. La humanidad se define por la capacidad de empatizar con el sufrimiento ajeno. En Palestina, la búsqueda de estas cualidades se convierte en una odisea, un viaje a través de la niebla de la indiferencia global.
Es imperativo alzar la voz por Palestina. No se trata solo de un conflicto lejano, sino de una herida abierta en el corazón de nuestra humanidad compartida. Es hora de preguntar, de exigir y de actuar. Porque en la lucha por la justicia y la dignidad de las palestinas y palestinos, el silencio no es una opción.
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