30 Abr 2024

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Revolucine | 7. El gran dictador: la satírica rebelión contra el fascismo
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Revolucine | 7. El gran dictador: la satírica rebelión contra el fascismo 

Bienvenidas y bienvenidos a una nueva entrega de nuestra serie «Revolucine», un viaje a través de obras maestras del cine que desafían, cuestionan y redibujan la percepción de nuestra realidad. En esta edición, nos sumergimos en un clásico inmortal: «El Gran Dictador», una obra maestra de Charlie Chaplin que, con su ingeniosa mezcla de humor y crítica política, sigue siendo tan relevante hoy como en su estreno en 1940. Este artículo es parte del especial ‘Revolucine’, que puedes explorar más a fondo aquí.

Antes de adentrarnos en la complejidad de «El Gran Dictador», recordemos las entregas anteriores de Revolucine:

  1. “El club de la lucha”: rebelión contra el sistema capitalista
  2. «El show de Truman»: una profunda crítica a la cultura de la celebridad y a la manipulación de los medios
  3. «Bichos»: una lectura marxista de la revolución en miniatura
  4. «Los santos inocentes»: la huella franquista y clasista en el mundo rural
  5. «V de Vendetta» y la lucha contra el totalitarismo
  6. «La haine»: una mirada profunda al odio en la sociedad contemporánea

Hasta ahora, hemos explorado películas que han cuestionado el sistema capitalista, la cultura de la celebridad, la manipulación mediática, las dinámicas de clase, el totalitarismo y el odio en la sociedad contemporánea. Ahora, es el momento de abordar una obra maestra que, en su momento, fue una valiente y satírica rebelión contra el fascismo: «El Gran Dictador».

«El Gran Dictador» es una película dirigida por el legendario Charles Chaplin en 1940. En plena Segunda Guerra Mundial, Chaplin tuvo el coraje de enfrentarse al régimen de Adolf Hitler y al nazismo de manera magistral y provocadora. A través de la sátira y la comedia, este filme nos ofrece una lectura profunda sobre la tiranía, la discriminación, la humanidad y la esperanza en tiempos oscuros.

I. LA AUDACIA DE CHAPLIN

Charles Chaplin, conocido por su icónico personaje de «Charlot», era un genio del cine que decidió utilizar su influencia y talento para tomar una posición audaz contra el ascenso del fascismo en Europa. En un contexto en el que el mundo miraba con temor a los regímenes totalitarios, Chaplin eligió no solo denunciar al Tercer Reich de Hitler, sino también hacerlo de una manera que desafió todas las expectativas de la comedia cinematográfica de su época.

La película narra la historia de dos personajes principales, ambos interpretados por Chaplin: Adenoid Hynkel, un dictador con una clara referencia a Hitler, y un humilde barbero judío que lucha por sobrevivir en un mundo que se desmorona. La elección de Chaplin de interpretar a dos personajes tan dispares es un recurso narrativo y simbólico clave en la película.

II. LA SATÍRICA REBELIÓN

1. La sátira política

«El Gran Dictador» es una película que se erige como un acto de valentía en un momento crítico de la historia mundial. La sátira política desempeña un papel fundamental en la película, permitiendo a Charles Chaplin poner un espejo ante la audiencia y reflejar la realidad política y social de la época.

El personaje de Adenoid Hynkel, una clara parodia de Adolf Hitler, es un ejemplo perfecto de esta sátira política. Con su inconfundible bigote y su retórica exaltada, Hynkel representa el peligroso auge de los regímenes totalitarios y su obsesión por la conquista mundial. La película se burla descaradamente de la megalomanía de Hynkel, haciendo que su figura parezca ridícula ante los ojos del espectador.

Sin embargo, la sátira no se limita solo a Hynkel; se extiende a otros líderes y naciones de la película. Por ejemplo, Napaloni, el personaje que representa a Benito Mussolini, es una figura cómica que encarna la estupidez de la política expansionista. Además, la película arroja luz sobre la hipocresía de las naciones poderosas que, a pesar de ser conscientes de los horrores cometidos por el régimen de Tomania, deciden mantenerse al margen.

2. La lucha contra la discriminación

Uno de los aspectos más conmovedores y atrevidos de «El Gran Dictador» es la forma en que aborda la discriminación racial y religiosa que prevalecía en la sociedad de la época. Chaplin, a través de su interpretación del barbero judío, se sumerge valientemente en esta cuestión sensible.

El barbero judío representa la persecución y el sufrimiento del pueblo judío en Europa durante el auge del nazismo. A través de este personaje, Chaplin denuncia la intolerancia y el odio racial que llevaron a atrocidades como el Holocausto. El filme muestra de manera conmovedora cómo el barbero y otros judíos son perseguidos y despojados de sus derechos básicos.

En una escena memorable, el barbero judío pronuncia un discurso emocionante en el que aboga por la humanidad y la igualdad. Sus palabras resuenan con fuerza en el contexto histórico y continúan siendo relevantes en la lucha contra la discriminación en la actualidad. Esta escena representa un momento de confrontación directa con la intolerancia y un llamado a la conciencia global.

La brillantez de Chaplin al abordar la cuestión de la discriminación racial y religiosa en una película cómica de la década de 1940 demuestra su compromiso con la justicia social y su creencia en el poder del cine para generar cambios en la sociedad.

«El Gran Dictador» es un ejemplo de cómo el cine puede ser una herramienta poderosa para la reflexión y la concienciación sobre cuestiones sociales y políticas urgentes.

