Alvise Pérez tiene un talento: convertir la mentira en argumento y la corrupción en espectáculo. Ante el Supremo, el eurodiputado ultra ha justificado cobrar 100.000 euros en fajos de billetes de un empresario como si fuese un premio de tómbola, un adelanto para “capitalizarse a nivel personal”. La excusa es tan grotesca como coherente con su personaje: el tipo que prometió rifar su sueldo público y que, salvo dos teatrillos iniciales, nunca lo hizo.
El patrón es claro: anunciar la épica, incumplirla y, cuando llegan las preguntas incómodas, señalar a otro o inventarse un relato heroico. En este caso, el cuento de que el dinero no era para campaña, sino para compensar la promesa del sueldo sorteado. Puro ilusionismo: de prestidigitador de bulos en Telegram a trilero en el Supremo.
Los hechos son tozudos. Los audios lo delatan: “Me posibilitas una parte urgente de la campaña. Mil gracias, tío”. Los informes lo confirman: no presentó la contabilidad electoral ante el Tribunal de Cuentas. Y su propio relato hace aguas: que si lo guardó en casa, que si luego en un “lugar seguro”, que si lo gastó en cenas con “fuentes”. La película es tan cutre que ni Netflix compraría los derechos.
La técnica es la de siempre: la ultraderecha se vende como pueblo llano mientras se reparte sobres y maletas en despachos de empresarios. Cuando les pillan, sueltan la matraca de que la Fiscalía tiene un “ánimo espurio”. Y, como guinda, Alvise asegura que vive “tres vidas diferentes”: la de eurodiputado, la de líder de partido y la de ciudadano privado. Tres vidas, pero una sola obsesión: cobrar sin rendir cuentas.
En el fondo, no hay nada nuevo. Cuando mueren ancianos en residencias, cuando se queman los montes de Galiza, cuando se ahogan migrantes en el Mediterráneo… siempre hay un chivo expiatorio o una excusa burocrática. Pero cuando hablamos de sobres y favores, el guion es otro: silencio, victimismo y ataques a la prensa.
Ese es su plan: tomarte por idiota. Convencerte de que 100.000 euros en una maleta son un simple “extra personal”. Venderte que sortear un sueldo público es altruismo aunque nunca se cumpla. Prometerte que legislará para ti cuando en realidad lo hace para el empresario que le llena los bolsillos.
Y mientras siga saliendo gratis, lo seguirá haciendo.
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