En un mundo que debería avanzar hacia la equidad y la justicia laboral, la manifestación de las dependientas de Inditex en Galicia se convierte en un grito desgarrador contra la sordera de los poderosos. “Menos Rosalía, más comida cada día”, no es solo un cántico; es la cruda realidad de un sistema que glorifica el lujo y la frivolidad mientras ignora las necesidades básicas de sus trabajadores. Este es un llamado a la reflexión, un espejo que refleja la grotesca desigualdad que alimenta el motor de gigantes como Inditex.
La reciente protesta en La Coruña es el síntoma de una enfermedad más profunda, una que corroe los cimientos de lo que debería ser responsabilidad social empresarial. Más de 1,000 almas, en su mayoría mujeres, han tenido que alzar la voz ante la indiferencia de un emporio que parece más interesado en cultivar su imagen pública que en asegurar el bienestar de quienes son la verdadera columna vertebral de la compañía. ¿Cómo es posible que, en pleno siglo XXI, tengamos que recordar a las corporaciones que sus trabajadores necesitan más que migajas para sobrevivir?

El conflicto laboral con Inditex no es un caso aislado; es un reflejo de la cultura corporativa que prioriza el beneficio por encima de las personas. Las negociaciones estancadas y la negativa a abordar demandas justas como el plus de antigüedad son un insulto, un desprecio flagrante hacia quienes dedican su vida a servir en las tiendas. Que una empresa de tal magnitud se esconda detrás de la excusa de “una cuestión de presupuestos” es, sencillamente, vergonzoso.
La respuesta de Inditex, anclada en propuestas insuficientes, demuestra una falta de voluntad para entablar una negociación real. Es hora de decir basta. Basta de tratar a los trabajadores como cifras en un balance. Basta de ignorar sus necesidades y demandas. Basta de permitir que las grandes corporaciones dicten las condiciones de vida de miles de personas. La riqueza de Inditex se construye sobre los hombros de sus empleados, y es hora de que la compañía reconozca su valor más allá de las horas que pasan en el piso de venta.

Este conflicto es un recordatorio amargo de que, detrás de las brillantes vitrinas y las colecciones de moda, hay vidas humanas luchando por sobrevivir. La lucha de las dependientas de Inditex es la lucha de todos nosotros contra un sistema que nos ve como meros engranajes en una máquina de hacer dinero. “Menos Rosalía, más comida cada día” debe resonar no solo en las calles de La Coruña, sino en las conciencias de cada uno de nosotros. No podemos seguir tolerando que la codicia corporativa eclipse la dignidad humana.
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