Mientras Cuatro normaliza teorías conspirativas en prime time, el ecosistema mediático español se acerca peligrosamente al modelo estadounidense de desinformación masiva
CUANDO UN PLATÓ DE TELEVISIÓN SE CONVIERTE EN UNA CÁMARA DE ECO
Elisa Mouliáa no es una investigadora científica ni una epidemióloga. Es actriz. Sin embargo, su intervención en el programa Código 10 (Cuatro) defendiendo que “nos fumigan” para beneficiar a las farmacéuticas no fue presentada como lo que es: una conjetura sin evidencia científica. Al contrario, se le dio un espacio legitimador. El formato televisivo convirtió en debate lo que no es debatible: la salud pública y la evidencia científica.
Esta escena recuerda peligrosamente a la televisión estadounidense de los años 90 y 2000, cuando cadenas como Fox News abrieron sus platós a negacionistas del cambio climático, del VIH o de las vacunas. Lo que empezó como “pluralidad” se transformó en un negocio millonario basado en la polarización, la mentira y el miedo. Ese modelo ha alimentado fenómenos como el trumpismo, la antivacunación y la negación del genocidio en Gaza.
Que en 2025 Cuatro reproduzca esta dinámica no es casual. Los algoritmos premian el escándalo y el click fácil. El plató se convierte en un espectáculo de feria donde terraplanistas, antivacunas y teorías conspirativas se codean con supuestos “expertos” y tertulianos de plantilla. En el caso de Mouliáa, incluso llegó a mencionar “intereses farmacéuticos” sin que nadie le pidiera pruebas ni datos. El resultado es una audiencia confundida y un periodismo degradado a entretenimiento basura.
Cuatro se ha convertido por derecho propio en el canal más estúpido de la parrilla televisiva.
— Roberto Sotomayor 🔻 (@RbSotomayor) September 24, 2025
Aquí Javi Poves, que dice que la Tierra es plana, y Elisa Mouliaá explicándonos que nos "fumigan". Con un Nacho Abad permitiendo esta putísima mierda.Porque hay que llamarlo así,claro pic.twitter.com/5mGFeNm5f2
DEL NEGACIONISMO AL NEGOCIO: CÓMO LA TELEVENENO SIEMBRA DESCONFIANZA
No es solo Mouliáa. Es Javi Poves, exfutbolista y terraplanista que en el mismo programa repitió su mantra de que “desde que nació se intenta envenenar al ser humano” a través de la comida, el agua y el aire. Todo sin evidencia. Todo sin contraste. Todo empaquetado en un show de prime time.
Así se fabrica la desinformación: se pone al mismo nivel una afirmación científica y una creencia personal, y se vende como “debate plural”. Es el mismo mecanismo con el que se blanqueó a Trump, a Bolsonaro y a los negacionistas del COVID-19. Se normaliza el delirio y se demoniza la ciencia.
Los grandes grupos mediáticos españoles, que presumen de independencia, reproducen sin rubor esta lógica. No por ignorancia, sino porque es rentable. El pánico vende. La paranoia fideliza. La crispación sube el share. Mientras tanto, las y los profesionales sanitarios, las investigadoras y los científicos quedan relegados a meros figurantes en un espectáculo cuyo guion está escrito por el algoritmo y el patrocinio.
Este no es un problema anecdótico. Es estructural. La televisión privada española, con Cuatro como exponente, ha asumido la gramática del infotainment estadounidense: más ruido, menos rigor. Más conspiración, menos contexto. Más espectáculo, menos periodismo. Y ese camino tiene consecuencias: en EE.UU. ha costado vidas y ha alimentado una extrema derecha que ya no cree en hechos, solo en narrativas.
Quienes defienden la “pluralidad” de estas tertulias obvian un dato esencial: la libertad de expresión no implica libertad de desinformar desde un altavoz masivo sin consecuencias. Y cuando una cadena concede ese altavoz en horario de máxima audiencia, no está “dando voz” sino creando realidad.
La televisión española está cruzando un umbral peligroso. Si se normaliza que en prime time se difundan teorías como los chemtrails, mañana tocará negar el cambio climático, pasado mañana justificar guerras preventivas y, al siguiente, demonizar derechos humanos. Así empezó EE.UU. y así acabó Fox News siendo el altavoz del trumpismo.
No es Mouliáa la protagonista. Es Cuatro. Son las productoras que empaquetan desinformación como entretenimiento. Son los anunciantes que sostienen estos programas. Son los directivos que han decidido que el negocio está en envenenar el debate público. Ese es el verdadero “chemtrail” que intoxica nuestras democracias.
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