De icono futurista a chatarra cara: el vehículo que iba a revolucionar la movilidad eléctrica es hoy un fracaso asegurado.
VENTAS EN PICADO Y UNA DEPRECIACIÓN HISTÓRICA
Tesla vendió en el segundo trimestre de 2025 apenas 4.306 unidades del Cybertruck, más de la mitad que en el mismo periodo de 2024. El desplome supera el 30% en ventas anuales y su cotización en el mercado de segunda mano se hundió todavía más: pierde un tercio de su valor en solo doce meses. Lo que se presentaba como inversión tecnológica se convirtió en un pozo financiero para quienes confiaron en Elon Musk.
No es solo que el vehículo no se venda. Es que quienes ya lo tienen no encuentran comprador ni aseguradora. El resultado es un coche convertido en lastre económico, símbolo de la arrogancia corporativa que desprecia a la gente usuaria y sobrevalora la marca como religión de consumo.
El Cybertruck acumulaba a mediados de 2025 ocho campañas de retirada por fallos mecánicos y de diseño: aceleradores atascados por piezas decorativas, inversores defectuosos que dejan el coche inutilizado y componentes que se despegan a alta velocidad. Una lista de horrores que recuerda más a un chiste de Homer Simpson que a la vanguardia tecnológica.
ASEGURADORAS QUE HUYEN Y CLIENTES ATRAPADOS
El golpe definitivo llegó desde un sector inesperado: las aseguradoras. Empresas como GEICO ya anunciaron en 2024 que no cubrirían al Cybertruck y, un año después, otras compañías rescinden pólizas de manera unilateral. El argumento oficial es claro: bajo volumen de producción, costes astronómicos de reparación y un historial de fallos imposible de asumir.
Para quienes logran encontrar cobertura, la factura es prohibitiva: 3.000 euros anuales de seguro en EE.UU., muy por encima de la media nacional. Con semejante panorama, muchos propietarios ven cómo se acumulan los gastos sin posibilidad de desprenderse del vehículo.
El espejismo del “sueño de Musk” se evapora. Lo que se presentó como revolución eléctrica es hoy un producto tóxico para clientes y empresas. El Cybertruck no es un coche, es un recordatorio de cómo el capitalismo tecnológico vende promesas imposibles, convierte a la ciudadanía en betatesters involuntarios y se desentiende de las consecuencias cuando el experimento fracasa.
El Cybertruck no es un problema de diseño, es un síntoma de sistema. Una industria que se construye sobre la especulación bursátil y el marketing mesiánico no puede fabricar soluciones, solo juguetes caros que terminan convertidos en ruinas sobre ruedas.
Nadie quiere cargar con este coche, ni propietarias ni aseguradoras. Y ese es el epitafio más contundente para un supuesto icono futurista.
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