En medio de una crisis de fe y una disminución constante de la asistencia a las misas, la Iglesia Católica en España ha puesto sus ojos en un terreno donde aún conserva una presencia sólida: la educación. Bajo el pretexto de una «misión del propio Evangelio», la Conferencia Episcopal Española ha anunciado su intención de fortalecer su papel en la enseñanza, especialmente en el ámbito de la educación concertada, donde se sostiene mayoritariamente con fondos públicos.
EL FORTALECIMIENTO DE LA PRESENCIA ECLESIÁSTICA EN LAS AULAS
La Iglesia católica se prepara para celebrar un gran congreso en Madrid bajo el título «La Iglesia en la Educación: presencia y compromiso». Este evento reunirá a un nutrido grupo de personas, incluyendo colegios, profesores, personas relacionadas con la universidad y ponentes internacionales, con el objetivo de consolidar su posición en el ámbito educativo. Según Raquel Pérez Sanjuán, directora de la Comisión para la Educación y Cultura de la Conferencia Episcopal, este congreso marcará un punto de partida para renovar el servicio educativo desde la identidad católica.
LA EDUCACIÓN COMO TABLERO DE AJEDREZ
La Iglesia no solo busca consolidar su presencia en la educación, sino que también exige más financiación pública para los colegios concertados, argumentando una supuesta «limitación» en los fondos otorgados por las Administraciones. Esta solicitud se hace eco de un informe que resalta la importancia de compartir experiencias para garantizar la sostenibilidad económica de estos centros. Sin embargo, la realidad es que la educación concertada, mayoritariamente en manos de la Iglesia, ha experimentado un aumento constante de fondos públicos en contraposición a la educación pública.
LA EDUCACIÓN COMO NEGOCIO
Mientras la Iglesia exige más financiación pública, sus colegios concertados continúan aumentando las cuotas cobradas a las familias de su alumnado, muchas de las cuales son irregulares y contravienen las leyes que establecen la gratuidad de la educación obligatoria. Este aumento desmedido de los fondos destinados a la educación concertada, en su mayoría en manos de la Iglesia, contrasta con la pérdida de creyentes y la disminución de actividades sacramentales, lo que evidencia una estrategia desesperada por mantener su influencia en la sociedad.
¿UNA APUESTA DESAFIADA POR LA REALIDAD?
A pesar de los esfuerzos de la Iglesia por mantener su influencia en la educación, la realidad demográfica y social muestra una sociedad cada vez menos católica y una disminución de la actividad sacramental. La apuesta de la Iglesia por la educación puede interpretarse como un intento desesperado por conservar su relevancia en un contexto donde su presencia se ve amenazada. Sin embargo, su estrategia de aumentar las cuotas en la educación concertada y exigir más financiación pública puede ser interpretada como un intento de sostener un negocio en declive más que como un compromiso genuino con la educación y el bien común. En última instancia, el futuro de la educación en España dependerá de la capacidad de la sociedad para discernir entre el interés religioso y el interés público en la enseñanza.
Related posts
SÍGUENOS
Cuando la música se arrodilla ante la ultraderecha
Los escenarios se han convertido en púlpitos de odio y propaganda conservadora
El miedo en el cuerpo y la transparencia en el cajón
El Partido Popular bloquea cualquier comisión de investigación sobre los incendios que arrasaron 400.000 hectáreas y busca desplazar la responsabilidad hacia el Gobierno central.
La Vuelta ciclista blinda a Israel: boicot convertido en “acto de violencia”
Cuando ondear una bandera se convierte en delito mientras se normaliza un genocidio.
Vídeo | París marca el camino
París acaba de plantar un bosque en pleno centro. Donde antes había cemento y calor, ahora hay sombra, frescor y vida. Si ellos pueden, ¿qué excusa tienen nuestras ciudades? La crisis climática no espera: lo público debe apostar por espacios verdes, habitables y resilientes.
Vídeo | Jefaza
Cuando la ciudadanía se rebela, cuando una mujer de 87 años se atreve a pegar una pegatina contra el genocidio, mandan a cinco policías a por ella como si fuera peligrosa.