¿Cuánto podemos admirar a un ídolo deportivo que, a la sombra de su legado, firma contratos millonarios con regímenes que pisotean los derechos humanos?
Rafa Nadal, uno de los nombres más laureados en la historia del tenis mundial, anunció su retirada recientemente, tras más de dos décadas de dominio en las pistas. Sin embargo, su carrera no solo está marcada por trofeos y éxitos, sino también por decisiones controvertidas que cuestionan su compromiso con los valores que promueve. El pasado enero, Nadal firmó un jugoso contrato con Arabia Saudí para convertirse en embajador de su Federación de Tenis. No fue solo un acuerdo económico, sino una clara muestra de cómo el deporte se utiliza para lavar la imagen de regímenes autoritarios.
Arabia Saudí ha sido duramente criticada por la sistemática vulneración de los derechos humanos. Un país que sigue aplicando la pena de muerte, que reprime a las mujeres y al colectivo LGTBIQ+, y que detiene y tortura a quienes se atreven a alzar la voz en su contra. Mientras, el príncipe heredero Mohamed bin Salmán sigue promoviendo lo que la comunidad internacional califica como sportswashing: el uso de grandes eventos deportivos para limpiar la reputación de su gobierno.
El caso de Jamal Khashoggi, el periodista saudí brutalmente asesinado y descuartizado dentro de una embajada saudí en 2018, es solo uno de los muchos episodios que evidencian el tipo de régimen con el que Nadal ha decidido colaborar. ¿Cómo justificar que una figura del deporte mundial se preste a ser la cara amable de un país que se mancha las manos con sangre?
Algunos sostienen que Nadal solo busca “promover el deporte”. Pero, ¿a qué precio se debe promover el deporte en un país que sofoca la libertad de sus ciudadanos y ciudadanas?. Para Jon Rahm, otro deportista español de talla mundial, la respuesta fue clara: rechazó una oferta de 400 millones de euros para unirse al circuito de golf saudí, alegando que el dinero no cambiaría su vida y que jugaba por amor al deporte. ¿Por qué Nadal no pudo hacer lo mismo?
INVESTIGACIONES FISCALES Y LOS PRIVILEGIOS QUE NADIE QUIERE VER
La polémica de Nadal no se queda en su relación con Arabia Saudí. Sus vínculos empresariales y fiscales han levantado sospechas y preguntas a lo largo de los años. En 2012, la Agencia Tributaria española inició una investigación sobre un entramado de sociedades vinculadas al tenista, domiciliadas en el País Vasco, aunque sin actividad alguna en esa región. Estas sociedades le habrían permitido aprovechar los beneficios fiscales de la zona, lo que despertó las alarmas. Tras las pesquisas, Hacienda obligó a Nadal a trasladar esas sociedades a su Manacor natal, admitiendo que había estado evadiendo impuestos de manera legal pero éticamente cuestionable.
La llamada “enmienda Nadal” tampoco es un capítulo que se olvide fácilmente. En 2018, el Govern balear aprobó una modificación legislativa que permitió la expansión de la Rafa Nadal Academy en Mallorca, en lo que fue percibido como un claro trato de favor hacia el tenista. Esta medida fue aprobada con el apoyo del Partido Popular, Ciudadanos y el PSIB-PSOE, pero la izquierda insular, representada por Podemos y Més, se opuso firmemente. ¿Es la figura pública de un deportista motivo suficiente para retorcer las leyes y conceder privilegios que no están al alcance de la ciudadanía común?.
Y no olvidemos que la riqueza de Nadal no solo proviene de sus contratos deportivos y patrocinadores. Su familia está vinculada a un entramado de empresas en sectores tan diversos como la energía renovable, la construcción y la hostelería de lujo. Su padre, Sebastià Nadal, figura como administrador de decenas de empresas. Mientras tanto, los residentes locales de Mallorca son expulsados de sus tierras por la especulación inmobiliaria que estas mismas empresas fomentan. En lugar de defender los intereses de las y los mallorquines, parece que Nadal prefiere construir su imperio privado a costa de la comunidad.
EL ÍDOLO QUE NO QUEREMOS CUESTIONAR
Rafa Nadal es, sin duda, uno de los mejores deportistas que ha dado España. Pero su legado está lejos de ser intachable. La figura pública de Nadal ha sido cuidadosamente construida sobre una imagen de humildad y esfuerzo, mientras los privilegios y las concesiones fiscales y políticas parecen esfumarse en las sombras.
No es solo un embajador del deporte. Es también un embajador de un sistema que premia a quienes tienen el poder y los contactos adecuados. Un sistema que otorga privilegios a la élite mientras que a la mayoría se le pide que cumpla con la ley sin excepciones.
Rafa Nadal puede haber sido un ejemplo en la pista, pero fuera de ella, su legado deja mucho que desear.
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Totalmente de acuerdo, no se puede permitir que por ser una figura pública tengan esos derechos por encima de los demás
Triste reflejo de lo que es una Sociedad decadente corrupta elitista
donde estos que fueron ungidos con talentos , los usan solo para advenirse al criminal que este en el poder con la ayuda que los millones de dolares que se ganan gracias a esos ignorantes que los siguen, pero que en realidad ellos desprecian Nadal es solo uno mas de esos FACHOS COMULGADOS