La próxima pandemia podría empezar en un lugar como Panzi. Pero no serán las élites las que paguen el precio.
En la República Democrática del Congo, una enfermedad desconocida ha acabado con la vida de 143 personas entre el 10 y el 25 de noviembre de 2024. Los síntomas, similares a los de la gripe, afectan sobre todo a mujeres y menores, los sectores más vulnerables de una población ya azotada por epidemias recurrentes, violencia estructural y pobreza extrema.
Mientras un equipo médico viaja al suroeste del país para analizar las muestras, cabe preguntarse si estas tragedias se habrían tratado con la misma displicencia si el epicentro no fuera África. La desigualdad en la atención sanitaria global no es casualidad: es la consecuencia directa de un sistema que valora más el lucro que la vida.
EL PESO DE UNA INFRAESTRUCTURA DESMANTELADA
La provincia de Kwango, donde se registraron las muertes, ilustra una verdad incómoda: los sistemas de salud en países africanos están diseñados para fallar, debilitados por políticas neoliberales impuestas desde fuera. Según datos de la OMS, el Congo destina menos del 5% de su PIB a salud pública, mientras transnacionales extractivistas acumulan riquezas en un país rico en recursos naturales pero empobrecido por siglos de saqueo.
Esta situación no es nueva. La epidemia de mpox, que ya ha causado más de 1.000 muertes y 47.000 casos sospechosos en el país, es otro ejemplo de cómo las desigualdades estructurales perpetúan crisis humanitarias. Cuando las vacunas estuvieron disponibles en el Norte global, África quedó relegada a la cola de distribución, con argumentos de “falta de infraestructura” que esconden prioridades racistas.
Kwango no necesita discursos de solidaridad vacíos, sino inversiones reales en sistemas sanitarios accesibles y sostenibles. Sin embargo, los compromisos internacionales no llegan o lo hacen tarde, cuando las pérdidas humanas son irreparables. La salud, tratada como una mercancía, deja de ser un derecho universal.
LAS CONSECUENCIAS DEL ABANDONO SISTEMÁTICO
El caso de esta nueva enfermedad en el Congo debe leerse en un contexto mayor. Según un informe de la revista médica The Lancet, las pandemias en países de ingresos bajos y medios tienden a recibir menos financiación para investigación y respuesta que aquellas que afectan a regiones más ricas. El ébola, el cólera y ahora esta enfermedad desconocida se convierten en recordatorios constantes de una doble vara de medir en la gestión de emergencias sanitarias.
La región más afectada por la nueva enfermedad, Panzi, tiene índices de mortalidad infantil y materna alarmantes, exacerbados por la falta de acceso a medicinas básicas y servicios esenciales. Este abandono histórico no solo es una tragedia humanitaria, sino una amenaza global. Las enfermedades no respetan fronteras, y sin una respuesta internacional adecuada, las mutaciones y la propagación de estas infecciones serán inevitables.
Mientras tanto, grandes farmacéuticas continúan priorizando medicamentos rentables en lugar de desarrollar soluciones para enfermedades que afectan principalmente al Sur global. África no es un mercado lucrativo, por eso las muertes allí no importan en las juntas directivas.
La OMS ha desplegado recursos para investigar esta enfermedad, pero las soluciones deben ir más allá de respuestas puntuales. La región necesita acceso inmediato a recursos financieros y humanos que no dependan de la caridad, sino de una redistribución justa de las riquezas globales.
Los 143 muertos en el Congo no son cifras; son nombres, historias y futuros truncados. La próxima pandemia podría empezar en un lugar como Panzi. Pero no serán las élites las que paguen el precio.
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La cosa “nuestra”,de la industria farmaceútica.Y que prisa se dieron con las ¿vacunas? contra el covid,vacunado dos veces,y lo cogí dos veces,da que pensar;la doble de gripe y covid,sólo dejé,qud me pusieran la de la gripe.