Mientras el pueblo palestino muere bajo las bombas, la UE sigue mirando hacia otro lado y firmando cheques
UNA UNIÓN EUROPEA EN ESTADO DE NEGACIÓN
Europa no está perdida. Está hipotecada. Lo que está en juego no es una política exterior concreta, ni un tratado comercial más. Es algo más profundo: la legitimidad moral y democrática de un proyecto que presume de defender los derechos humanos, mientras financia a quien los pisotea a diario con drones, hambre y bombas de fósforo.
Desde el 7 de octubre de 2023, más de 38.000 personas han sido asesinadas en Gaza, la mayoría mujeres, niñas y niños. La ONU ha denunciado crímenes de guerra. La Corte Penal Internacional ha solicitado órdenes de arresto contra Netanyahu y su ministro de Defensa. Y aun así, la Unión Europea sigue enviando armas, cerrando acuerdos, protegiendo convenios y repartiendo contratos con empresas vinculadas al asedio.
¿Qué dice de la UE seguir financiando a un Estado acusado formalmente de genocidio? Lo dice todo. Habla de su doble rasero. De su racismo estructural. De su sumisión geopolítica a los intereses de EE.UU. y al chantaje del lobby israelí. De que la vida de una niña palestina vale menos que un acuerdo comercial. De que el derecho internacional es solo un fetiche cuando conviene.
El Acuerdo de Asociación entre la UE e Israel, firmado en 2000, otorga al régimen israelí acceso privilegiado a los mercados europeos. Una cláusula clave, el artículo 2, exige que ambas partes respeten los derechos humanos. Pero ¿qué clase de respeto es ese cuando las bombas caen sobre hospitales y colegios mientras Europa firma nuevas licencias de exportación de armas?
En 2022, antes de la actual ofensiva, Israel ya era el cuarto mayor exportador mundial de armamento, según SIPRI. Desde entonces, muchas de las armas utilizadas en Gaza han sido fabricadas con componentes europeos. Alemania, Italia, Francia o España figuran entre los países que han vendido tecnología de guerra a Israel incluso tras la masacre de Al-Shifa, como denunció Amnistía Internacional.
Mientras una parte del mundo exige justicia, Europa suministra munición. Y la imagen que proyecta al Sur Global es la de una hipocresía colonial disfrazada de civilización. Apoyar a Israel no es “defender la democracia”. Es sostener un régimen de apartheid con más de cinco décadas de ocupación, limpieza étnica y represión institucionalizada.
LA UNIÓN EUROPEA COMO CÓMPLICE SILENCIOSA DEL COLAPSO MORAL
La complicidad de Bruselas con el asedio de Gaza no es solo económica o diplomática. Es ideológica. Es el reflejo de una Europa que sólo aplica sanciones si las víctimas son blancas, cristianas y occidentales. Que condena con rapidez lo que ocurre en Ucrania, pero justifica lo que ocurre en Rafah. Que se escandaliza si Rusia bombardea una central eléctrica, pero calla si Israel bombardea un campo de refugiadas y refugiados.
¿Y qué consecuencias tendrá esto? La primera es la pérdida total de autoridad ética de Europa como actor internacional. Países como Colombia, Brasil, Sudáfrica o Chile ya han alzado la voz. En mayo de 2024, la Asamblea General de la ONU votó por abrumadora mayoría a favor del reconocimiento pleno de Palestina como Estado. Sólo nueve países votaron en contra. Entre ellos, Israel, Estados Unidos… y Hungría. Ni siquiera Alemania, aliada histórica de Israel, se atrevió a rechazarlo. Europa se quiebra por dentro y se desacredita por fuera.
La segunda es interna. La UE está alimentando la desafección ciudadana, el euroescepticismo y la desconfianza en sus instituciones. Mientras millones de personas se movilizan en las calles exigiendo un embargo de armas y el fin de la ocupación, los gobiernos europeos siguen apelando a una supuesta “neutralidad” que sólo existe para proteger a los verdugos.
Y luego está la tercera: la normalización del genocidio como herramienta geopolítica. Si Israel puede bombardear hospitales y utilizar el hambre como arma de guerra sin consecuencias, ¿qué mensaje lanza eso a otras potencias? ¿Qué legitimidad tendrá la UE cuando pretenda condenar futuras violaciones de derechos humanos en otras regiones del mundo?
Por eso es crucial lo que ha anunciado hoy Pedro Sánchez en su cuenta oficial de X:
“Ante la violación constante de derechos humanos de Israel, Europa debe actuar. Hoy defenderé en Bruselas que Europa suspenda inmediatamente el Acuerdo de Asociación con Israel” (fuente verificada).
Tarde, sí. Pero imprescindible. No basta con gestos simbólicos. No basta con comunicados de condena. Hay que cortar el flujo de armas, suspender acuerdos comerciales, expulsar a los embajadores y reconocer sin ambigüedad a Palestina como Estado soberano. Porque no es un conflicto: es un crimen. Y quien calla o colabora es cómplice.
Si Europa no quiere ser recordada como la viuda cómplice de un genocidio retransmitido en directo, aún está a tiempo de actuar. Lo que no está a tiempo es Gaza. Porque para muchas, ya es demasiado tarde.
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