Ni en el Oeste industrial ni en las grandes ciudades logra romper el muro democrático
La extrema derecha alemana, pese a su ruido mediático y sus sondeos al alza, sigue sin tocar poder real. En las elecciones municipales del 28 de septiembre de 2025 en Renania del Norte-Westfalia, el Estado más poblado del país, la AfD sufrió un revés claro: sus candidatos a la alcaldía en Duisburgo (500.000 habitantes), Gelsenkirchen (260.000) y Hagen (190.000) fueron derrotados con márgenes amplios.
Los números lo dicen todo:
- En Duisburgo, el socialdemócrata Sören Link aplastó al candidato ultra Carten Groß con un 78,6% frente a un 21,4%.
- En Gelsenkirchen, Andrea Henze (SPD) frenó a Norbert Emmerich con un 66,5% frente al 33,5%.
- En Hagen, el democristiano Dennis Rehbein derrotó al ultra Michael Eiche con un 70% frente al 30%.
Pese a que en la primera vuelta del 14 de septiembre la AfD había triplicado resultados y logrado colarse en las segundas rondas, el muro democrático resistió. No habrá ni un solo alcalde de AfD en las grandes ciudades de Renania del Norte-Westfalia, ni en el resto de Alemania. Tampoco gobiernan en ningún Estado federado.
EL OESTE INDUSTRIAL DICE “NO”
El Ruhr, bastión histórico de la socialdemocracia, se había convertido en el nuevo terreno de prueba para la extrema derecha. La AfD agitó la idea de que la inmigración amenaza el Estado del bienestar, buscando pescar votos en las viejas ciudades industriales golpeadas por la desindustrialización. El avance fue suficiente para demostrar que ya no son un fenómeno exclusivo del Este, pero insuficiente para romper el cordón sanitario.
La clave estuvo en la unidad del resto de partidos frente a los candidatos ultras. Socialdemócratas, democristianos, verdes y liberales cerraron filas para frenar la penetración de la AfD en los gobiernos locales. Un dique que, por ahora, se mantiene firme.
UN RESPIRO PARA MERZ
El resultado deja un alivio al canciller democristiano Friedrich Merz, acosado por encuestas a la baja y una coalición llena de fisuras. Su partido, la CDU, puede presumir de haber conquistado Dortmund (600.000 habitantes), que llevaba 80 años gobernada por el SPD. Una victoria simbólica que contrasta con la incapacidad de la AfD de gobernar siquiera una gran ciudad.
El mensaje es claro: la ultraderecha puede crecer en los sondeos, puede instalarse en el debate político y puede condicionar la agenda mediática. Pero cuando se juega el poder real, en ciudades con cientos de miles de habitantes, la ciudadanía sigue sabiendo frenarle el paso.
La AfD presume de avance, pero en la práctica sigue donde siempre: fuera del poder, sin un solo ayuntamiento de peso y sin un land bajo su control. Un lobo que aúlla, pero que todavía no muerde.
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