¿Cómo puede una institución que ha demostrado en repetidas ocasiones que está más preocupada por encubrir a sus delincuentes que por proteger a sus fieles, pretender ser un modelo a seguir para la juventud?
La Iglesia católica en España celebra el Día del Seminario con un llamamiento a los jóvenes para que se levanten y se unan a sus filas. Con la publicación de los datos del número de seminaristas que cursan estudios en los seminarios mayores diocesanos en el curso 2022-2023, la Iglesia espera mostrar su compromiso con la formación de jóvenes que quieren dedicar sus vidas al sacerdocio. Sin embargo, si bien este llamamiento puede parecer noble a simple vista, la realidad es que la Iglesia católica ha estado plagada de escándalos de abuso sexual por parte de sacerdotes y ha encubierto estos delitos durante décadas.
Por tanto, se hace difícil para muchos creer que la Iglesia católica tenga los intereses de los jóvenes en mente. ¿Cómo puede una institución que ha demostrado en repetidas ocasiones que está más preocupada por encubrir a sus delincuentes que por proteger a sus fieles, pretender ser un modelo a seguir para la juventud?
La caída en el número de seminaristas podría estar relacionada no solo con la secularización y la falta de compromiso, sino también con la gran cantidad de denuncias de abuso sexual por parte de sacerdotes que han salido a la luz en los últimos años. ¿Quién querría unirse a una organización que ha estado involucrada en tales delitos y ha fallado en proteger a los más vulnerables?
Mientras la Iglesia católica sigue pidiendo a los jóvenes que se levanten y se unan a sus filas, se hace evidente que su respuesta no ha sido efectiva en el pasado. La Iglesia católica debe hacer mucho más para abordar la crisis de abuso sexual que ha plagado su institución durante décadas. Solo entonces podrá recuperar la confianza de los jóvenes y seguir adelante con su misión de formar líderes religiosos.
En última instancia, el llamado de la Iglesia católica a los jóvenes para que se unan a sus filas parece más un intento desesperado de mantenerse relevante que un verdadero compromiso con la juventud. Si la Iglesia católica quiere recuperar la confianza de la gente, debe tomar medidas significativas para abordar su crisis de abuso sexual. Hasta entonces, su llamamiento a los jóvenes será visto como un intento más de encubrir su propia corrupción.
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