Contribuir al bienestar común pagando impuestos debe ser parte de esa agenda “que nos asesina”.
En este carrusel de despropósitos que algunos famosos parecen querer protagonizar, jugando en el mismo equipo de Miguel Bosé o Alaska, Imanol Arias parece querer llevarse uno de los roles principales. Desde Argentina, el actor lanza declaraciones que no solo desafían el sentido común, sino que también levantan ampollas a miles de kilómetros de distancia, en España. Mientras se sumerge en discursos sobre chips y transhumanización, en su tierra natal enfrenta serias acusaciones por un fraude fiscal que nada tiene de ficcional. Aquí el drama no es un guion de televisión, sino un acto punible que pone en entredicho su integridad y compromiso con la sociedad que lo ha encumbrado.
Arias, conocido por su papel en “Cuéntame cómo pasó”, no solo narra historias en la pantalla, parece vivir en una de ficción propia, una donde supuestamente eludir impuestos es un acto de rebeldía contra una supuesta agenda oculta. Pero volvamos a la realidad, una donde el fraude fiscal no es un guion dramático, sino un delito que socava los cimientos de nuestra sociedad. ¿Menos negacionismo, Imanol? No, menos evasión fiscal y más responsabilidad.
Negociar con la Fiscalía para evitar prisión no borra el hecho de que, según las acusaciones y siempre supuestamente, se defraudaron millones a Hacienda. Millones que podrían haber financiado hospitales, escuelas, infraestructuras… Pero claro, para algunos, contribuir al bienestar común debe ser parte de esa agenda “que nos asesina”, según palabras del actor. Este no es un escenario para valientes defensores de la libertad individual; es la vida real, donde tus acciones tienen consecuencias sobre el conjunto de la sociedad.
Es hora de pagar los platos rotos y asumir la responsabilidad que tu éxito y posición en la sociedad te imponen.
Que pague lo que tiene que pagar es lo mínimo exigible, no un acto heroico digno de aplauso. Es lo que cualquier ciudadano de a pie haría sin pensar, porque entiende que vivir en sociedad implica obligaciones. Pero, ¿dónde queda la ética cuando se elige ocultar rentas para sufragar “gastos personales y familiares” y realizar “inversiones”? ¿Acaso el arte de interpretar confiere inmunidad moral o legal?
Lo preocupante de este espectáculo no es solo el acto individual de evasión, sino el mensaje que envía a la sociedad y a los jóvenes actores y actrices del mañana. Que se puede defraudar, negociar y luego seguir como si nada, perpetuando un ciclo de impunidad y falta de responsabilidad.
La ironía de ver a Arias criticar la sociedad por su sumisión e infelicidad, mientras él mismo elude sus responsabilidades, no se pierde en nosotros. No necesitamos menos negacionismo sobre la tecnología o la modernidad; necesitamos más transparencia, más integridad y, definitivamente, más respeto por las leyes y la justicia fiscal.
Imanol Arias no es un mártir de una causa justa; es un ciudadano que, presuntamente, no cumplió con sus deberes. No se trata de insertar chips o resistir a la transhumanización; se trata de pagar lo que se debe, como lo hacemos todos. Porque la verdadera medida de nuestro carácter se revela no en los escenarios iluminados ni en las entrevistas controvertidas, sino en nuestra capacidad para hacer lo correcto cuando nadie está mirando. Menos evasión, Imanol, y más contribución. Es hora de pagar los platos rotos y asumir la responsabilidad que tu éxito y posición en la sociedad te imponen.
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