Rubén Sánchez
Son cada vez más las voces que dicen que ha llegado el momento de que los demócratas abandonemos la red social de Elon Musk porque está llena de bulos y mensajes de odio cuya visibilidad fomenta su propio algoritmo.
Mi opinión es justo la contraria. Tenemos que quedarnos. No podemos abandonar un campo de batalla crucial en la creación de la opinión pública. Porque si lo hacemos, la mentira avanzará aún más y no habrá nadie que se dedique a desmontarla.
Abandonar X, la antigua Twitter, y dar por perdida la guerra contra los bulos en esa red social es lo mismo que quedarnos callados cuando el machista de turno le dice a la camarera lo buena que está mientras sus amigos ríen y babean. O cuando otro machista suelta en la barra del bar que la mayoría de las denuncias por malos tratos o por agresiones sexuales son falsas, salvo cuando el denunciado es un inmigrante. Irnos de allí tiene el mismo efecto que escuchar en silencio cómo el cuñado de turno suelta en la reunión familiar que vivimos en una dictadura y que con Franco había más libertad porque caemos en el error de pensar que no merece la pena contestarle porque nadie puede creerse ese disparate.
Cualquier espacio público en el que se genera opinión sobre temas trascendentales para nuestras vidas es un espacio en que tenemos que estar.
Porque Twitter cuenta en España con casi 12 millones de usuarios, cerca de la cuarta parte de la población. Millones de personas a los que la extrema derecha intenta contaminar con el virus del odio. Con muchos ya lo ha conseguido. No se lo pongamos tan fácil para que siga expandiendo sus mentiras, poniendo en riesgo la democracia.
Quien quiera irse porque está harto de que le insulten, que no piense que si sustituye Twitter por Bluesky allí no va a encontrarse con gente podrida de odio. Cada día hay más. Están en todas las redes sociales.
Y a quien esté valorando marcharse de Twitter porque el algoritmo está trucado para favorecer el discurso de la extrema derecha, le invito a reflexionar sobre el hecho de que es más necesario que nunca quedarse allí.
¿Qué pasaría si los políticos, los periodistas y los activistas que defendemos valores basados en la igualdad y el bien común decidiésemos dejar de participar en diarios, emisoras de radio o cadenas de televisión que a veces o incluso de manera habitual difunden bulos creados por la ultraderecha? Si en esos medios no queda nadie que desmonte esas mentiras, contaminarán con ella a todavía más gente lo que lo están haciendo ahora. Una cosa es que muchos de esos medios nos tengan vetados. Pero rechazar participar en ellos cuando nos invitan sería un grandísimo error. Porque hay arma más poderosa que la palabra. Y si nos callamos, si dejamos de usarla allí donde más puede escucharse, estaremos deponiendo nuestras armas frente al enemigo.
Soy Rubén Sánchez y en ocasiones veo fraudes.
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Editorial del episodio 64 del pódcast En Ocasiones Veo Fraudes.
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