Cuando los medios eligen ignorar las acusaciones graves contra una persona y la presentan como un héroe, están enviando un mensaje devastador a las víctimas: su sufrimiento no importa.
La televisión tiene un poder inmenso para moldear la percepción pública, para construir narrativas que penetran en los hogares y en la mente de la sociedad. Pero, ¿qué ocurre cuando este poder se utiliza para glorificar a figuras cuestionables, para ensalzar a personas que deberían ser objeto de escrutinio y condena? El reciente caso de un soldado israelí, investigado por la violación de un prisionero palestino en Guantánamo, convertido en héroe por un programa de televisión, es un recordatorio alarmante de cómo los medios pueden traicionar su responsabilidad social.
EL SOLDADO INVESTIGADO POR VIOLACIÓN, UNA FIGURA GLORIFICADA EN PANTALLA
El soldado en cuestión, un individuo con un historial oscuro y preocupante, ha sido transformado en un héroe nacional por un programa de televisión. Se ha ignorado deliberadamente su pasado, relegando a segundo plano las acusaciones que lo rodean. Es inaceptable que un medio de comunicación, con su vasta influencia, elija celebrar a alguien que está bajo investigación por un crimen tan atroz como la violación. La víctima de este delito, un prisionero palestino, queda invisibilizada, relegada a un segundo plano en la narrativa mediática.
El programa de televisión en cuestión no sólo ha ignorado las acusaciones, sino que ha creado una narrativa en la que el soldado es presentado como un defensor valiente, una figura que supuestamente encarna los valores de su nación. Este tipo de representación no es solo irresponsable, es peligrosa. La glorificación de una persona acusada de violación, independientemente de su nacionalidad o contexto, envía un mensaje claro: la violencia sexual es un asunto menor, algo que se puede ignorar si el perpetrador tiene un historial militar “heroico”.
La televisión, que debería servir como un foro para la verdad y la justicia, ha optado por el sensacionalismo y la desinformación. No se ha mencionado en ningún momento el sufrimiento de la víctima, ni se ha cuestionado la moralidad de celebrar a alguien que, como mínimo, debería estar bajo un riguroso escrutinio público. Esta omisión no es accidental, es una elección editorial que refleja una peligrosa indiferencia hacia la justicia y los derechos humanos.
LA COMPLICIDAD DE LOS MEDIOS EN LA INJUSTICIA
La historia de este soldado es un ejemplo extremo, pero no es un caso aislado. Los medios de comunicación, en su búsqueda desesperada por captar la atención del público, a menudo optan por glorificar a figuras polémicas, ignorando las consecuencias de sus acciones. Este comportamiento no es solo irresponsable, es cómplice de un sistema que protege a los poderosos mientras silencia a las víctimas.
Las enfermeras y enfermeros, las y los jueces, las y los docentes, y tantas otras personas que trabajan día a día para construir una sociedad más justa, rara vez reciben el reconocimiento que merecen. En lugar de ello, los medios prefieren centrarse en figuras controvertidas, en historias que generen polémica y atraigan espectadores. Esta tendencia no solo distorsiona la realidad, sino que también perpetúa la injusticia al otorgar una plataforma a quienes deberían ser cuestionados, no celebrados.
El caso del soldado israelí es especialmente preocupante porque implica la complicidad de un medio de comunicación en la normalización de la violencia sexual. Cuando los medios eligen ignorar las acusaciones graves contra una persona y la presentan como un héroe, están enviando un mensaje devastador a las víctimas: su sufrimiento no importa. Están contribuyendo a un clima en el que la violencia sexual es minimizada, trivializada y, en última instancia, aceptada.
Este comportamiento mediático es una traición a los principios fundamentales del periodismo. El periodismo debería ser un faro de verdad, un medio para exponer la injusticia y dar voz a los que no la tienen. Sin embargo, en casos como este, vemos cómo los medios pueden ser utilizados para encubrir la verdad, para glorificar a los culpables y para silenciar a las víctimas. Esto no solo es una falta ética, sino una violación de la responsabilidad que los medios tienen hacia el público.
La historia del soldado israelí es un recordatorio de los peligros de un periodismo que se ha alejado de sus raíces en la búsqueda de la verdad y la justicia. Cuando los medios se convierten en cómplices de la injusticia, cuando eligen glorificar a los culpables en lugar de exponer sus crímenes, están contribuyendo activamente a la perpetuación de un sistema injusto.
En un mundo donde los medios tienen más poder que nunca para dar forma a la percepción pública, es crucial que utilicen este poder con responsabilidad. La glorificación de figuras polémicas no solo es un fracaso periodístico, es una traición a la justicia.
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