El regreso de Trump al poder trae convulsión, aislamiento, polarización, guerra, desinformación, hambre e incertidumbre al escenario global
Convulsión
El regreso de Donald Trump al poder en Estados Unidos es mucho más que una anécdota electoral. Representa un terremoto político cuyo epicentro afecta tanto a las relaciones internacionales como a los cimientos de las democracias occidentales. Con una agenda explícitamente aislacionista y autoritaria, su vuelta multiplica las tensiones en un tablero geopolítico ya fracturado por guerras, crisis climáticas y un debilitamiento creciente del multilateralismo. Su victoria no solo devuelve a la Casa Blanca al magnate imprevisible, sino que pone en jaque cualquier esperanza de cooperación global.
Aislamiento
El impacto en el sistema internacional es inmediato. Trump ha prometido replegar a Estados Unidos de los principales foros multilaterales, socavando iniciativas vitales como el Acuerdo de París y el financiamiento de la ONU. Mientras el mundo enfrenta desafíos urgentes como la emergencia climática y la desigualdad extrema, el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero abandona su responsabilidad. El aislacionismo de Trump no es solo una estrategia, es un síntoma del declive del liderazgo global estadounidense.
Polarización
Con Trump al mando, el espectro político internacional se inclina hacia el extremismo. La reciente visita de Javier Milei a Washington tras la victoria republicana no es casual. América Latina se enfrenta al ascenso de liderazgos ultraconservadores que ven en Trump un modelo a seguir. El tejido de la cooperación regional se deshilacha mientras se consolida una narrativa de nacionalismos radicales y populismo económico.
Guerra
Ucrania y Oriente Próximo son las primeras fichas en caer. Trump ha dejado claro su desdén por Ucrania, amenazando con cortar la ayuda militar y económica, mientras refuerza su apoyo incondicional a Israel en un conflicto que ya devasta Gaza. Las guerras, que exigen diplomacia y estrategia, encuentran en Trump un espectador desinteresado que prefiere pactar con autócratas que apostar por la estabilidad.
Desinformación
La sombra de Elon Musk, inseparable del nuevo presidente, amplifica el problema. Desde su control de plataformas clave hasta su influencia económica global, Musk representa la colisión entre tecnología y política. Su papel como aliado estratégico de Trump augura una era en la que la verdad es moldeada al antojo de intereses corporativos. En este juego de poder, la información es una herramienta de control, y el público es quien pierde.
Hambre
La lucha contra la pobreza, que afecta a 722 millones de personas, pierde fuerza ante el desprecio de Trump por las políticas de cooperación internacional. Su desinterés por abordar las raíces estructurales de las migraciones forzadas —el hambre, el cambio climático y los conflictos armados— profundiza las crisis humanitarias. Los esfuerzos de líderes como Lula, que defienden un multilateralismo comprometido con la justicia social, quedan anulados ante el pragmatismo cínico del republicano.
Incerteza
El futuro bajo la administración Trump está marcado por la imprevisibilidad. Con un gabinete que combina ultraconservadurismo y oportunismo, el nuevo presidente electo encarna la erosión de los principios democráticos en favor de un modelo donde priman los intereses personales y los acuerdos bajo mesa. El legado de esta etapa no será únicamente político, será moral: una era de cinismo institucionalizado.
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