Slate Auto promete vehículos por menos de 25.000 dólares mientras replica los vicios del capitalismo industrial
Jeff Bezos ha vuelto a moverse en las sombras. Esta vez, el fundador de Amazon ha financiado en secreto una startup de vehículos eléctricos llamada Slate Auto, que planea lanzar un pickup eléctrico de dos plazas por alrededor de 25.000 dólares. La empresa, con sede en Michigan, ha estado operando discretamente desde su fundación en 2022 y ha reclutado a cientos de empleados de Ford, General Motors, Stellantis y Harley-Davidson, según TechCrunch.
El objetivo declarado es fabricar un vehículo asequible que recuerde al Ford Model T o al Volkswagen Beetle, símbolos históricos del coche accesible para las masas. Sin embargo, detrás de esta fachada de democratización del transporte, se esconde una estrategia empresarial que reproduce los mismos patrones de concentración de poder y explotación laboral que han caracterizado al capitalismo industrial durante décadas.
La producción del vehículo está prevista para finales de 2026 en una planta cercana a Indianápolis, Indiana. Mientras tanto, Slate Auto ha mostrado un prototipo del pickup a inversores en su estudio de diseño en Long Beach, California. Una imagen del vehículo fue captada recientemente en Los Ángeles, lo que ha generado especulaciones sobre su diseño y características, según The Autopian.
UNA TRANSICIÓN VERDE CON LOS MISMOS VICIOS DE SIEMPRE
La promesa de un vehículo eléctrico barato y accesible es seductora, pero no debe ocultar las implicaciones más profundas de este movimiento. La producción masiva de vehículos eléctricos requiere una extracción intensiva de recursos como litio, cobalto y tierras raras, lo que tiene un impacto significativo en comunidades empobrecidas de América Latina y África. Además, la fabricación y distribución de estos vehículos contribuye a la huella de carbono global, cuestionando la supuesta sostenibilidad de la transición energética.
Slate Auto planea comenzar la producción con una inversión cercana a los 600 millones de dólares, obtenidos en dos rondas de financiación (Series A y Series B), según TechCrunch. Aunque Jeff Bezos no aparecerá como CEO ni como miembro de la junta directiva, es el impulsor principal del proyecto y su mayor financiador, lo cual confirma que este es otro movimiento más dentro de su estrategia de expansión multisectorial.
A su lado, figuran magnates como Mark Walter, propietario mayoritario de los Dodgers y CEO de Guggenheim Partners, o Thomas Tull, inversor en Re:Build Manufacturing. Este círculo íntimo de multimillonarios deja claro que la supuesta revolución industrial eléctrica no nace en garajes, sino en despachos de fondos de inversión y consejos de administración plagados de élites económicas.
El coche eléctrico, en manos de estas corporaciones, no representa una transición justa, sino un recambio cosmético del mismo modelo depredador de siempre. La movilidad sostenible solo lo será si cuestiona el uso privado, masivo y desregulado del vehículo individual, no si cambia la gasolina por una batería de litio explotada en el Sur global.
Mientras tanto, Slate Auto se beneficiará de la guerra de aranceles impulsada por Donald Trump. El expresidente y actual candidato republicano ha impuesto una política comercial ultranacionalista que bloquea la entrada de vehículos eléctricos chinos y favorece a empresas “americanas”, que podrán vender sus productos sin competencia directa. La estrategia no es solo tecnológica, es profundamente ideológica.
El coche de Bezos no es solo un coche: es una declaración de poder. Una forma de plantar cara a Elon Musk, no por razones medioambientales, sino por puro control del mercado. Ya lo hizo en el espacio con Blue Origin frente a SpaceX, y ahora lo hace en tierra. Pero esta guerra de magnates, vendida como innovación, esconde una disputa de élites que nada tiene que ver con mejorar la vida de la gente trabajadora.
La pregunta no es si el coche eléctrico será más barato, sino quién lo produce, en qué condiciones y para qué modelo de ciudad. La movilidad del futuro no puede decidirla un puñado de millonarios encerrados en consejos empresariales. Bezos no está electrificando el mundo: lo está comprando pieza a pieza.
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