En un acto que destila la esencia de la injusticia, las fuerzas armadas israelíes han vuelto a poner sus garras sobre Ahed Tamimi, la activista palestina cuyo único delito parece ser la defensa tenaz de su tierra y su gente. En un amanecer marcado por la violencia, su hogar en Ramallah fue invadido, y ella, arrancada de su cama por quienes se erigen como jueces y verdugos en una tierra marcada por el conflicto.
«Jerusalén es nuestra por derecho y no vamos a abandonarla tan fácilmente», proclamó Tamimi en una entrevista, palabras que resuenan como un desafío ante la opresión. No contentos con el secuestro, las fuerzas de ocupación no dejaron piedra sobre piedra en la casa de la familia Tamimi, en una demostración palpable de la política de tierra quemada que Israel parece emplear contra todo aquello que huela a resistencia palestina. «La historia es la que indica de quién es Jerusalén, porque nosotros somos los habitantes originarios y Jerusalén era, es y será la capital de Palestina para siempre», afirmó Tamimi, en un recordatorio de que la historia no se puede borrar con tanques ni se puede silenciar con cárceles.
Israeli occupation forces detain #Palestinian activist and ex-prisoner Ahed Tamimi after raiding her family home in the village of Nabi Saleh, northwest of Ramallah, in middle of the night. pic.twitter.com/OL69no4HYG
— Quds News Network (@QudsNen) November 6, 2023
UNA JUVENTUD BAJO SITIO
Ahed Tamimi, quien cumplió 17 años entre rejas, representa la juventud palestina que crece bajo el yugo de una ocupación que no distingue entre niños y adultos a la hora de ejercer su brutalidad. Su encarcelamiento en 2017 por ocho meses fue un claro mensaje de intimidación, un intento de aplastar la resistencia desde sus raíces. Pero lejos de extinguirse, el fuego de la protesta parece avivarse con cada injusticia.
«No estamos contra los judíos, estamos en contra del sionismo. Es diferente ser judío y ser sionista», distingue Tamimi, en un esfuerzo por desenmascarar la narrativa que a menudo se utiliza para justificar la represión. Una distinción que muchos parecen ignorar deliberadamente, confundiendo la crítica legítima de una ideología política con un ataque a una religión o a un pueblo.
La historia de Ahed Tamimi es un microcosmos de la lucha palestina, una narrativa que se repite con alarmante frecuencia y que exige una mirada crítica y una respuesta contundente de la comunidad internacional. Es hora de que las voces que claman por la justicia y la paz se unan en un coro que no pueda ser ignorado, que las acciones de los opresores sean expuestas y que la resistencia pacífica sea reconocida como el derecho que es.
Related posts
Vox, Orbán y la internacional ultraderechista: dinero, estrategias y una agenda común contra los derechos
La Ley Orgánica de Financiación de Partidos Políticos prohíbe expresamente que los partidos españoles reciban fondos de gobiernos extranjeros
Mazón sigue sin dar la cara: seis incógnitas que desmontan su coartada en la tragedia de València
Seis meses después de la riada que dejó 228 muertes, el president no ha aclarado dónde estuvo durante las horas clave de la catástrofe.
Cuándo el cero absoluto no fue una metáfora
Cuando las redes caen, la vulnerabilidad sistémica del modelo energético queda al desnudo.
Vídeo | DE RESIGNIFICAR NADA 🧼 PSOEizando, que es gerundio. Marina Lobo y Esther López Barceló
La “resignificación” del Valle de los Caídos que vende Moncloa es un eufemismo para disfrazar la continuidad del relato franquista.