El nuevo autoritarismo no quiere conquistar el futuro: quiere sobrevivir a su propia destrucción
Mientras Trump sueña con cárceles y desfiles militares, y Musk con ciudades privadas en Marte, las nuevas derechas globales se atrincheran en un apocalipsis que ellas mismas provocan
UN FASCISMO SIN FUTURO, PERO ARMADO HASTA LOS DIENTES
“No solo apuestan activamente contra el futuro, sino que provocan los incendios que están consumiendo el mundo”. Así define Naomi Klein, junto a Astra Taylor, el nuevo rostro del fascismo global en su ensayo publicado en The Guardian “The rise of end-times fascism”.
No es el fascismo clásico de los años 30, con su promesa delirante de un nuevo orden y su estética totalitaria. Es un fascismo distópico, nihilista, que solo ve futuro para unos pocos elegidos: los muy ricos, los blancos armados, los varones sin empatía. Un fascismo de Silicon Valley y búnkeres dorados, que ya no sueña con imperios sino con sobrevivir al colapso… después de contribuir a él.
Naomi Klein lo llama “fascismo del fin de los tiempos”. No porque el mundo esté por acabar, sino porque quienes lo dirigen han renunciado a salvarlo. Jeff Bezos escapa en cohetes. Elon Musk funda su propia ciudad-estado libertaria en Texas, Starbase, donde trabajadores de SpaceX votan para vivir según las normas de la empresa y no del Estado. El proyecto es real y ha sido confirmado por Texas Monthly.
Trump, por su parte, promete reabrir la prisión de Alcatraz y construir una “cúpula dorada” para blindar a Estados Unidos frente a la inmigración. Lo suyo no es política: es espectáculo carcelario. El modelo es El Salvador y su gigantesca cárcel CECOT, diseñada para aterrorizar a las y los excluidos. La propuesta de Trump no es metafórica: ha declarado públicamente su deseo de convertir Alcatraz en una prisión para inmigrantes.
El sadismo como única oferta política.
No hay empleo digno, ni seguridad social, ni redistribución de riqueza. Solo hay enemigos. Y espectáculo. Trump no reduce el precio de los huevos, pero sí exhibe a migrantes esposados como si fueran trofeos. La ultraderecha global no ofrece un futuro, solo castigos.
CUANDO LAS ÉLITES NO HUYEN AL CIELO, HUYEN AL ESPACIO
Este nuevo fascismo no necesita tanques, le basta con algoritmos. Se alimenta de teorías del colapso y religiones del rapto, de supremacismo blanco y criptomonedas. Su lógica es simple: cuanto peor, mejor. Más caos significa más control para quien puede pagarlo.
Israel es su laboratorio. No solo como etnoestado fortificado admirado por las derechas cristianas y trumpistas, sino como ejemplo de cómo puede funcionar un Estado empresarial con armas de alta tecnología, control facial y limpieza étnica. Naomi Klein lo señala con claridad: “Ven a Israel como lo que ellos quieren hacer en sus propios países”.
Las conexiones entre Silicon Valley y el sionismo no son nuevas, pero ahora se han fundido en una ideología llamada “tecnosionismo”, donde empresas como NSO Group o Elbit Systems sirven como modelo de cómo controlar poblaciones enteras con tecnología de guerra. Musk y Peter Thiel hablan abiertamente de crear ciudades privadas, con sus propias leyes, donde quien no rinde beneficios no tiene cabida. Israel es, para ellos, un país-startup.
Y por eso Gaza estorba. Por eso Netanyahu habla de “desurbanizarla”, por eso Trump sueña con un “resort” en su lugar. La despoblación de Gaza es un negocio. Una oportunidad inmobiliaria. Más de 52.000 muertos según datos palestinos, pero ningún alto el fuego. Porque el colapso no se evita, se gestiona. Y se vende.
El hambre no es un fracaso humanitario. Es un arma.
Como denuncian organizaciones como Human Rights Watch y UNICEF, la inanición en Gaza ha sido deliberada. Más de 9.000 niñas y niños han sido tratados por desnutrición aguda solo en 2025. 57 personas han muerto de hambre mientras se instalan muelles flotantes con ayuda condicionada y soldados disparan en las colas de comida. La propuesta israelí para controlar la distribución de alimentos a través de contratistas estadounidenses ha sido criticada por el Consejo Noruego para los Refugiados.
Esto no es un error. Es parte del guion. Quienes gobiernan no creen en la vida. Creen en la propiedad, el rendimiento y el cerco. Y se atrincheran mientras el mundo arde.
“¿Y si creemos en este mundo?”, se pregunta Naomi Klein al final. “¿Y si creemos en el futuro?”
Porque frente al fascismo de quienes ya se han rendido al apocalipsis, la única respuesta posible es organizarse para impedir que lo quemen todo.
No quieren salvar el planeta. Solo salvarse a sí mismos. Y eso es lo más peligroso que puede tener el poder.
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Quieren quemar el planeta,pues vamos a por ellxs y que arden con su casa y sus bienes.
La solución pasa por eliminar lxs del mapa, antes que desaparezca todo .
O ellxs ,o nosotrxs, no hay otra opción .
Así que a por ellxs, como sea .
Salud y anarkia
Excelente artículo.tal cual
No les digais libertarios, no les sigçais el juego. Decidles ultras, ultraliberales o neofascistas.
Manadas pertrechadas de teología, filosofía, arte, ciencia, historia. El miedo, resentimiento, odio las transforma en jauría dispuesta al exterminio. Esa es la llamada civilización occidental.
Vergüenza del género humano.