Las y los residentes, que deberían recibir apoyo para reconstruir sus vidas, son ahora espectadores de cómo la tragedia se utiliza para avivar las llamas del odio.
a reciente visita del presidente Pedro Sánchez, el rey Felipe VI y el president Carlos Mazón a Paiporta, el epicentro de la DANA en el País Valencià, dejó al descubierto un entramado que va más allá de la simple indignación ciudadana. Durante la jornada, lo que en principio debía ser un gesto de apoyo y solidaridad hacia las familias afectadas, se convirtió en una demostración de fuerza de la extrema derecha.
Grupos como Revuelta, el brazo juvenil de Vox, junto a colectivos afines como Desokupa, España 2000 y otros movimientos ultras, aprovecharon la tragedia para canalizar un discurso de odio que va ganando terreno en las calles. La violencia y la simbología nazi marcaron la pauta de las protestas, en las que se lanzaron insultos, barro y hasta se rompieron los cristales de los coches oficiales.
Uno de los episodios más preocupantes fue la participación activa de miembros vinculados a la extrema derecha, como el individuo identificado con una camiseta de la nazi División Azul, parte del grupo Revuelta. Este colectivo ya había destacado en el pasado por movilizar protestas frente a la sede del PSOE en Ferraz, promoviendo consignas radicales y agresivas. La utilización de emblemas fascistas y saludos propios de regímenes totalitarios reafirma la naturaleza de estas acciones.
La violencia se extendió también en redes sociales, con mensajes amenazantes desde cuentas como la de Pilar Baselga, que no dudó en alentar el uso de armas. En Telegram, el canal All Right España fue el nido de bulos y mensajes de odio, llamando a la violencia contra el presidente del Gobierno y la monarquía. Los insultos y gritos de “guillotina”, junto a la exaltación de lo que llaman “justicia popular”, refuerzan un clima que incita a la acción violenta.
La normalización de la amenaza y el silencio institucional
El auge de estas movilizaciones no es casual. La extrema derecha ha encontrado en la tragedia una oportunidad para reforzar su narrativa. Se camuflan entre labores de voluntariado, reparten alimentos, simulan solidaridad. Sin embargo, la presencia de pseudoperiodistas como Javier Negre, Vito Quiles y Alvise Pérez, quienes aprovechaban sus plataformas para instigar el descontento, muestra cómo el discurso de odio se filtra a través de medios alternativos con aparente legitimidad.
El sindicato de Vox ofreció apoyo jurídico a los manifestantes que atacaron los vehículos oficiales, una señal más de que estos actos no son espontáneos, sino parte de una estrategia calculada para desestabilizar y sembrar miedo. Las y los habitantes que vieron sus hogares devastados, lejos de recibir la atención debida, fueron testigos de cómo sus desgracias eran aprovechadas por estos grupos para promover un discurso que apunta a destruir la convivencia.
Miquel Ramos, periodista especializado en el estudio de la extrema derecha, identificó a uno de los instigadores clave: un hombre tatuado con símbolos asociados a la grada ultra Mario Kempes, famosa por su historial de racismo y violencia en los estadios. Expulsada de La Liga por sus insultos a Vinicius Jr., esta facción ha encontrado nuevas trincheras en la arena política.
El silencio institucional y la tibia respuesta de las fuerzas del orden ante estas provocaciones dejan una sensación de impunidad. El asedio que sufren los gobernantes y representantes del Estado es la antesala de una normalización del discurso violento. No se trata de incidentes aislados, sino de una estrategia política que amenaza con calar hondo si no se toman medidas firmes.
Este fin de semana, lo que debería haber sido un momento de unidad para superar una catástrofe, se convirtió en una plataforma para la desestabilización. Las y los residentes, que deberían recibir apoyo para reconstruir sus vidas, son ahora espectadores de cómo la tragedia se utiliza para avivar las llamas del odio.
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A los violentos de ultraderecha deberían ponerlos a sacar barro con una pala, 12 horas al día.