El delito cae, pero la histeria mediática se dispara. El problema no es la inseguridad, es quién gana sembrándola.
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ESPAÑA ES CADA VEZ MÁS SEGURA, PERO ESO NO HACE AUDIENCIA
Según los últimos datos oficiales del Ministerio del Interior, entre enero y marzo de 2025 la criminalidad total ha bajado un 2,8% respecto al mismo periodo del año anterior. 589.683 delitos registrados en 2025, frente a los 606.377 del primer trimestre de 2024. La criminalidad convencional cae un 3,2%, y la cibercriminalidad un 1,2%. España consolida así uno de los niveles de delincuencia más bajos de Europa y del mundo industrializado.
Los homicidios consumados han bajado un 11,6% (de 95 a 84). Los robos con fuerza en domicilios han caído un 13,3%. Y los hurtos, el delito más común, bajan un 2,9%, consolidando una tendencia descendente sostenida en la última década.

¿Y entonces por qué tienes la sensación de vivir en un país inseguro? Porque el miedo vende. Porque la política reaccionaria necesita cuerpos en pánico, no datos en frío. Y porque los telediarios no se llenan de “las cosas funcionan”, sino de “tu hija podría ser la próxima”.
Lo que no se dice en las tertulias es que España tiene una tasa de criminalidad de 40,6 delitos por cada 1.000 habitantes, según el propio Ministerio. Esto nos sitúa por debajo de Alemania, Bélgica, Francia, Suecia o Países Bajos. Mientras tanto, los informativos repiten a diario un guion escrito no con cifras, sino con alarmas: robos de navaja, violaciones en grupo, okupaciones agresivas. A veces con base real. Muchas otras, no.
LA INSEGURIDAD COMO PROYECTO POLÍTICO
La ultraderecha lleva años diseñando una estrategia clara: sembrar miedo para recoger votos. Lo explicó con precisión Jason Stanley en How Fascism Works (Random House, 2018): “el fascismo necesita que la población tema por su seguridad constantemente, incluso en ausencia de amenazas reales”. Y eso es exactamente lo que hacen partidos como Vox: convertir al inmigrante pobre en chivo expiatorio, al barrio humilde en zona de guerra, a las y los jóvenes en criminales por definición.
Los delitos sexuales suben un 3,8%, pero el Ministerio y los juristas advierten que no es por más violencia, sino por más denuncias y mayor conciencia social. Las agresiones con penetración aumentan un 7,6%, pero los expertos coinciden en que los datos reflejan una mayor visibilización, no una oleada salvaje. Que el delito sea más perseguido y más denunciado no significa que haya más agresores, sino que hay menos silencio.
Pero eso no interesa a quien vive del caos. A quien construye su carrera sobre el cuerpo de las víctimas, no para protegerlas, sino para empuñar su dolor como arma arrojadiza contra sus enemigos ideológicos.
¿Y qué decir de los pseudomedios? De esos canales de YouTube, cuentas de TikTok y programas televisivos donde se repite como mantra que “las calles ya no son seguras”, que “antes esto no pasaba”, que “la inmigración nos ha traído el crimen”. No hay dato que valga. No hay realidad que los frene. Porque no hacen periodismo: hacen agitación.
España es más segura que nunca, pero nos quieren convencidos de lo contrario. No porque les preocupe tu vida, sino porque necesitan tu miedo.
El negocio del terror necesita víctimas, aunque haya que inventarlas.
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