Analizamos el eterno dilema: ¿los medios deben ignorar a la extrema derecha o contraargumentar públicamente sus discursos?
Vicente Barrachina – Al Descubierto
El crecimiento de los partidos de extrema derecha en todo el mundo, especialmente en países como Francia, Italia, España, Hungría, Polonia, Brasil o Estados Unidos, ha puesto en especial alerta a toda persona demócrata y antifascista. De esta misma preocupación han surgido en la opinión pública algunos debates que pretenden dar con la mejor forma de combatir sus mensajes de odio racistas, xenófobos, machistas, homófobos o aporófobos. Y, sobre todo, con la mejor forma de contrarrestar la justificación y la consecuencia de los mismos.
¿Se debe tolerar la intolerancia?¿Cualquier idea, aunque sea discriminatoria, es respetable en aras de la libertad de expresión?¿Se debe establecer el llamado “cordón sanitario” para frenarlos? ¿Cómo deberían tratar los medios de comunicación a la extrema derecha? Concretamente, esta última cuestión se presenta como una de las más relevantes, en lo que combatir a la ultraderecha respecta. Y, de hecho, sobre este asunto ya se ha escrito en más de una ocasión, como es el caso del periódico La Marea o elDiario.es
Vaya por delante que hasta ahora, como es evidente, en la gran mayoría de los países del mundo los medios de comunicación no aprueban en esta asignatura. Por ejemplo, en el caso de España, el investigador del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Valencia Noel Bandera publicó un artículo analizando el tratamiento mediático en las principales cadenas de TV de los diferentes partidos políticos durante la campaña para las elecciones del 28 de abril de 2019.
Entre sus conclusiones señala que los telediarios dieron muchos más minutos a Vox, un partido sin entonces representación parlamentaria, que a todos los partidos nacionalistas y regionalistas juntos (en concreto más del doble de tiempo) que acabaron obteniendo bastantes más escaños a pesar de esta desigualdad. El investigador acaba concluyendo que existen ‘’profundos déficits democráticos’’ en los medios de comunicación españoles.
Más recientemente, se ha podido ver hace unos días cómo un Vox eclipsado por la figura de Ayuso y que está cerca de no superar la barrera del 5% en la Comunidad de Madrid organizaba un mitin para presentar su candidatura en Vallecas, con el propósito de que los medios se hicieran eco del enfrentamiento con los vecinos y vecinas antifascistas.
Sin embargo, como Abascal no obtenía las fotos de violencia que buscaba, se bajó del atril y, como cuentan las propias fuentes policiales, se saltó el cordón policial haciendo ‘’caso omiso’’ a las indicaciones de la policía y se desencadenaron las cargas contra los manifestantes antifascistas. Ahora ya había un relato que vender.
Tácticas de la extrema derecha que no son nada modernas. pic.twitter.com/FgehDuzOaz
— JuanFran Albert (@JFranAlbert) April 8, 2021
Pero esta no es una técnica exclusiva del líder de Vox, ni tampoco de ahora. Solo se trata de una estrategia basada en lo que ya idearon hace muchos años líderes totalitaristas como Adolf Hitler en Alemania o Benito Mussolini en Italia, que organizaban mítines en, por ejemplo, en barrios comunistas, para buscar enfrentamientos físicos que ocuparan muchas portadas de los periódicos al día siguiente.
Por otro lado, además del excesivo tiempo que se dedica a este tipo de partidos y grupos, se encuentra también el blanqueamiento de sus ideas. Presentar a los neonazis que intentaron amedrentar a Pablo Iglesias cuando fue Coslada invitado por una asociación de vecinos como “jóvenes manifestantes”, a los franquistas que se manifiestan en el Valle de los Caídos como “nostálgicos” o “patriotas”… son solo algunos ejemplos que se han denunciado.
Ante todo esto, ¿qué pueden hacer los medios de comunicación?
¿Ignorarlos o enfrentarlos?
El eterno dilema de si lo ideal es que los medios ignoren a la extrema derecha o si es mejor contraargumentar públicamente sus discursos, una vez más, está de actualidad.
Para quienes defienden la primera postura hay algunos argumentos a su favor y es que, como relata la politóloga Sílvia Claveria, cuanto más hablan de ellos, mejores resultados tienen los partidos de extrema derecha.
El de Vox es un ejemplo de esto, pero también hay otros como el del United Kingdom Independence Party (UKIP), cuyo líder era el político británico de corte populista Nigel Farage y que obtuvo mucha más atención por parte de los medios británicos de la que le correspondía por su representación parlamentaria, aupándolo electoralmente.
