Su triunfo no solo derrota a un aparato corrupto, sino que demuestra que la organización colectiva sigue siendo la única fuerza capaz de desafiar al poder económico.
UN SOCIALISTA EN EL CORAZÓN DEL IMPERIO
Zohran Mamdani, de 34 años, acaba de lograr lo que parecía imposible: convertirse en alcalde de Nueva York, la capital financiera del capitalismo mundial, tras derrotar a pesos pesados del establishment como Andrew Cuomo. Su victoria, sin embargo, no cayó del cielo ni es fruto de un carisma individual. Es el resultado de una década de trabajo sostenido de las y los militantes de Democratic Socialists of America (DSA) en Nueva York, que han ido tejiendo un poder de base desde los barrios, las asambleas y los sindicatos.
Mamdani no surge como una anomalía electoral. Surge de una estructura política que ha apostado por construir comunidad frente a la desafección. La DSA neoyorquina y su capítulo del valle del Hudson llevan años consolidando una red de nueve legisladores estatales y dos concejales, todos ellos comprometidos con los intereses de las trabajadoras y los trabajadores. Esa constancia en las trincheras institucionales preparó el terreno para una candidatura municipal que, hace solo unos años, habría parecido impensable.
Mientras los partidos tradicionales se hundían en el descrédito y la corrupción, la izquierda aprendía a organizar. Lo que Mamdani ha capitalizado es esa acumulación de militancia: miles de voluntarias y voluntarios, más de 90.000 personas, saliendo a tocar puertas, hablar con vecinas, escuchar sus problemas, y convertir la desesperanza en acción política.
El modelo de campaña de la DSA, basado en el “field” —la acción directa en el territorio—, no solo busca votos: construye tejido social. La campaña de Mamdani ofreció a la gente algo más que consignas; ofreció la posibilidad de participar activamente en la transformación de su ciudad, de dejar de ser espectadoras y pasar a ser protagonistas. En un tiempo de soledad y desencanto, esa invitación se volvió revolucionaria.
EL COLAPSO DEL CENTRISMO Y EL GIRO DE LA CONCIENCIA POLÍTICA
El triunfo de Mamdani también es el espejo de un sistema político en ruinas. El Partido Demócrata lleva años funcionando como una maquinaria sin base popular, dominada por donantes y consultores. De ahí su inercia hacia candidatos como Eric Adams o Andrew Cuomo, atrapados entre el autoritarismo y la corrupción, incapaces de articular una visión que no pase por el miedo o la obediencia.
El problema no es la mala suerte del centro, sino su naturaleza: un modelo de poder sin pueblo.
Mientras tanto, buena parte de la autodenominada “izquierda moderada” ha caído en el reflejo pavloviano de moverse hacia la derecha cuando la sociedad se radicaliza. Su error fue leer las derrotas como señales de que la ciudadanía pedía “sentido común” o “moderación”. Pero el malestar social no se resuelve con tibieza: se resuelve con respuestas audaces. Y Mamdani entendió ese vacío.
Frente a quienes predicaban prudencia, él apostó por la coherencia ideológica, especialmente en el terreno más sensible: Palestina. Su apoyo sin ambigüedades a los derechos del pueblo palestino fue considerado su principal debilidad. En realidad, se convirtió en su sello de autenticidad.
En plena ofensiva genocida de Israel sobre Gaza y con el silencio cómplice de Washington, su voz fue una de las pocas que rompió el consenso de la hipocresía. Esa claridad política conectó con una ciudadanía —especialmente joven, racializada y musulmana— harta de discursos vacíos. No hacía falta que todas las votantes comprendieran la geopolítica del conflicto: bastaba con percibir que por fin alguien decía la verdad sin matices ni calculadoras electorales.
La política estadounidense vive un divorcio entre las élites que dictan el relato y la población que vive sus consecuencias. La campaña de Mamdani ha demostrado que cuando alguien pone el cuerpo y el discurso en el mismo lugar, la credibilidad deja de ser un eslogan y se convierte en fuerza movilizadora.
Su victoria no garantiza el cambio estructural que promete, pero abre una grieta en la muralla del poder financiero y mediático que controla Nueva York. Ahora llega lo más difícil: gobernar frente a los lobbies, el racismo institucional y la inminente ofensiva de Trump desde Washington. Pero lo esencial ya está hecho:
Zohran Mamdani ha probado que un movimiento socialista puede ganar en el corazón del imperio. Y esa certeza vale más que cualquier promesa electoral.
Related posts
2 Comments
Deja una respuesta Cancelar la respuesta
SÍGUENOS
Bill Gates quiere que hagamos menos frente a la crisis climática
Cuando el capital dicta los ritmos del planeta, la tecnología se convierte en coartada.
De aquellos polvos estos lodos: el Departamento de Justicia que se rindió ante Trump
El libro “Injustice” desnuda cómo la administración Biden permitió que Trump quedara impune por corrupción y el asalto al Capitolio.
Sin límite: el negocio fósil que se acelera hacia el colapso climático
Mientras el planeta arde, las petroleras inyectan 256.000 millones de barriles nuevos en el sistema, burlándose de los acuerdos internacionales y de cualquier límite moral.
Vídeo | EL XOCAS Y LOS ‘PODEMITAS’ MALVADOS
Menos paranoia y más responsabilidad: el circo de los enemigos imaginarios distrae del fuego real que quema a los de siempre.
Vídeo | El imperio decadente
Estados Unidos cada vez se parece más al Imperio Romano, en sus últimos días. Mientras empleados federales hacen cola en bancos de alimentos para poder comer, Trump gasta 3,4 millones de dólares de los contribuyentes en una fiesta de Halloween inspirada en El Gran Gatsby….
Seguir
Seguir
Seguir
Subscribe
Seguir
Bravo! Hay esperanza de tener un gobierno democrático en el corazón del imperio, hasta la victoria siempre!!
Es una victoria importante importante para la humanidad