Un partido que no logra controlar sus propias voces es un partido destinado a la irrelevancia, especialmente cuando sus líderes parecen más interesados en mantener su cuota de pantalla que en construir una narrativa coherente.
EN 3 CLAVES
- Exceso de portavoces: La multiplicación de voces en el PP está generando confusión tanto interna como externa. Sin una coordinación efectiva, cada dirigente parece competir por ganar relevancia, lo que mina la coherencia del mensaje del partido.
- Bloqueo a la prensa: En momentos clave, el PP ha optado por limitar las preguntas de los periodistas, lo que refleja una preocupante inseguridad y un temor a que las contradicciones internas queden al descubierto.
- Falta de estrategia de comunicación: Algunas voces dentro del propio partido admiten que el PP no tiene una política de comunicación clara, lo que ha generado descoordinación y competencia entre los propios dirigentes por ganar visibilidad mediática.
El Partido Popular (PP) está enfrentando serios problemas en su estrategia de comunicación. La situación ha llegado a tal punto que Elías Bendodo, coordinador general del partido, admitió abiertamente un «gran déficit» en su enfoque comunicativo. Este reconocimiento es solo la punta del iceberg de una crisis mucho más profunda que afecta no solo la forma en que el PP intenta transmitir su mensaje, sino también su capacidad para mantener la coherencia interna.
La multiplicación de portavoces y la falta de una estrategia clara están generando una cacofonía que confunde a su electorado y pone en duda la solidez del partido bajo el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo. La pregunta que muchos se hacen es: ¿Cómo es posible que un partido con tanta trayectoria esté tropezando de manera tan evidente en algo tan esencial como la comunicación?
MULTIPLICACIÓN DE VOCES, AUSENCIA DE COHERENCIA
El PP ha multiplicado las voces de sus portavoces en un intento de «colarse en cuantos más temas mejor», según fuentes del propio partido. Sin embargo, esta estrategia no ha hecho más que generar confusión, tanto dentro como fuera del partido. En lugar de unificar el discurso y proyectar una imagen sólida, cada portavoz parece competir por tener más visibilidad, lo que ha derivado en una preocupante falta de coherencia.
Ejemplos recientes ilustran el caos. Mientras Borja Sémper, uno de los portavoces más visibles, afirmaba que Begoña Gómez, la esposa del presidente del Gobierno, no sería citada en ninguna comisión de investigación, otro dirigente del PP, Miguel Tellado, contradijo esa posición, abriendo la puerta a que sí se la convoque a declarar en la Asamblea de Madrid. Esta contradicción, lejos de ser un hecho aislado, es el reflejo de una desorganización interna que debilita la credibilidad del partido.
En un contexto político en el que la claridad y el mensaje único son fundamentales, la estrategia del PP ha resultado contraproducente. Un partido que no logra controlar sus propias voces es un partido destinado a la irrelevancia, especialmente cuando sus líderes parecen más interesados en mantener su cuota de pantalla que en construir una narrativa coherente.
EL SILENCIO DE LOS PERIODISTAS, UN SÍNTOMA DE DEBILIDAD
Otro síntoma del caos comunicativo en el PP es el creciente bloqueo a los periodistas en eventos clave. Un ejemplo reciente fue la reunión entre Feijóo y los barones autonómicos, donde se pactó una posición común sobre la reforma de la financiación autonómica. A pesar de que se produjeron hasta 15 comparecencias consecutivas ante los medios, ningún periodista tuvo la oportunidad de hacer preguntas. Este bloqueo a la prensa no solo es una muestra de inseguridad, sino que también es una táctica peligrosa que puede minar la confianza del público en un partido que, en teoría, debería abogar por la transparencia.
La justificación dada por uno de los presentes, el presidente de Murcia, Fernando López Miras, resulta aún más preocupante. Según él, se decidió limitar las preguntas para «transmitir mejor» el mensaje trabajado. Este argumento, que puede sonar lógico a primera vista, esconde una realidad mucho más inquietante: el PP no tiene claro su mensaje y teme que las preguntas de los periodistas revelen sus contradicciones.
Es más fácil controlar la narrativa cuando no hay periodistas que hagan preguntas incómodas, pero esta táctica a corto plazo solo profundiza la desconfianza en la capacidad del PP para enfrentarse a la realidad política. La ausencia de transparencia no solo daña su imagen pública, sino que también refuerza la percepción de un partido que no sabe cómo enfrentarse a los problemas de forma abierta y honesta.
¿UN PARTIDO SIN POLÍTICA DE COMUNICACIÓN?
Uno de los problemas más graves que enfrenta el PP es que, según algunas voces internas, simplemente no tiene una política de comunicación clara. Esta afirmación, que podría parecer exagerada, refleja una realidad palpable: los dirigentes del partido parecen estar actuando de manera autónoma, sin una dirección clara que coordine sus acciones.
Esto se debe a la lucha interna por el poder. En lugar de trabajar de manera unida para fortalecer la posición del partido, muchos dirigentes están más preocupados por asegurarse su propio futuro político. La competencia por ganar minutos de televisión, por ser el rostro visible del partido, está minando la posibilidad de construir un discurso.
El caos se evidencia en episodios como la intervención de la vicepresidenta del Gobierno, María Jesús Montero, en el Senado. A pesar de que se esperaba que fuera Alicia García quien liderara la interpelación, fueron otros tres senadores los que tomaron la palabra, dejando a García sin intervenir. Este tipo de descoordinación no solo es un síntoma de desorganización interna, sino que también revela una falta de liderazgo que resulta alarmante en un partido con aspiraciones de gobernar.
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