Javier F. Ferrero
Mientras Valencia se ahoga bajo la DANA, el discurso negacionista se refuerza. Las imágenes de calles sumergidas y casas inundadas deberían ser suficientes para despertar conciencias y reivindicar la acción inmediata frente a la crisis climática. Sin embargo, no falta quien insiste en convertir la tragedia en un espectáculo de ignorancia mediática. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), compuesta por profesionales cuya labor es fundamental para la seguridad y la información ciudadana, ha sido objeto de ataques y acusaciones sin fundamento. La maquinaria del bulo no duerme: al contrario, se alimenta de la desesperación de quienes buscan explicaciones sencillas para problemas complejos.
La narrativa negacionista, respaldada por voceros de la extrema derecha, ha hallado en las redes sociales un canal perfecto para expandir su mensaje. El desprecio hacia el conocimiento y la ciencia no es nuevo, pero su cómplice más peligroso es el silencio. Las y los meteorólogos que trabajan en la AEMET, que se esfuerzan por proporcionar datos precisos y advertencias a tiempo, se ven amenazados e insultados por hordas que consideran la ciencia una opinión. No se trata de un simple desacuerdo: es una estrategia para deslegitimar el saber científico y abrir paso a narrativas que benefician a quienes rechazan medidas que frenen el avance de la crisis climática.
LOS BULOS COMO ARMA POLÍTICA
Los bulos no nacen espontáneamente; se fabrican con intención y se propagan con propósito. Las y los jueces del tribunal popular de las redes sociales, expertos en desinformación y charlatanería, dictan sentencias contra todo y contra todos, menos contra quienes deberían. En un mundo donde la verdad está devaluada, la posverdad se convierte en arma política, y las plataformas digitales amplifican el mensaje sin reparos.
El eco de estos bulos resuena en discursos políticos y tertulias televisivas. Figuras públicas, sin vergüenza ni reparos, cuestionan la labor de la AEMET y de la comunidad científica en general. El negacionismo no solo cuestiona las cifras; cuestiona la realidad misma, dejando en su estela un terreno abonado para la duda y la confusión. Lo peligroso de esta tendencia es que, al fomentar la desconfianza en los expertos, se abre la puerta a un escenario donde la acción necesaria es paralizada por el escepticismo irracional.
Los datos son claros: el calentamiento global intensifica los fenómenos meteorológicos extremos, y la DANA que ha azotado Valencia es un ejemplo de ello. Los informes de la comunidad científica, respaldados por instituciones internacionales como el IPCC, no dejan lugar a dudas. Pero la estrategia de los difusores de bulos es negar la evidencia, rebajándola a una supuesta manipulación o conspiración de quienes buscan sembrar miedo. Este negacionismo, vestido de supuesta rebeldía y crítica al establishment, es en realidad el brazo armado de un sistema que defiende intereses económicos y políticos a cualquier precio.
ATAQUES ORQUESTADOS Y EL SILENCIO CÓMPLICE
No es casualidad que estos ataques se produzcan en momentos de crisis. La estrategia es clara: desacreditar a las voces expertas para que, cuando llegue el momento de tomar decisiones drásticas, la población esté desarmada frente a la manipulación. La sociedad se convierte en un campo de batalla donde la verdad y la mentira se enfrentan, pero la mentira cuenta con aliados más poderosos: la apatía, el cinismo y el afán de control.
Cuando la desinformación se impone, es la sociedad quien paga el precio. La AEMET, los hospitales, las universidades y cualquier colectivo que trabaje para el bien común son objetivos constantes de un asedio que busca anular la confianza pública. La historia reciente muestra que, una vez minada esa confianza, la población queda a merced de quienes quieren imponer una agenda de retroceso y control.
El negacionismo que arrasa en redes y medios no es fruto de la ignorancia pura, sino de un interés deliberado por mantener el status quo. No es la falta de información lo que lleva al ataque a las y los meteorólogos, sino la sobredosis de mentiras cuidadosamente orquestadas.
Hoy es la AEMET, pero mañana pueden ser las y los investigadores que advierten sobre la deforestación, o las y los activistas que denuncian las violaciones de derechos humanos. Mientras quienes siembran desinformación recogen poder, quienes luchan por la verdad son arrasados por el tsunami del cinismo. El costo es alto: se juegan vidas, se juegan derechos, se juega el futuro.
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