«Los aspectos sociales y económicos y la salud mental de la juventud son dos caras de la misma moneda», ha explicado Lucía Muñoz.
«La primera vez que tuve un ataque de ansiedad tenía 22 años». Así de cruda ha sido la intervención de la diputada de Unidas Podemos por Baleares, Lucía Muñoz, quien ha explicado este martes en el Congreso de los Diputados que «los aspectos sociales y económicos y la salud mental de la juventud son dos caras de la misma moneda».
Muñoz ha advertido así de que «el sistema sanitario ha desatendido por completo la salud mental y ha trasladado la responsabilidad de la atención y prevención a las familias y personas allegadas».
La parlamentaria ha leído un texto que una persona joven con problemas de salud mental le había cedido para ilustrar cómo la falta de medios económicos y sociales son determinantes tanto en la prevención como la atención directa.

«Le bastaron cinco minutos para recetarme ansiolíticos y antidepresivos pero era reticente a derivarme a psiquiatría», «mi compañera de piso me acompañó a por la receta porque tras haber estado una semana llamando no había conseguido contactar con atención primaria», «a veces se me cae el mundo al suelo al ver la cara de impotencia de mi psicóloga, que solo puede darme herramientas pero que nada puede hacer frente a mi precariedad laboral», son algunas de las frases del caso real que Muñoz ha usado para demostrar que la precariedad en el trabajo, el déficit de recursos en la atención primaria, el alto ratio de psicólogos por habitante en el Sistema Nacional de Salud y la excesiva medicalización sin previa atención personalizada, son factores que perjudican la salud mental.
Gracias @luciadalda por poner el foco en lo importante y hablar de la salud mental de la juventud.
— Nahia (@nahializaso) March 9, 2021
Muy grande, compañera. ?https://t.co/3dLcwYqt8g
«Me gustaría hacer un reconocimiento a la generosidad y a la valentía de quien me ha contado esta historia y me ha dejado contarla, para darle voz al sufrimiento de toda una generación», ha dicho Muñoz.
Pobreza y salud mental
Los efectos negativos de la pobreza y de las crisis económicas pueden hacerse sentir casi inmediatamente en los grupos de población más desfavorecidos. Estas cicatrices seguirán siendo visibles durante mucho tiempo, puesto que la recuperación no llega a la misma velocidad para todos. Una de las dimensiones más negativamente afectadas es la salud mental.

La pérdida del empleo o la imposibilidad de encontrar otro pueden suponer un serio golpe para la autoestima de muchas personas, comprometiendo su sentido de la identidad y contribuyendo a su aislamiento social. Como bien explica Lucía Muñoz, las crisis económicas traen políticas presupuestarias restrictivas cuando los gobiernos no priorizan a las personas, por lo que se suele dar una merma de recursos para el sistema sanitario. Al tiempo, el objetivo principal de las políticas se consagra a alcanzar la deseada “recuperación económica”, dejando fuera de la agenda otros objetivos como la salud de la población.
La intensidad, duración y velocidad de la caída de la economía, así como el contexto institucional, cultural, sanitario y social –incluyendo las redes de seguridad previas y las respuestas públicas y sociales a las crisis– condicionan la adaptación de la sociedad y de los grupos que la conforman. En algunos casos estos elementos amortiguan los efectos negativos sobre la salud mental y el bienestar de las personas; en otros, los agravan.
Existen diferentes mecanismos que pueden explicar la relación entre las crisis económicas y la salud mental:
El primero es el incremento de estrés generado por el riesgo de desempleo y precariedad laboral, las migraciones y los cambios forzados de vivienda (por ejemplo, desalojos por impago de hipotecas). La propia anticipación de los posibles problemas futuros, el desvanecimiento de la esperanza o el incremento de conflictos de pareja están estrechamente asociados a este primer elemento.
Un segundo mecanismo es el de la frustración percibida por no recibir una recompensa merecida y la sensación de recibir un trato injusto. Ello puede traducirse en agresiones, comportamientos antisociales, violencia intrafamiliar y al consumo de alcohol y otras drogas.
Existe un tercer mecanismo, que recibe el nombre de “efecto presupuesto”. Tiene que ver con la gestión que hacemos de nuestros recursos –tiempo, dinero, energía–, cuyo coste cambia durante las crisis económicas y pueden desencadenar o agravar problemas de ansiedad y otros trastornos mentales.
Fuentes: Congreso de los Diputados, Europa Press, The Conversation
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