Un informe destroza la narrativa de prosperidad mientras millones de estadounidenses confiesan no poder pagar ni una factura inesperada
El último informe de la Century Foundation ha puesto números al drama cotidiano de millones de familias en Estados Unidos bajo el segundo mandato de Donald Trump. Según la encuesta realizada junto a Morning Consult, 6 de cada 10 estadounidenses culpan directamente a las políticas del presidente por sus penurias económicas, mientras que 8 de cada 10 reconocen que el precio de la comida se ha convertido en su mayor preocupación. Lejos de la promesa de “hacer América rica otra vez”, la realidad es una economía que devora a quienes la sostienen.
El dato más revelador no es solo la inflación persistente ni la precariedad salarial, sino el nivel de inseguridad financiera que corroe la vida cotidiana: casi la mitad de la población (47%) teme no poder pagar su alquiler o hipoteca este mes, y 64% admite que un gasto médico inesperado podría arruinarles. En el país más rico del mundo, 48% no podría cubrir una factura de 500 dólares sin endeudarse. La opulencia se concentra en Wall Street, mientras Main Street sobrevive en un estado de emergencia permanente.
El supuesto milagro económico trumpista se parece más a un espejismo para el electorado al que se le prometió prosperidad inmediata. La combinación de aranceles, rebajas fiscales para millonarios y desregulación ha beneficiado a las corporaciones mientras las y los trabajadores ajustan sus vidas con deudas, créditos rápidos y aplicaciones de “compra ahora, paga después” hasta para llenar la nevera. Un tercio del país recurre a préstamos de alto interés para pagar facturas básicas, mientras la Casa Blanca celebra cifras bursátiles como si fueran sinónimo de bienestar social.
EL COSTE DE VIVIR EN UN PAÍS HECHO PARA LOS RICOS
La encuesta revela también un dato que debería preocupar a todo aquel que crea en la democracia: 60% de la población cree que el poder corporativo sin control es la raíz del problema, y que reducir la influencia del dinero en la política y procesar a las empresas que estafan a sus trabajadores sería el primer paso para aliviar la asfixia económica. La economía estadounidense no es un sistema de oportunidades, es un casino en el que el 1% juega con las cartas marcadas mientras el resto paga la deuda.
El impacto de la crisis no es homogéneo: golpea con especial dureza a las generaciones jóvenes, a las y los votantes negros y latinos, que se enfrentan a salarios estancados, alquileres disparados y un mercado laboral que promete flexibilidad y entrega precariedad. La promesa trumpista de devolver el sueño americano se ha traducido en una pesadilla de turnos dobles, cenas saltadas y cuentas bancarias en rojo.
Mientras tanto, los mismos que diseñaron la “One Big Beautiful Bill” —la gran reforma fiscal de Trump que benefició principalmente a corporaciones y fortunas— repiten que la economía va “mejor que nunca”. La realidad es que 50% de la población cree que la situación económica está empeorando y solo un 24% percibe alguna mejora, según datos de YouGov. El resto asume que la vida se ha encarecido sin que la promesa de la prosperidad se cumpla para nadie más que para las élites.
El mensaje es claro: el capitalismo trumpista ha convertido la supervivencia en un lujo y la estabilidad financiera en un privilegio, mientras se protege a las grandes fortunas y se castiga a quienes sostienen el país con su trabajo. En Estados Unidos, vivir dignamente ya no es un derecho, es un acto de resistencia.
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