Mientras Israel arrasa con la Franja, la UE reacciona con una batería de advertencias que no tocan ni un solo interés económico ni diplomático real.
Se titula en El País que “la UE endurece el tono con Israel”. Una expresión que insulta la inteligencia. Porque mientras las bombas caen, los niños mueren asfixiados bajo los escombros y las y los médicos amputan sin anestesia en hospitales sin electricidad, lo que Europa ha decidido “endurecer” es su léxico. No sus sanciones. No sus tratados. No su complicidad. Solo su diccionario.
Decir que el genocidio en Gaza es “vergonzoso”, “inaceptable” o “insufrible” no cambia nada si se sigue financiando, comerciando y colaborando militarmente con quien lo perpetra.
Holanda, Alemania, Bélgica, Luxemburgo… algunos de los socios más fieles del apartheid israelí dicen ahora estar molestos. Molestos, sí. Pero siguen sin cortar el suministro de armas, sin congelar acuerdos, sin imponer bloqueos comerciales, sin romper relaciones diplomáticas. ¿Molestos o cómodamente escandalizados?
El artículo 2 del Acuerdo de Asociación UE-Israel, que exige el respeto a los derechos humanos como condición para mantener los privilegios comerciales, está en revisión. ¿Y? Este artículo se ha incumplido sistemáticamente desde hace décadas. Amnistía Internacional y Human Rights Watch han documentado crímenes de guerra, castigos colectivos, apartheid, ejecuciones extrajudiciales. Nada de eso impidió que Israel siguiera vendiendo productos con arancel cero o participando en programas europeos de investigación.
Este es el acuerdo comercial que la UE dice ahora querer revisar. Lleva vigente desde el año 2000. Han pasado 25 años. Más de dos décadas de ocupación, expolio y matanzas. ¿Ahora descubren que hay un problema?
ENTRE LOS PASOS SIMBÓLICOS Y LA PARÁLISIS CÓMPLICE
Reconocer el Estado palestino no es un acto heroico. Es lo mínimo exigible en 2025. Y sin embargo, Bélgica, Islandia o Luxemburgo lo presentan como un giro radical. Solo siguen el paso de España, Irlanda, Noruega y Eslovenia, que han movido ficha más por presión social que por coherencia geopolítica. Porque no basta con decir “Palestina existe” mientras se deja que Israel la destruya trozo a trozo.
Las declaraciones conjuntas de advertencia —esas que dibujan “líneas rojas”— suenan a teatro diplomático. Si cruzan la línea roja, ¿qué pasa? ¿Se les retira el apoyo? ¿Se les sanciona? ¿Se corta la cooperación militar? No. Lo que pasa es que se dibuja otra línea roja más adelante, como ya ocurrió en Rafah, en Jan Yunis, en Shujaiya. Las líneas rojas europeas son como las promesas de Netanyahu: se incumplen sin coste.
España, Irlanda y Luxemburgo han presionado para que el Consejo de la UE debata la situación humanitaria. Es un paso importante, pero insuficiente. Porque el Consejo no tiene un problema de falta de información, sino de falta de voluntad política. Las imágenes están ahí: cadáveres calcinados, madres llorando, hambruna masiva, refugiadas y refugiados torturados. Lo que falta no son informes. Lo que falta es coraje.
Uno de los pocos gestos significativos ha sido el anuncio de que la ayuda humanitaria europea se entregará directamente a la población gazatí, sin pasar por el control israelí. Esto implica, de facto, que se reconoce a Israel como un actor militarizador de la ayuda, es decir, como un obstáculo para el socorro humanitario. Pero aun así, la UE no actúa con la contundencia que sí aplica contra otros países violadores del derecho internacional.
¿Dónde están los embargos, los vetos en foros internacionales, las expulsiones de embajadores? ¿Dónde está la respuesta que sí vimos contra Rusia, contra Venezuela, contra Irán?
Israel ha destruido más del 70% de la infraestructura de Gaza, según la ONU. Ha asesinado a más de 34.000 personas, de las cuales el 70% son mujeres, niñas y niños, según datos de Euro-Med Human Rights Monitor. Ha usado el hambre como arma de guerra, según múltiples agencias humanitarias, entre ellas World Central Kitchen. Ha bombardeado hospitales, escuelas, campos de refugiados.
Y aun así, Europa “endurece el tono”.
La complicidad de Bruselas no se lava con adjetivos más gruesos. Mientras siga permitiendo que Israel participe en programas como Horizon Europe, mientras no se apliquen sanciones, todo lo demás es propaganda.
No se combate un genocidio con titulares, se combate con ruptura total. De acuerdos, de colaboración militar, de hipocresía.
En Gaza no se necesita una semántica más dura. Se necesita que Europa deje de ser cómplice del crimen.
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