Las tecnológicas de EE.UU. confirman lo que muchos sospechaban: ningún dato europeo está a salvo del brazo legal estadounidense.
UNA CONFESIÓN QUE DEJA AL DESCUBIERTO LA FALSA INDEPENDENCIA DIGITAL EUROPEA
El 18 de junio, en plena investigación del Senado francés sobre contratación pública y soberanía digital, Microsoft bajó la guardia y lo dijo sin rodeos: si Washington pide datos de ciudadanos europeos, los tendrá, aunque esos datos estén almacenados en servidores dentro de la UE.
Anton Carniaux, director legal de Microsoft Francia, reconoció ante los senadores: “No puedo garantizar que los datos de ciudadanos franceses no serán remitidos al gobierno estadounidense sin autorización del gobierno francés”.
El mito de la “nube soberana” se derrumba. Las promesas de autonomía tecnológica se esfuman frente a una realidad donde las leyes de EE.UU. pesan más que cualquier legislación europea. Lo admiten en voz baja AWS, Google y cualquier empresa con sede en territorio estadounidense: la jurisdicción estadounidense manda, aquí o en Marte.
El problema no es la ubicación física de los datos, sino la propiedad de quien los maneja. Europa confunde soberanía con geografía: se obsesiona con servidores en suelo propio, pero deja el poder en manos de corporaciones que responden a la Casa Blanca. La ley CLOUD de 2018, aprobada por EE.UU., permite a su gobierno reclamar datos almacenados en cualquier parte del mundo si la empresa responsable está registrada allí. No es espionaje, es ley.
LA UE SIGUE DE RODILLAS ANTE LOS GIGANTES TECNOLÓGICOS
El 69% de la infraestructura en la nube en Europa está controlada por empresas estadounidenses. Los proveedores europeos apenas alcanzan un 13%. Francia, Alemania, España… todos dependen de Microsoft Azure, Amazon Web Services o Google Cloud para servicios críticos, incluso sanitarios.
El Health Data Hub francés, con información médica sensible de millones de pacientes, está alojado en Azure. El llamado «Proyecto Bleu», vendido como una nube soberana franco-europea, no es más que maquillaje tecnológico: la puerta trasera hacia Washington sigue abierta.
Mark Boost, CEO de la británica Civo, lo explicó sin diplomacia: “Los servidores en la UE no marcan la diferencia cuando la jurisdicción está en otra parte”. Europa entera se encuentra en esa trampa legal. Ni Bruselas ni los Estados miembros han construido alternativas reales, pese a décadas de advertencias y proyectos fallidos de software libre y nube europea.
Los intentos de soberanía digital se limitan a parches: iniciativas como Mastodon para competir con Twitter o plataformas de vídeo “propias” no alteran el fondo del problema. Europa ha renunciado a su independencia tecnológica y jurídica, dejando sus datos, su privacidad y su seguridad estratégica bajo el yugo de un país extranjero.
El mensaje de Microsoft no fue un desliz, fue un recordatorio de la jerarquía real: EE.UU. manda, las Big Tech ejecutan y Europa obedece.
Nadie debería sorprenderse cuando, en nombre de la “seguridad nacional” estadounidense, nuestros correos, historiales médicos o datos corporativos viajen a Washington sin que nadie en Bruselas pueda detenerlo. Esto no es un fallo técnico ni un riesgo residual, es la arquitectura política y económica del poder digital global. Europa no es soberana; es un mercado cautivo.
Microsoft se arrodilla ante Washington y Europa descubre que su soberanía digital es una farsa
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