Pero la cuestión no reside únicamente en cuánto se habla de los partidos, sino en los temas políticos y sociales que se tratan en telediarios y tertulias. Si se ocupan horas y horas de televisión hablando sobre el ‘’problema’’ de la okupación o la llegada ‘’masiva’’ de inmigrantes, los fascistas disparan a puerta vacía, en lo que a inocular sus mensajes de odio concierne.
Como explica el periodista Pedro Vallín ”si apenas informamos de los desahucios pero hacemos debates sobre narcopisos, cuando el primer problema ha afectado a cientos de miles de ciudadanos y el segundo estadísticamente es residual, el público creerá que la amenaza al vecindario son los negros y no la ley hipotecaria’’.
Ayer, @_anapastor_ preguntaba cómo debe tratar el periodismo al fascismo para evitar impulsarlo. ¿Nos choteamos, los silenciamos o los tratamos como si fueran gente seria? Difícil. Mi propuesta es indirecta: Cómo tratar al lector/espectador/oyente para evitar el fascismo.
— Pedro Vallín (@pvallin) October 8, 2018
Como añadido, parece ser que la caída del partido neonazi Amanecer Dorado en Grecia tiene que ver, además de con una respuesta antifascista bien organizada y fuerte, que iba allá donde se movía dicho partido, con un acuerdo de los principales medios de comunicación de no sobrerrepresentarlos ni de blanquearlos.
Por la otra cara, hay que tener en cuenta que es posible que surta efecto ignorar o no prestar atención mediática a un partido político o a un grupo de extrema derecha cuando es irrelevante o tiene muy poca representación. No obstante, una vez se convierte en cuarta, tercera o segunda fuerza, o accede a importantes puestos de poder, quizá ya no tenga mucho sentido no hablar sobre ello.
Además, en muchas ocasiones dejar que la extrema derecha difunda su discurso de odio sin contestación alguna no siempre representa una opción. Así lo entendieron, por ejemplo, los vecinos y vecinas de Vallecas, que por supuesto tienen una forma muy distinta de entender lo que representa el antifascismo que la de los tertulianos que opinan desde sillones de televisión.
Otra cuestión es el tipo de respuesta que se le dé, pero la cuestión es que la máxima de “ignorar un problema no lleva a su solución” podría tener cierta base.
Incluso apostar por ignorarlos no ha resultado ni mucho menos una estrategia infalible. Así ocurrió por ejemplo con Jobbik, partido húngaro de ultraderecha que a pesar de ser ignorado por los medios mainstream actualmente es la segunda fuerza en la Asamblea Nacional de Hungría.
A modo de ver de muchas personas expertas en comunicación política, en lo que a los medios de comunicación respecta el mayor error no reside en hablar mucho o hablar poco, sino en dejar que la extrema derecha escoja los temas de debate.
En palabras del periodista Miquel Ramos ‘’no es lo mismo que pongas un micrófono a los representantes de la extrema derecha y que ellos digan lo que les dé la gana, o bien que hables de lo que tú quieras hablar respecto a ellos’’.
Evitar la normalización de los discursos de odio
En cuanto al debate de cómo hay que hablar de la extrema derecha, lo que parece que hay cierto consenso es en cómo no hay que hablar de ella.
Primero, en línea con lo anterior, lo que no se debe hacer es caer en el marco de debate y en la agenda política que intentan implantar, esto es, no subordinarse a su guión. La ultraderecha siempre elude los debates sosegados y la contraposición de ideas, tratando de apelar a cuestiones personales, emocionales y, a menudo, incluso irracionales. En el campo de lo emocional es en el único en el que la extrema derecha tiene opciones de ganar, porque con los datos en la mano a menudo sus premisas no se sostienen.
El fotoperiodista Jordi Borràs, experto en movimientos de extrema derecha en Cataluña y Europa, explica cómo algunos medios le han dado un amplio espacio a la ultraderecha simplemente porque dan audiencia.
Así, el programa de la temporada de El Hormiguero con más audiencia fue al que asistió Abascal o los dirigentes del ya ilegalizado Amanecer Dorado aparecían habitualmente en la prensa del corazón.
Del mismo modo, la banalización del fascismo ha llegado hasta el extremo de que sean habituales artículos que hablan sobre el veganismo de Hitler o del ecologismo de Franco, es decir, artículos donde se exhaltan los (supuestos) atributos positivos de figuras que han cometido serios crímenes contra la Humanidad.
