Si hay algo que caracteriza a la ultraderecha es su insaciable voracidad por dinamitar el diálogo, un recurso que confunde el ruido con el debate.
Desde su irrupción en el panorama político español, Vox se ha dedicado a cultivar una presencia que, más que resolver problemas, los multiplica. El reciente episodio protagonizado por Hermann Tertsch y Jorge Buxadé en el Parlamento Europeo no es más que un síntoma de una estrategia cuyo fin último parece ser la erosión de la convivencia democrática. Ante su reiterada incapacidad para ofrecer soluciones reales, la pregunta se impone con toda su contundencia: ¿para qué sirve Vox?
EL VACÍO DE PROPUESTAS: RUINA Y DESCONEXIÓN
La ultraderecha, en sus distintas manifestaciones, tiene una tendencia inconfundible a disfrazar su vacío ideológico con gestos grandilocuentes. En el caso de Vox, esta característica adopta formas grotescas: pancartas, gritos y conspiraciones que apenas disimulan su falta de propuestas serias para enfrentar los retos de nuestra época. En un acto de violencia simbólica, sus representantes en la Eurocámara decidieron interrumpir un debate sobre violencia machista—un fenómeno que, según la OMS, afecta a una de cada tres mujeres en el mundo—para desplegar una narrativa rancia y descontextualizada sobre Venezuela.
La estrategia de Vox no es ignorancia, es deliberada. Porque reconocer los problemas reales, como el aumento de feminicidios o la precariedad laboral, implicaría enfrentarse a las contradicciones del capitalismo al que idolatran. En su lugar, optan por reducir la política a una guerra cultural vacía, donde los problemas concretos son sustituidos por enemigos abstractos: el “globalismo”, el “feminismo radical”, o la “ideología de género”. ¿Es esto política o una simple campaña de marketing destinada a inflamar pasiones?
SERVIR AL PODER, NO AL PUEBLO
En su discurso, Vox se presenta como el adalid del pueblo, la voz que se alza contra las élites. Sin embargo, sus acciones revelan un patrón muy distinto: una sumisión absoluta a los intereses del capital más conservador. En 2023, mientras las y los trabajadores enfrentaban la inflación y el encarecimiento de la vida, Vox rechazó medidas para aumentar el salario mínimo o garantizar viviendas dignas. Esa es su esencia: una herramienta diseñada para proteger los privilegios de unos pocos mientras condena a las mayorías al desamparo.
Resulta irónico que, mientras claman defender la soberanía nacional, perpetúan políticas que favorecen la precarización. Rechazan leyes que combaten la explotación laboral, bloquean avances en derechos sociales y deslegitiman cualquier medida orientada a combatir el cambio climático, como si el colapso ecológico no fuera ya una realidad. Vox, en su esencia, no busca construir un país, sino mantener intactas las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad.
UNA AMENAZA PARA EL DEBATE DEMOCRÁTICO
Pero Vox no solo erosiona el tejido social; también dinamita los pilares del debate público. La ultraderecha necesita enemigos porque carece de ideas. Y cuando no los encuentra, los inventa. Esto explica el boicot a José Luis Rodríguez Zapatero en Bruselas, un acto que no era contra el expresidente, sino contra cualquier intento de avanzar en derechos. ¿Qué más prueba de su hipocresía que protestar en un acto sobre violencia machista mientras niegan la existencia misma de este fenómeno en España?
El ruido es la sustancia de su estrategia. Mientras las fuerzas democráticas intentan construir consensos, Vox sabotea. Mientras la ciudadanía exige soluciones, Vox grita. Su objetivo no es participar en la política, sino deslegitimarla. Así, se convierten en un brazo ejecutor de quienes ven la democracia como un obstáculo para sus privilegios.
La ultraderecha, y Vox en particular, no responde al interés general ni al bienestar colectivo. Su función es más cínica: dividir, perpetuar el conflicto y garantizar que las desigualdades estructurales permanezcan intactas. Frente a ello, la respuesta no puede ser ni el silencio ni la indiferencia.
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La extrema derecha sirve para que la extrema izquierda no haga lo que haría la extrema derecha.
La ultraderecha,fascistas nrinazis no tiene cabida en ninguna sede parlamentaria.
Y Sánchez premiando a la meloni,por el.apoyo recibido,para colocar a una de las suyas,a la dcha.,de l a presidenta.
Resultarà que felipe no será el único ultra…