III. UNA LUZ DE ESPERANZA

A pesar de la sátira y la crítica social, «El Gran Dictador» también ofrece un mensaje de esperanza y resistencia en medio de la oscuridad de su contexto histórico.

1. El discurso final

Uno de los momentos más icónicos y conmovedores de la película es el discurso final del barbero judío. En este discurso, Chaplin, en el papel del barbero, se erige como un defensor apasionado de la paz, la fraternidad y la bondad humana. Sus palabras resuenan como un llamado a la conciencia de la humanidad y un recordatorio de los valores fundamentales que a menudo se ven eclipsados por la intolerancia y la opresión.

El discurso del barbero judío trasciende la pantalla y se convierte en un testimonio de la capacidad del arte, en este caso, el cine, para inspirar y movilizar a las masas hacia la justicia y la compasión. Las palabras del barbero resuenan con fuerza en la actualidad, recordándonos la importancia de mantenernos fieles a nuestros principios y valores incluso en tiempos difíciles.

2. La reconciliación

La película también ofrece un poderoso mensaje de reconciliación y unidad. Al final de la película, el barbero judío y Schultz, un soldado alemán que luchó en las filas de Hynkel, se reconocen mutuamente como amigos y hermanos. Esta escena simboliza la idea de que la humanidad prevalece sobre la ideología y la intolerancia.

La reconciliación entre el barbero y Schultz es un recordatorio conmovedor de que, a pesar de las diferencias y las divisiones impuestas por la intolerancia, la humanidad tiene la capacidad de superar las barreras y unirse en la búsqueda de un mundo mejor.

IV. LEGADO E IMPORTANCIA

«El Gran Dictador» fue una película revolucionaria en su época y sigue siendo relevante en la actualidad. Su valiente enfrentamiento al fascismo, la discriminación y la opresión la convierte en una obra maestra atemporal.

Esta película no solo desafió las normas de la comedia cinematográfica, sino que también desafió al mundo a reflexionar sobre los horrores de la Segunda Guerra Mundial y la necesidad de resistir la tiranía.

CONCLUSIÓN

«El Gran Dictador» de Charles Chaplin es mucho más que una película cómica; es una obra maestra que desafió al fascismo, la discriminación y la indiferencia de su época. A través de la sátira y la humanidad, Chaplin nos dejó un mensaje atemporal de esperanza y resistencia.

En un mundo donde la opresión y la intolerancia persisten, «El Gran Dictador» sigue siendo una llamada a la conciencia y un recordatorio de que la humanidad puede prevalecer sobre la adversidad.

Link al especial ‘Revolucine’

DISCURSO FINAL COMPLETO

Lo siento, pero no quiero ser emperador. No es mi negocio. No quiero gobernar ni conquistar a nadie. Me gustaría ayudar a todos, si fuera posible, a judíos y gentiles por igual. Todos nosotros queremos ayudarnos mutuamente. Los seres humanos somos así. Queremos vivir con la felicidad del prójimo, no con su miseria. No queremos odiarnos ni despreciarnos mutuamente. En este mundo hay sitio para todos. La Tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido.

La codicia ha envenenado las almas de los hombres, ha levantado barricadas de odio, nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. Hemos desarrollado la velocidad, pero nos hemos encerrado nosotros mismos. La maquinaria, que produce abundancia, nos ha dejado en la necesidad. Nuestra ciencia nos ha hecho cínicos, nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos humanidad. Más que inteligencia necesitamos amabilidad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta y todo se perderá.

El avión y la radio nos han acercado. La naturaleza de estos inventos pide la bondad del hombre, pide la fraternidad universal que nos una a todos nosotros. Ahora mismo mi voz llega a millones de personas alrededor del mundo, a millones de hombres desesperados, mujeres, niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a los inocentes. A aquellos que pueden oírme, les digo: no desesperen. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará y caerán los dictadores, y el poder que le quitaron al pueblo se le reintegrará al pueblo, y así, mientras los hombres mueren, la libertad no perecerá.

Soldados, no se entreguen a estos individuos, hombres que en realidad los desprecian, los esclavizan, les reglamentan la vida, les dicen lo que deben hacer, qué pensar y qué sentir, les tratan como ganado, les usan como carne de cañón. No se entreguen a esos hombres inhumanos, hombres máquinas con mentes y corazones de máquina. Ustedes no son máquinas, no son ganado, son hombres. Llevan el amor de la humanidad en sus corazones. No odien, solo aquellos que no son amados odian, los no amados y los no naturales.

Soldados, no luchan por la esclavitud, luchan por la libertad. En el capítulo diecisiete de San Lucas está escrito que el Reino de Dios está dentro del hombre, no de un hombre ni de un grupo de hombres, sino de todos los hombres, en ustedes. Ustedes, el pueblo, tienen el poder, el poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad. Ustedes, el pueblo, tienen el poder de hacer esta vida libre y hermosa, de convertirla en una maravillosa aventura. En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, un mundo decente que dará a los hombres la posibilidad de trabajar, que dará a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Prometiendo esas cosas, las fieras han subido al poder. Pero mienten, no cumplen esas promesas, y nunca las cumplirán. Los dictadores son libres solo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para libertar el mundo, para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia. Luchemos por el mundo de la razón, un mundo en el cual la ciencia y el progreso nos conduzcan a todos a la felicidad.

Soldados, en nombre de la democracia, unámonos todos nosotros.

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