Alemania se encuentra en un estado de estancamiento económico, con un crecimiento pírrico del PIB y una caída de los salarios reales que ha erosionado el poder adquisitivo de las y los trabajadores.
El 1 de septiembre de 2024, la región de Turingia, en el este de Alemania, fue escenario de un hecho histórico y perturbador: la victoria del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) en las elecciones regionales. Esta victoria, encabezada por Björn Höcke, un político con inclinaciones claramente nostálgicas hacia el Tercer Reich, marca un punto de inflexión preocupante no solo para Turingia, sino para todo el país. El 32,9% de los votos que obtuvo la AfD en Turingia es un indicio alarmante de que el extremismo de derecha está arraigando peligrosamente en el corazón de Europa. Este resultado no solo representa una amenaza directa a la democracia, sino que también tiene el potencial de desencadenar una crisis política a nivel nacional.
LAS MAYORÍAS TRADICIONALES PIERDEN TERRENO
Las elecciones en Turingia no solo han puesto en evidencia el ascenso imparable de la AfD, sino también el desmoronamiento de las mayorías tradicionales que durante décadas han sostenido el sistema político alemán. La Unión Cristiano-Demócrata (CDU), otrora un baluarte de estabilidad, apenas logró el 23,6% de los votos, un resultado que, aunque marginalmente mejor que en 2019, es el segundo peor en su historia en la región. Por otro lado, el SPD, el partido del canciller Olaf Scholz, apenas consiguió un humillante 6%, marcando un descenso histórico y poniendo en riesgo su representación en el Landtag de Turingia. Los Verdes y el Partido Liberal Democrático (FDP) fueron barridos por completo, sin alcanzar el umbral necesario para mantener sus escaños.
El panorama es igual de sombrío en Sajonia, donde la AfD quedó en segundo lugar, apenas un punto porcentual detrás de la CDU. El hecho de que un partido con un discurso abiertamente xenófobo y ultranacionalista esté a punto de convertirse en la fuerza política dominante en dos regiones clave del este de Alemania es una señal de alarma que no se puede ignorar. Además, la irrupción del partido de Sahra Wagenknecht, Bündnis Sahra Wagenknecht (BSW), añade una nueva capa de complejidad a la política alemana, ya que se presenta como una alternativa “conservadora de izquierdas” que, en realidad, está atrayendo a votantes desencantados tanto de la izquierda tradicional como de la extrema derecha.
UN JUEGO DE SUMA CERO QUE AMENAZA CON DESTRUIR EL SISTEMA POLÍTICO ALEMÁN
El ascenso de la AfD no se puede entender sin analizar el contexto económico y social en el que se produce. Alemania se encuentra en un estado de estancamiento económico, con un crecimiento pírrico del PIB y una caída de los salarios reales que ha erosionado el poder adquisitivo de las y los trabajadores. La política económica del gobierno de Scholz, marcada por la austeridad y la obsesión por el equilibrio presupuestario, ha dejado a grandes segmentos de la población en una situación de precariedad que la ultraderecha ha sabido explotar hábilmente.
La estrategia de la AfD y, en menor medida, del BSW, se basa en un “juego de suma cero”, donde la redistribución de la riqueza se presenta como un conflicto directo entre las y los trabajadores autóctonos y la población inmigrante. Este discurso ha calado profundamente, especialmente en regiones como Turingia y Sajonia, que enfrentan un envejecimiento poblacional y una economía debilitada.
Las consecuencias de este juego de suma cero son devastadoras para la cohesión social y la estabilidad política de Alemania. En lugar de enfrentar los desafíos estructurales que aquejan al país, como la necesidad de una transición energética justa o la reforma del mercado laboral, la política se está centrando cada vez más en la protección de “privilegios” inexistentes y en la exacerbación de los miedos culturales. Este enfoque no solo es miope, sino que también es peligrosamente destructivo, ya que convierte a la política en un campo de batalla donde la única ganadora es la extrema derecha.
El riesgo más inmediato es la gobernabilidad del país. Con la AfD consolidando su posición en el este y el BSW fragmentando aún más el espectro político, las posibilidades de formar coaliciones estables se reducen drásticamente. La sombra de una posible alianza entre la CDU y la AfD, aunque todavía rechazada oficialmente por los líderes del partido conservador, se cierne cada vez más sobre el horizonte político. Una alianza de este tipo, especialmente en Turingia, donde la AfD ha demostrado ser la fuerza dominante, podría significar el fin de un tabú político que ha mantenido a la extrema derecha fuera del poder desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
En última instancia, el ascenso de la AfD en Turingia no es solo un problema regional, sino una señal de advertencia para toda Alemania. El sistema político alemán, construido sobre la base de la estabilidad, el consenso y el rechazo al extremismo, está siendo socavado desde dentro por fuerzas que buscan dividir en lugar de unir. Si estas tendencias no se detienen, el futuro político de Alemania podría estar en peligro.
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