El neoliberalismo y la intolerancia vuelven a ser la carta de presentación de Estados Unidos al mundo.
El resultado de las elecciones de 2024 en Estados Unidos ha sido un jarro de agua fría para quienes creían en una posible restauración democrática y en el respeto a los derechos humanos. Donald Trump, el candidato republicano, ha logrado imponer su discurso extremista en más de veinte estados clave, aprovechándose de una sociedad profundamente polarizada y desgastada. La aspirante demócrata, Kamala Harris, aunque respaldada por la mayoría de los estados de la costa oeste y el noreste, no ha podido frenar la avanzada ultraderechista en los territorios bisagra.
No se trata de una elección normal. Esta vez, la elección refleja algo más profundo: una sociedad que prefiere a un líder que aviva el resentimiento y fomenta el miedo. Es la confirmación de que un sector significativo del país se siente más identificado con la xenofobia y el autoritarismo que con la democracia inclusiva y los derechos civiles. Con esta victoria, se fortalece una corriente política que normaliza el odio y la exclusión como herramientas de poder, y que pretende instaurar un modelo de país basado en el retroceso de las libertades.
En los bastiones tradicionales de Trump, estados como Texas y Florida, el populismo de derecha y el rechazo hacia las políticas de derechos reproductivos y migratorias fueron decisivos. No ha sido un accidente, sino una estrategia calculada: una campaña que movilizó al electorado blanco y rural, especialmente aquellos sectores desencantados con la política. Mientras tanto, los esfuerzos de Harris por aglutinar a mujeres y minorías, fundamentales en elecciones anteriores, se quedaron cortos ante la maquinaria del miedo. Una vez más, la política de división ha sido efectiva, dejando en evidencia que el tejido social estadounidense sigue fragmentado y expuesto al discurso del odio.
EL RESCATE DEL CAPITALISMO SALVAJE: BENEFICIOS A COSTA DE DERECHOS
Más allá del impacto social, el regreso de Trump significa un triunfo rotundo del capitalismo más voraz y desregulado. El dólar y Wall Street celebran, pero la mayoría de las y los trabajadores temen lo que viene. El republicano ha prometido reducir impuestos a las grandes empresas del 21% al 15%, una medida que los grandes capitales aplauden, pero que no significa otra cosa que una amenaza directa a los programas sociales, la educación pública y la sanidad. Se trata de un modelo que prioriza los intereses empresariales, aunque implique precarizar las vidas de quienes no pueden acceder a esos beneficios.
No es casualidad que los mercados se hayan disparado con la posibilidad de una administración Trump. Para las élites económicas, un líder dispuesto a eliminar las pocas regulaciones financieras y ambientales vigentes es el mejor aliado para maximizar beneficios sin consecuencias. Las personas trabajadoras, aquellas que dependen de salarios cada vez más insuficientes, solo verán cómo el costo de vida sigue aumentando mientras el Estado se retrae. Con Trump, la brecha entre ricos y pobres no solo se mantiene, sino que se amplía deliberadamente, favoreciendo a una minoría privilegiada a costa de una mayoría que lucha cada día por sobrevivir.
Las políticas de Trump también anuncian una nueva ola de aranceles y una economía cerrada al mundo, una estrategia que solo traerá más inflación y una contracción del mercado laboral. Mientras el empresariado festeja la posibilidad de menos impuestos, las personas que dependen de importaciones o trabajos en sectores globalizados verán cómo sus salarios pierden valor. La ideología de “América primero” no es más que una excusa para concentrar poder y riqueza en manos de unos pocos, dejando al resto en una situación de precariedad extrema.
La victoria de Trump y el apoyo que ha recibido en todo el país reflejan el regreso del supremacismo, la misoginia y el autoritarismo como valores de una parte de la sociedad estadounidense. La nueva administración no solo amenaza con erosionar los derechos civiles y laborales, sino que perpetúa un modelo económico insostenible, que enriquece a unos pocos mientras condena a millones a la exclusión.
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Trum ha ganado únicamente por ser hombre de lo contrario no hubiera ganado su partido los estadounidenses, aún. No está n preparados para una presidenta del gobierno y eso que van de modernos lastima y vergüenza.
A los palestinos y hombres libres de este mundo cruel,nos da quien gane ….los dos son pro sionistas…