De la misma forma, a menudo se presentan las ideas de la extrema derecha como equiparables, tolerables y debatibles dentro del marco democrático, de forma que los intentos de argumentar contra el racismo o la xenofobia, por poner dos ejemplos, a menudo se vende incluso como un intento de censura.
? "No queremos sus ideas ni ese discurso del odio", las vecinas de Carabanchel rechazan y se organizan frente al intento de intromisión del partido de ultraderecha en el barrio. pic.twitter.com/NWVfec5eQT
— El Salto Madrid (@ElSaltoMadrid) April 14, 2021
Por ejemplo, se ha argumentado que Vox tenía total libertad de ir a Vallecas a hacer su mitin, mientras se ha intentado presentar a los vecinos y vecinas que querían, libremente también, protestar contra esto, como antidemocráticos, censores, etc.
Además, los medios no deberían dar publicidad gratis a grupúsculos que no tienen repercusión alguna en la sociedad. Esto no implica que no se deba contar que hay una manifestación de 50 neonazis, ya que si no se cuenta se invisibiliza y la extrema derecha tiene manga ancha para actuar.
Por el contrario, se trata de no darles un altavoz mayor, como acabaron haciendo los medios generalistas recientemente con Isabel Peralta, la joven falangista que difundía mensajes de odio contra el colectivo judío en la famosa concentración del cementerio de la Almudena de Madrid y que se recorrió los principales periódicos concediendo entrevistas y donde era presentada como la “musa” del fascismo.
En definitiva, el quid de la cuestión reside en evitar que,amparados en estas prácticas, se puedan normalizar mensajes de odio contra colectivos vulnerables y que las organizaciones que los difunden pasen como actores políticos legítimos.
Denunciar, no sobrerrepresentar, establecer un marco propio de debate y contrarrestar sus mensajes de odio parecen buenos principios por los que empezar.
¿Por qué los medios no actúan contra la extrema derecha?
Tras todo lo que hemos observado, podemos afirmar que sí que existen algunas pautas e incluso consensos en varios aspectos sobre el tratamiento que se debe dar a la extrema derecha y al fascismo en los medios de comunicación.
Es más, los grandes medios de comunicación, con recursos, expertos, analistas, estudios, experiencia… deberían conocer perfectamente cómo tratar a la ultraderecha para no beneficiarla. De hecho, viendo cómo tratan a grupos y partidos políticos de otras ideas, sería relativamente fácil un acuerdo como al que llegaron en Grecia.
Entonces ¿por qué se presenta como un tema con tanta controversia? La respuesta es clara: porque no a todo el mundo le interesa que desaparezca la extrema derecha.
Por lo que a los medios respecta, es sobradamente conocido que la inmensa mayoría de televisiones, radios y periódicos se concentran en manos de unas pocas personas adineradas. Con ello, para estos empresarios multimillonarios, discursos como el de la extrema derecha no representan un problema, cuando no lo comparten directamente, ya que no atentan en ningún caso contra sus privilegios o patrimonio.
Ejemplo de ello, entre otros muchos, se pudo ver cuando el conocido economista ultraliberal Juan Ramón Rallo afirmó en campaña que el de Vox era ‘’el mejor programa económico’’.
De igual forma, aunque no se suele decir mucho ni admitir, incluso para partidos políticos que se dicen de izquierdas, la extrema derecha representa un activo que utilizar políticamente. Es el caso, por ejemplo, del PSOE, partido con cierta influencia en algunos medios y que se aprovechó en las pasadas elecciones del miedo a Vox para movilizar a su electorado.
Además, le puede servir también para presentar como igualmente extremistas las posiciones de los fascistas y ultraderechistas y las de los antifascistas y anticapitalistas.
Por concluir, después de lo expuesto es evidente que, para que los medios de comunicación trabajen realmente por enfrentar el discurso de odio de la extrema derecha y dejarla Al Descubierto, debe cambiar la estructura oligopolística bajo la que se asientan estos medios y, al fin y al cabo, el sistema político, social y económico actual.
Aunque, más allá de este futuro casi utópico, tal vez sería mucho mejor si algunos medios se abstuvieran de las habituales carambolas lingüísticas, como ‘’nostálgicos’’ o ‘’manifestantes’’, y empezaran a llamar a los nazis por su nombre: nazis.
Vicente Barrachina – Al Descubierto
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